27 de març 2014

Un año atrapados en la media tabla


Hasta hace no mucho habían voces que hablaban sin problemas de un VCF capaz de clasificarse entre los cuatro primeros, pero han tenido que llegar oleadas de realidad para que el discurso vire hacia las opciones de adquirir una discreta séptima posición; la puerta a Europa gracias a las carambolas de una final copera entre equipos que ya tienen asegurada su participación en la próxima Champions League. ¿Pero está el VCF en disposición de quedar siquiera séptimo? Al echar un vistazo al tránsito liguero de la escuadra dirigida por Pizzi es difícil poder creer en ello. Prácticamente desde la primera jornada se ha fluctuado entre la octava y la novena posición, incapaz en 29 jornadas de tomar impulsos – positivos o negativos – que le hicieran subir o bajar posiciones de forma contundente. La plantilla valenciana es un equipo varado en la media tabla.

Para visualizar este estancamiento solo hay que recurrir a una simple comparativa. En la jornada cinco el Sevilla de Emery visitaba Mestalla siendo colista con dos puntos en el casillero. El cuadro andaluz cerraba la primera división con una distancia de ocho puntos respecto al cuarto clasificado y de seis respecto a la sexta posición; la última que da acceso a competición europea sin coincidencias coperas. Por aquel entonces el equipo de Djukic era noveno, a seis puntos de la máxima competición continental y a tres de la Europa League. Veinticinco jornadas después de aquel encuentro que ganaron los locales por 3-1 la realidad para ambos conjuntos es dispar. Mientras el roster valenciano sigue instalado en tierra de nadie, los pupilos de Emery viven asentados en la quinta posición a tan solo seis puntos de los puestos que dan acceso a la gran competición de clubes.

En tan solo una ocasión, en la séptima jornada y tras ganar 1-0 al Rayo, el VCF cerró la jornada entre los seis primeros. Desde entonces las distancias se han multiplicado; de los seis puntos respecto al cuarto puesto en la quinta jornada se han pasado a dieciséis; y de los tres respecto al sexto lugar han aumentado hasta los siete. Como también han aumentado las diferencias entre ambos contendientes de aquella noche de domingo. De tener al Sevilla cuatro puntos por detrás se ha pasado a tenerlo once por delante. Si ordenamos la liga por posiciones acumuladas durante el año se ve muy clara la tendencia que arrastra el conjunto valenciano:

En dieciséis de las veintinueve jornadas disputadas ha clasificado entre el octavo y el noveno puesto, sumando siete de ellas entre el décimo y undécimo lugar de la tabla. Con una tendencia tan asentada se hace complicado esperar ninguna mejora significativa. Ya que los guarismos tampoco dejan opción al optimismo. El club valenciano va de un extremo a otro de la quiniela, habiendo ganado once encuentros para haber perdido doce; un 50% de victorias y un 50% de derrotas. Curiosamente de los seis empates cosechados, cuatro de ellos han llegado bajo la batuta de Pizzi, que apenas ha conseguido virar la tendencia. De sus doce encuentros de liga al frente del equipo ha ganado cinco, empatado cuatro y perdido tres. En cuanto a resultados no se puede hablar de 'efecto lagarto' porque no existió nunca, aunque la labor del argentino está siendo extraordinaria en otros aspectos, como en el de la construcción de un equipo y la cimentación de un estilo. Algo que es incluso más importante que los resultados a corto plazo.

Cuando se visitan los números se encuentra una coincidencia llamativa: 41 goles a favor y 40 en contra. Se encajan los mismos goles que se anotan como se pierden los mismos partidos que se ganan. El aspecto defensivo ha empeorado respecto a otros cursos, pero no demasiado. En la 10/11 y en la 11/12 se llegó a la jornada 38 con 44 goles en contra. El curso pasado ya se cerró la liga con 54, diez más. Pero el aspecto goleador es el que más ha sufrido. De los más de 60 goles por temporada de las temporadas citadas anteriormente (67 el pasado curso) en el presente se está por debajo de la media de los últimos cinco años. Aunque ello ocurra con una peculiaridad: Este curso es la temporada en mucho tiempo en la que más jugadores de campo han anotado gol, 15 (dos de ellos ya no están, como Pabón y Postiga).

No es de extrañar pues que el VCF en toda la temporada solo haya sido capaz de ganar tres partidos consecutivos. En los últimos cuatro años sólo en una ocasión ha superado esa barrera, el curso pasado, con cuatro victorias encadenadas. Incluso la mejor racha de imbatibilidad, sumando seis partidos sin perder, se divide en mitades: 3 ganados, 3 empatados. En las próximas cinco jornadas los chicos de Pizzi tienen la oportunidad perfecta para romper todas las tendencias que arrastran y poder asomarse a la parte alta de la tabla si Real Sociedad y Vila-real siguen con su tendencia bajista. Aunque los resultados ante los mismos rivales en la primera vuelta dicen que apenas se sumaron dos triunfos (Getafe y Osasuna) dos derrotas (Almería y Elche) y un empate (Valladolid) el mejor tono mostrado sobre el césped en los últimos tiempos deja un hueco para la esperanza. En el discurrir de estas jornadas veremos si han dejado hueco para la liga o ya se piensa sólo en la complicada Europa League, el último clavo ardiendo al que agarrarse para podr salvar la temporada.

25 de març 2014

Mathieu y su banda


Es imposible mirar a Mathieu y no preguntarse 'y este, ¿quién es?', tal ha sido su transformación que corre el riesgo de engañar a la historia haciéndole creer que hubo dos Mathieu. El autista, que subía la banda para fundirse como una vela en plena procesión; y el lanzador de masclets, que aparece en sala de prensa a ejercer de Capitán América desde la posición de central. El francés está en uno de esos momentos de la vida en el que se es capaz de plantarse en oriente medio para apaciguarlo a base de petardazos. Habría que investigar qué ocurrió en aquel quirófano en el que le operaron los tendones, o durante aquellas sesiones catalanas recorriendo el pirineo de arriba a abajo. Vivimos el riesgo de estar pensando que Jérémy Mathieu es Jérémy Mathieu cuando en realidad podemos estar contemplando una obra de ingeniería genética en su fase beta.

El tolousan representa mejor que nadie el valor de la palabra 'adaptación', y además lo representa en su faceta más extrema, ya que solo nos ha dejado ver su verdadera cara cuando ha conseguido asentar sus posaderas en la ciudad y en el equipo; un proceso que le ha costado años, y que hubiera conseguido mucho antes si se hubieran preocupado desde el club en simplificarle la tarea. Lo que nos lleva a otra pregunta, ¿cuántos Mathieu hemos dejado escapar por no ayudarles, o por no darles tiempo suficiente para que se ayudaran ellos solos? El exlateral ha vivido en una montaña rusa hasta alcanzar este extraño estatus de hombre imprescindible. Sus bajas levantan temores, cuando hasta no hace mucho los mismos que acuden a la iglesia ante el apocalipsis que anuncia su ausencia mandaban a las masas a su domicilio para arrancarlo por la fuerza del VCF. Ya no hay voces, que con insistencia, lamenten su renovación ni se burlen de posibles ofertas por el jugador.

La supervivencia del galo en todo este proceso ha estado sujeta al azar y a la pésima planificación durante años. En otras circunstancias, el hoy aplaudido central, estaría cumpliendo temporadas en su regreso al fútbol francés. Despoblar una banda izquierda de arriba a bajo en la que solo participan parches y jugadores sacados de su posición, y una defensa huérfana de centrales sanos - en todos los aspectos - , han hecho que Mathieu sea lo que hoy es. A Jérémy, lejos de regalarle nada, siempre le han puesto obstáculos en el camino, de los que ha sabido zafarse tan bien como lidia con los delanteros rivales desde la retaguardia. En una evolución ranierista de la plantilla el VCF se aferra al alambre sujetado por proscritos; por teloneros que lucieron el cartel de prescindibles. El central pelirojo ejerce de líder de esa banda de renegados que han desayunado palos y tortas antes de ganarse el permiso para poder sentarse a la mesa con los mayores y consagrarse en pilares fundamentales del once.

Echándole un vistazo a la columna vertebral que sostiene el roster sólo aparecen futbolisas que hasta no hace mucho todos hubieran aplaudido su traspaso. Empezando por el portero, continuando por Mathieu y siguiendo por un Parejo que ni su propia hermana es capaz de digerir la transformación que ha sufrido el madrileño, que luce presto el traje de los 25 millones que cuadrarán el presupuesto anual este verano – salvo que lo evite el señor inversor –, y rematando con Alcácer. Un delantero que está manteniendo vivas las volátiles esperanzas de la entidad a base de goles, metidos solo tras una hecatombe en la delantera que le ha dejado como único nueve de un equipo, del que él era el cuarto delantero, hasta que el señor enero se dejó abierta la puerta. Y podíamos seguir con Barragán, que nunca se dedicó a hacer fotos, pero que ha sabido sobreponerse a ellas para demostrar que no era tan malo como quisimos ver. La revolución de los criticados ha sido tan salvaje que ya no hay hueco ni para los héroes del ayer, con ese Jonas y su apatía genética que ni siquiera recuerdan, del susto, cómo meter un gol o asistir a un compañero para seguir justificando sus andares por el césped.

En su peculiar huida hacia adelante el VCF se ha topado consigo mismo tirando de sobras, de las que no quiso saber nada cuando se fue a México a por Pabón ni anunció equipos 'mejores' que cursos pasados. Aquel grupo de jugadores limitados a los que se le hicieron feos están sacando las castañas del fuego, amenazando con hacer un Ranieri'98 para convertirse en la base de un futuro equipo ganador. Y lo están haciendo capitaneados por un fallero de nuevo cuño, que luce sonrisa y carácter bromista desde que adoptó el rol de central expeditivo. La evolución de Mathieu es tan radical que a pesar de contar con cientos de carencias como defensa las está puliendo tan bien y a tanta velocidad que dentro de poco no quedará nadie sobre la tierra que pueda asegurar que el tipo llegó ahí por accidente. De tanto pedir líderes en el vestuario hemos acabando dependiendo de una banda de repudiados liderada por un bromista pelirojo.

20 de març 2014

Penev: El teatro es así

Lubo llegó al Valencia cuando yo tenía catorce o quince años. Desde la ventana de mi clase, en el colegio del Pilar, veía todas las tardes como se levantaban las banderas en lo alto de los mástiles que coronaban el fondo norte de la general de pie de Mestalla, al otro lado de Blasco Ibáñez, marcando la clasificación y con ello la disputa con compañeros, muchos del Madrid por aquel entonces. Los curas del colegio eran casi todos de la Real Sociedad. Mestalla tenía su magnetismo discreto hasta que un día no sé qué presidente decidió forrarlo en cemento prometiendo tantas cosas que nunca se cumplen al más puro estilo valenciano, que no valencianista. Yo viví mi sentimiento che con pocas expectativas ya que nunca recordé un título. Mi abuelo me llevó a ver al Matador alguna vez y mi padre al mundial del ochenta y dos en aquel partido contra Honduras. Pero todo eran espaldas y piernas de gente más alta que no me dejaba ver la grandeza de la cancha. La llegada de Penev al Valencia de Hiddink, de Leonardo y de otros pocos astros más, me devolvieron la fe y la ilusión de ver buenas tardes de fútbol tras tediosas jornadas viendo a aquel Tomás pasando el balón hacia detrás una y otra vez. Me saqué el pase y me mezclé entre Yomus primero y entre Gol Gran después. Todo en el fútbol es ilusión. Ilusión y soberbia, pero más ilusión. Y de ahí nace mi texto “Penev”. Yo tenía ilusión por esta ciudad, por aquel equipo, por el teatro, por caminos que empezaban... Pero vivimos en una tierra de paella y zancadillas. Somos una sociedad lesionada de por vida. Con un ligamento cruzado al límite y con una cojera crónica. Mucha gente habla del fútbol como una terapia del desfogue y donde las frustraciones se elevan a la altura de cantos de la hinchada. Pero el teatro no es menos para mi.

Como dice Antonio (personaje de Penev), yo soy un pringao, de mucho nivel, pero un pringao. Y los pringaos necesitamos insultar al árbitro o a la alcaldesa. Necesitamos una diana, una flecha y un arco. Un balón y una portería. En fin, necesitamos jugar y ganar de una puta vez. Ya está bien de perder. El teatro me permite ganar. Jugar y ganar. Y que otros sientan la camiseta que yo me pongo por ellos. El teatro es así, como diría Di Stéfano, o casi. Ha sido Penev porque la obra habla de mi. De mi pasado, de las estanterías de casa de mi madre y de los armarios con recuerdos que un día se olvidan y ya no vuelven. Hay un elemento en la obra que fue importante desde el principio. Son las tiendas de segunda mano, lugar donde transcurre la mayoría de la acción. Cada vez hay más. Cada vez la gente vende su pasado en masa. Esos sitios están repletos de objetos que han sido importantes y que ya dejaron de ser útiles. Por otro lado, no son cementerios, son casas de adopción. Alguien pasa por allí, ve algo que le pueda servir y esa cosa vuelve a tener una segunda oportunidad. En la obra he intentado que se respire en todo momento la angustia y la esperanza. La rabia y la esperanza. La risa y la esperanza. El gol en el último minuto. Como decimos en la nota de prensa, esta es una obra de personas usadas, de segunda mano.

Hay muchos amantes del fútbol en el teatro. El mismo Toni Agustí, mi compañero actor, es un gran jugador de fútbol. Defensa. De hecho, antes de cada función, peloteamos mientras repasamos el texto en escena. Calentamos con la pelota antes del partido. Somos de tener la posesión. Siempre he querido introducir elementos “a priori” ajenos al arte como en este caso son los videojuegos, los juguetes o el fútbol en su mayor medida. Ver a un pobre energúmeno insultando a un africano correr por la banda es un acto teatral que ningún escenario puede explicar. Cuando vas al fútbol el escenario es la grada y el espectador juega al balón. Y así con todo. Cada vez miro más. Cada vez hay más miseria. Eso no lo veo yo, lo vemos todos los que abrimos los ojos un poco. Y la miseria es bella. Siempre ha sido una herramienta mágica para construir historias. Y el fútbol está repleto de miserias. Por eso es tan bello. Hay actores como futbolistas. Está el actor chupón, que no pasa la pelota ni muerto y que siempre quiere figurar en la foto. Esos que estás deseando partirles la tibia en una entrada por detrás. Están los actores goleadores, a lo Romario, que no sabes cómo lo hacen, pero aparecen, rematan y para dentro. Todo les sale bien y ni se despeinan. Están los Iniesta que te hacen grande, que te dan el balón manso, que te abren el campo y te brindan la gloria. Están los sucios, tramposos y maleantes. Esos me encantan. Son los actores que minutos antes de la función están con un cigarro y un quinto y luego rompen la pana. Hay muchos tipos de jugadores y de actores, pero el que más me gusta es el reserva que sabe que va a salir en los últimos minutos y buscará la gloria a toda prisa. ¡¡¡ Cómo Fenoll !!! No tienen presión, no tienen responsabilidad, solo amor por tocar el cielo. Ese me gustaría ser a mi.

Hay un elemento que hace que la obra se ponga en marcha. Una simple transacción de cromos como lo hacíamos en el colegio. Deseabas llegar al patio y empezar a pasar los cromos como si estuvieras en la bolsa de Nueva York. Si te enterabas de que alguien tenía a Tendillo, a Sempere o cualquier otro no dejabas de acosarlo. Yo era capaz de cambiar a Maradona por un Giner o por un Arias. Dos personas adultas empiezan la obra con un cambio de cromos que no es otra cosa que convertir en cartas de la partida esos cromos deseados. Y es que cada vez más el teatro se convierte en un juego. Es la única manera de que el espectador se sienta parte de la partida. Intento en esta obra que el espectador entre a tocar el balón con nosotros, aunque sea de una manera distante y observadora. Hay varias claves que se van despejando en el juego hasta llegar a un final que yo creo que es un buen final. Un gol en el último minuto y con la mano. Como el de Diego.

Hace mucho que no voy al fútbol porque creo que se ha convertido en un acontecimiento del glamour. El otro día escuchaba a Mourinho decir que los jugadores del Madrid, en su etapa, se pasaban más tiempo en el espejo que estirando en el vestuario. Pasa lo mismo con la prensa deportiva que cada vez más es prensa rosa, o verde por el pasto. En la radio se montan tertulias chabacanas de gente que no pisó un balón ni en un pelotero. El fútbol me parece de los deportes más complejos que existen y por eso lo cuido tanto. No puedo ver un partido en un bar o en una grada donde la mayoría de la gente lo simplifica a un “qué malo es ese tío”. Con el teatro son tantas las similitudes que me asombra. Cuesta mucho poner en pie una producción. Ni me imagino lo que debe costar llegar a jugar en un equipo de primera. Es un sueño para elegidos. Ya lo apunto en la obra y ahora lo recalco aquí. En el fútbol si un jugador es malo no tiene futuro. En el teatro o en el cine si un actor es malo le dan un papel.

Os invito a ver “Penev”, una obra de fútbol para los que odian el teatro y una obra de teatro para los que odian el fútbol. Fue Penev el ídolo de mis quince años como podría haber sido otro. Cada uno tiene el suyo. Ídolos que nos hacían creer en remontadas, que nos hacían jugar en el patio o los sábados por la mañana con espíritu guerrero y con agujetas en el corazón. Ahora más que nunca necesitamos de esa casta para tirar del carro en una época jodida para todos. El fútbol de hoy, por todo lo que lo rodea, es un noventa por cien de mentira y un diez por cien de arte puro. Yo me quedo con el diez por cien. Con la pelota dando tumbos por el césped y con el ruido del balón en la bota. No es más de lo que es y al mismo tiempo lo es todo. ¡ Amunt !

(*) Xavo Giménez es actor, y director de la estupenda obra teatral "Penev". Que estará en cartel hasta el 23 de marzo en Sala Ultramar, C/ Alzira, 9 (Valencia). Más info aquí

18 de març 2014

Lecciones de un Alves vs Guaita


Hasta no hace mucho parecía que Alves no tenía nada a su favor para poder afianzarse como guardián de la meta. Por contra, era evidente pensar que las facilidades las había encontrado un Guaita que jugaba con ventaja bajo su condición de canterano. Fue el peso que igualó la balanza para que ningún entrenador se atreviera a sentarlo sin motivo; todos comprendieron enseguida la importancia que tenían para el mundo dos paellas ante 200 paradas. Al valenciano se le regalaron portadas y agasajos que obligaron a tomar decisiones salomónicas, repartiendo los minutos entre dos porteros que no iban a tolerar una suplencia eterna. Uno por su carácter; el otro, por ser el ojito derecho de público y crítica. Pero sobre todo porque su rendimiento lucía similar en un escenario sin continuidad. Todo eso cambió con la llegada de un Pizzi que les dijo de batirse en duelo, porque él necesitaba solo uno, y solo escogería al más fuerte. En ese trance se nos revelaron las verdaderas virtudes y defectos de ambos contendientes, y también, la magnitud de la estupidez en los debates que precedieron.

Mucha culpa de esa situación tensa, previa al desembarco del argentino, ha nacido por el especial tino a la hora de conflictivizar virtudes que posee el entorno. Durante mucho tiempo se priorizó la generación de polémicas alrededor de una garantía como la de poseer dos grandes jugadores en un mismo puesto; de repente nos dio por penalizar una ventaja competitiva. Era el comodín recurrente del que echar mano cuando no había mucho más: “debate en la portería, ¡ eso vende !”. Tampoco hay que olvidar que el brasileño también supo agenciarse de altavoces mediáticos. El primer duelo, y el más evidente, entre ambos tenía lugar en las ondas y entre las páginas de la prensa local, cometiendo el pecado de ponerse ante micrófonos y grabadoras para soltar pullas que no hicieron más que enrarecer un debate que aumentaba la división que les enfrentaba durante la semana.

Todo aquello parecía funcionar hasta que Guaita sorprendió en un guateque repartiendo puñetazos al puro estilo callejero. Ahí se derrumbó el aura mediática de “el canterano es bueno, el foráneo es un sinvergüenza” que ha ido machacando a todas las plantillas desde hace 10 años. Ese proteccionismo – que ha servido para taparles las vergüenzas a gente como Silva, Vicente, Soldado y tantos otros – ha crecido a ritmo de quiste, hasta que un Valverde y un Pizzi se han encargado de pincharlo resucitando Parejos y Banegas con el simple pase de buen entrenador por el vestuario. Los últimos coletazos de este asunto llegaron con la decadencia de Vicente Guaita, al que le intentaron justificar errores esgrimiendo un 'Alves es mala persona' como truco para tapar que el torrentí había sido devorado por la presión de tener que ganarse el puesto a cada oportunidad que le dieran. Como se lo comió en sus inicios la presión del debutante haciéndole cometer errores de bulto que le llevaron de cabeza a Huelva, tierra donde se hizo portero una vez se quitó de encima una mochila con tanta carga.

Entre todo este maremágnum de palabras cruzadas y adhesiones ficticias, el punto diferencial que ha llevado a Alves a afianzarse en la portería ha sido su mayor fortaleza mental. El brasileño ha mostrado siempre un carácter competitivo, y una personalidad, que Guaita nunca supo transmitir; si es que alguna vez tuvo algo de eso. Al actual inquilino de la portería nunca le hizo mella ser el segundo, quizás ese revelarse contra su situación ejerciera de entrenamiento silencioso para darle el empujón necesario cuando Pizzi les obligó a batirse en duelo por la gloria. Ya no habían oportunidades regladas bajo un calendario copado. En esa hora de la verdad pesó la psique, y la fortaleza de Diego le destapó como mejor jugador en situaciones bajo presión. Para sobrevivir a la élite la mentalidad juega un papel fundamental, y no todos – especialmente los guardametas – sobreviven a situaciones de estrés tan grandes. No perecer ante el error siendo delantero es algo relativamente sencillo, pocos le van a recriminar errar un pase o fallar una ocasión a boca de gol. Sin embargo, las equivocaciones del cancerbero cuestan partidos y pueden acabar con carreras. En ese aspecto Guaita se acostumbró a vivir en su espacio de confort, sabedor de que había un plan para él y otro para Alves; una vez desapareció volvieron los errores de bulto que nos dejó ver en su debut y que desaparecieron en el Recreativo, conocedor de que el titular sería él.

Salir indemne de toda esa lucha contra los elementos hace todavía más meritorio el resultado que está dando el brasileño bajo los palos. Las viejas luchas curtieron un profesional más maduro, y la confianza actual nos muestra un portero mucho mejor del que se veía en aquella rotación sistemática; diciéndonos todo eso que Alves es un tipo en el que se puede confiar en situaciones de lucha directa por un puesto. Por contra, Guaita ha evidenciado en todos sus años en la élite que nunca soportó bien sentirse presionado, es uno de esos profesionales que necesitan confianza y seguridad inquebrantable desde el primer día para poder desplegar todas sus dotes de portero. Que no son pocas. Aunque parecen menos ante su escasa capacidad de sobrevivir a la presión del tener que ganárselo. Al final, 'el perdedor' ha sido el favorito de todos, el que no supo sobreponerse a la cruenta competencia por un puesto en la élite teniéndolo todo de cara.

13 de març 2014

Sustos de una venta casposa

Ahí siguen, con sus circos montados, haciendo reír – en realidad provocan vergüenza ajena – , apuñalándose unos a otros, jugando con las cosas del comer con una desfachatez inusitada. En el proceso de venta del VCF hace mucho que se perdieron las formas, la razón y hasta la decencia. Un hecho que fue recibido como liberador, como el primer hilo de oxígeno en una habitación sellada durante milenios, está destapándose en la misma certeza que nos acompañó siempre, esa que dice que en Valencia no sabemos vender algo tan importante como el club sin hacer el ridículo. Asistimos a hechos tan surrealistas como ver a gente seria y formada correr sudorosos por los pasillos en busca de politicastros trasnochados para optar al desembarco en una entidad a la que ya nadie parece ver como una inversión, sino como un tierno ternero en mitad de la desprotegida estepa al que poder asaltar con facilidad.

En todo este juego de mentiras gigantescas los enfados por las filtraciones se producen dependiendo de quien las haga. Si Salvo, o algún miembro de la Fundación, filtran documentos sellados con membrete tipo 'estrictamente confidencial', se hace el silencio. Si quien filtra es el enemigo, nos hinchan a comunicados oficiales y nos inducen a pronunciar el 'Bankia ens roba'. La fiebre por airear asuntos es tan grande que hasta los propios 'inversores' - jeje - se han puesto a enseñar sus bajos para no aparentar ser menos putas que los demás. Incluso un periódico como el Levante-EMV, se ha prestado a una ceremonia cómica en la que conforme pasan los días la inversión del supuesto grupo, apadrinado por el periodista que firma las crónicas, ha pasado de 400 millones a 630. De seguir este ritmo nos plantamos el domingo en los 1000 millones de Alvarado, y aún nos parecerán pocos. Y nos quedamos ahí, porque hacer una comparación de las informaciones firmadas por el tipo provocan pocas cosas saludables ante la cantidad de contradicciones plasmadas. Con eso entramos en otro de los puntos tristes en todo este asunto, en el de los medios de comunicación convertidos en jefes de campaña de no se sabe muy bien qué.

Pero en todo este juego de sombras y engaños hay algo mucho más triste. Y es el temor que provoca observar la caterva de personajes que lo están protagonizando todo. Tenemos a tipos infames como Alfonso Rus, un bufón acabado para la política, que salvo en Italia no tendría hueco en la vida de ninguna sociedad avanzada, bailando en todas las aguas. Su enfermedad es tan grande que le da igual relacionarse con mafiosos rusos tanto como salir a relatarnos sus compadreos con Al-Fahim. Él, en representación del secuestro político que sufre la SAD desde tiempos de Zaplana, está ahí, a ver a quien engaña para poder meter la zarpa. Un poco más allá te encuentras con los padres del boom inmobiliario autóctono meciendo cunas. Tipos que pasaron de protagonizar PAIS millonarios a engendrar ERES y concursos de acreedores gigantescos para hacer vida en los juzgados en lugar de en sus viejas mansiones de nuevos ricos. No se les vio por aquí cuando habían unas parcelas que vender, pero aparecen ahora que pueden desembarcar gratuitamente en un club tan rico en activos inmobiliarios como agujereado quedó por sus secuestradores; que viven demasiado tranquilos en la comodidad del Palau de la Generalitat haciendo como que no, aunque siempre haya sido que sí. Y por si faltaba algo sale asomando por ahí la patita de Villalonga, escondido tras el árabe del avión forrado en oro que viene no solo a comprarse el VCF, sino el propio Bankia y media ciudad. ¡ Serà per diners !

Al final, vivimos en un bucle. Los mismos agentes que han llevado al club a la ruina ahora se pelean por los restos del imperio. Políticos intervencionistas, desvergonzados y sospechosos manejando hilos; promotores inmobiliarios indecentes con manos sucias por en medio; empresarios locales de moralidad distraída – hoy aparece Zorío también en el ajo – perpetrando ofertas; medios de comunicación vistiéndose de padrinos de viejos amigos o futuros sustentadores; y hasta exjugadores de todo tipo y pelaje como marionetas para tapar las vergüenzas que emanan todos los demás. Aunque lo peor no es lo que te encuentras 'fuera'. Porque dentro también se tienen actitudes similares. En todo este aquelarre y ceremonias de odios africanos se llegaron a acuerdos en reuniones maratonianas que a la hora de plasmarlos en papel se pasaron por alto con toda la mala fe. En el proceso nadie tiene palabra, y los acuerdos duran apenas horas, si es que duran. Los supuestos 'vigilantes' no son más que un problema añadido a una venta que no pasa ningún control de seriedad y rigor. Hasta algo tan sensible y sagrado como el contenido de una Virtual Data Room ha sido aireado a los cuatro vientos a las 48 horas de abrirse. Si lo que pretenden entre unos y otros es acabar con el futuro del VCF hay que reconocer que lo están haciendo muy bien. Demasiado bien incluso. Aunque aquí, quizás, lo que más se busque sea espantar a la competencia. 

Uno, por la mecánica del proceso, ya esperaba que no concurrieran a él mecenas del tipo que se encuentran en otras ligas. Un Mansour o un Abramovic no entran en subastas, negocian directamente y sin competencia o no negocian. Pero tampoco esperaba un nivel tan bajo y casposo en un proceso tan serio y contundente como en el que estamos inmersos. Es todo de una perversión gigantesca, con una clase política de una bajeza tan grande que sigue aferrada al intervencionismo de estilo soviético; con unos dirigentes de la SAD, con su presidente a la cabeza, más pendientes de vengarse de aquellos que le traicionaron e intentando evitar por todos los medios un traspaso accionarial que no cuente con él; y una Fundación que renunció desde el primer momento a vender el club y que ahora es incapaz, al modo de la UE ante cualquier crisis internacional, de actuar. Van camino de que la única vía que le quedaba a la SAD para salir del atolladero se convierta en su puntilla.

Cabe la posibilidad de que exista alguien realmente serio, sereno, y capaz que esté aguantando toda esta ristra de acontecimientos circenses, esperando en silencio, para poder 'llevarse el gato al agua', pero se antoja complicado que nadie con un mínimo de credibilidad haya sobrevivido a estos vaivenes cargados de surrealismo, falta de seriedad y rigor, a estos cambios de condiciones sin explicación, mientras observa como cualquier cosa que pueda aportar, por muy sensible que sea, es susceptible de ser filtrada en cuestión de minutos. ¿En que clase de cabeza – sana – cabe filtrar el contenido de una Data Room? Al final la culpa es nuestra por querer creer, cuando en realidad todo esto no es más que una respuesta a lo que ha sido todo y a todo lo que somos. Era demasiado alentador pensar que una sociedad enferma que vota corruptos y vitorea inmorales encontrara gente seria que no hiciera el ridículo de esta manera con algo tan importante. Pero ya vemos que no, estamos ante el reflejo de todo lo que ha llevado al VCF a bordear la muerte. No se podía esperar otra cosa, aunque no quisiéramos hacerlo. Ahora solo nos queda esperar un milagro, o aun prócer con la paciencia de un santo que siga ahí, en silencio, aguantando este circo sin asustarse por el espectáculo con el que nos están 'agsajando'.

11 de març 2014

Camiseta blanca, camiseta roja

«Doctor, haga usted lo que quiera, pero como me de la baja, le mato». Tiempo después confesaría que ver a Panizo convulsionando en la camilla de al lado le llegó a asustar; pero tal cruce con la muerte no bastó para retener a Nicolás Santa Catalina en la enfermería. Con 25 minutos de diferencia se reincorporó el atacante del Athletic a un partido que había dejado heladas las almas de los presentes, evidenciando de ese modo, que eso de ser del mismo Bilbao no es ninguna broma. Eran otros tiempos, otra gente, una acción como aquella hoy en día hubiera enviado a ambos al hospital, y de salir indemnes, a sus casas a reposar durante varias jornadas; pero aquellos dos, hechos de otra pasta, se fundieron en un abrazo mutuo para sellar un incidente fortuito y poder continuar así con un partido que abandonaron inconscientes. Estamos inmersos en los últimos calores de septiembre del 49, con aquel VCF de bravura que cuatro meses atrás se había desquebrajado vivo en Valladolid para perder por un mísero empate una liga cantada como propia. «Con lo que me había costado llegar no podía dejarlo estar por una brecha en la cabeza». Con diez puntos cerrándole una testa abierta en canal Santa Catalina aún tuvo fuerzas para iniciar la jugada del penalti que pondría el 3-1 en un encuentro que llevaría al Athletic a empaquetar una goleada antes de subirse al tren de regreso a San Mamés.

A Nicolás le llegó el fútbol por casualidad, o más que por casualidad, por empecinamiento de un militar. Criado en un entorno de pescadores, habituado a la necesidad y a la penuria, tuvo que marcharse al Castellón para hacer carrera como paso previo a pisar Valencia. Su altura y rudeza convencieron a Pasarín de no hacerlo partícipe en sus alineaciones; tal vez por eso, y por el dinero que suponía ver su ficha aumentada al alcanzar el estatus de 'titular', decidió jugarse la vida cuando a los diez minutos de que Quincoces le diera la oportunidad chocara su cabeza con la de Panizo para quedarse grogui. Joaquin Borrell llegó a decir de él que era 'alto y seco como un ciprés', aunque su planta física respondía mejor a la de un nogal, como demostró en aquel Castellón de los 40 en el que se granjeó fama de duro, de especialista en marcajes tan antológicos que le llevaron a recalar, sin saber muy bien cómo, en un VCF al que le iba la finura que imponían sus estrellas. Esa especie de habilidad para sobrevivir a las adversidades no le era ajena; sin ir más lejos su nombre fue escogido por ser el santo de aquel día, y su apellido, el de la iglesia en la que fue abandonado con pocas horas de vida. «No recuerdo tener pasión por el fútbol de joven» dijo ya de anciano. Su infancia y su adolescencia trascurrieron en la mar, entre pescados, lonjas y olores a bacalao que le convirtieron en patrón de pesca hasta que llegó la posguerra y el fútbol se llevó todo aquello por delante.

«Nicolás, no vas a poder jugar el domingo en Tarragona, la herida es muy grave y es conveniente...» El jugador volvió a interrumpir al doctor con brusquedad para amenazarlo de muerte por segunda vez aquella tarde. El futbolista relataba estos hechos, una vez retirado, con especial orgullo, casi parecía estar hablando de su mayor triunfo como profesional. La crudeza marinera y una vida perra desde que aterrizó en el mundo le dotaron de una personalidad férrea e inquebrantable; él, que había sobrevivido a una guerra, a una orfandad, y a una infancia repleta de carencias de todo tipo, no veía el peligro de jugar un partido de fútbol con la cabeza hinchada por una profunda y tierna herida en el parietal. «Santa Catalina está perfectamente y partirá de titular ante el Nàstic» Quincoces lo dejó así de claro en la previa, ajeno por entonces a la gesta que protagonizaría su jugador fetiche. Aquel equipo, que venía de perder tras haberlo ganado todo, sentía la necesidad de volver a encontrarse con el duende de la liga. A pesar de estar todavía en las primeras jornadas - los partidos de vuelta ante Athletic y Nàstic serían vitales y se ganarían por goleada, 3-6 en San Mamés y 5-1 a los catalanes - y llevar el título de la copa colgando bajo el brazo, cosechar triunfos tempraneros se antojaba capital para que los titulares les volvieran a situar como claros favoritos al quedar apartados por la crítica tras las decepciones postreras de las dos últimas campañas.

Ya en 1949 que el Nàstic de Tarragona se paseara por la primera división era visto como un milagro, el club catalán era tildado de 'entidad romántica' inmersa en un fútbol que tiraba de chequera para conformar sus plantillas. En esas saltó el VCF a un estadio con barricadas por graderíos y con rivales apostados en trincheras. Los jugadores catalanes tenían claro el partido que debían trazar, y acabaron obligando al equipo de Quincoces a cerrar el encuentro, en la práctica, con nueve jugadores sobre el césped. Ya en el primer cuarto de hora el impulsivo Alsúa lesionó a Seguí en un fútbol sin sustituciones. El marcador lucía un 0-1 gracias al gol de Igoa a los dos minutos y se les antojaba tan oscuro el panorama a los locales, que Vázquez, aprovechando una jugada aislada, le asestó un codazo a Santa Catalina justo en la zona que tenía protegida por una peculiar escayola. Ahí empezó la historia, y a emanar sangre a borbotones de la cabeza del jugador puerto saguntino. «Acabé el partido con la camiseta más roja que los del Ginmástico» relataría con una sonrisa pícara el protagonista. A pesar de sufrir un sangrado tan aparatoso el jugador se negó con rotundidad a abandonar el partido, hasta el punto de intimidar al colegiado ante sus insistencias. Fue entonces cuando el gobernador civil, presente en el estadio, y la figura que en aquel mundo tenía toda la autoridad sobre los encuentros y espectáculos que se disputaran bajo su gobierno - más de uno provocaba triunfos durante los descansos -, ordenó que se parara el encuentro las veces que fueran necesarias para atender al futbolista.

A falta de un minuto para el final, un VCF encerrado en su área, encajaría tras un golpe franco el gol del empate. Por entonces los pupilos de Quincoces ya no tenían rumbo. Santa Catalina vestía de rojo luciendo una tez blanquecina, dando tumbos como un zombi, tras coleccionar negativas y soltar improperios a las peticiones de abandonar el campo. El equipo, sin Seguí, perdió toda profundidad en ataque. A pesar de su herida Nicolás entró al choque, recuperó balones y metió la pierna. Su sentido de la profesionalidad estaba tan arraigado que mientras le duraron las fuerzas su equipo, con uno menos, vivió embotellando al rival en su campo. Quizá por eso, por sus dotes supraterrenales, formó durante 77 encuentros consecutivos pareja en la medular con Puchades. No ha conocido el club un centro del campo más poderoso y temible que ese en toda su historia. Fue solo entonces, al finalizar un encuentro eterno, cuando utillero y médico se despojaron del temor a aquel hombre alto y testarudo para salir a la carrera y recoger los restos de un jugador que apenas se tenía en pie; Santa Catalina ingresó de urgencia en el hospital de Tarragona con tal pérdida de sangre que necesitó de dos transfusiones para salvarle la vida. Pero ni siquiera eso pudo con él, pues en la siguiente jornada, ante el Real Madrid, volvería a alinearse para ofrecer otro espectáculo sobre el campo. Aquel VCF se toparía otra vez con la desgracia de última hora en el Metropolitano del Atlético de Madrid; de nada le sirvió una temporada excelsa, con goleadas a Athletic, Barça y Madrid. Necesitando los dos puntos para ser campeón tuvo que encontrarse con un árbitro sospechoso que llevaría el encuentro a un 4-4 final que dejaría al equipo mestallero a un suspiro, por tercera temporada consecutiva, de ganar la liga.

La historia de Santa Catalina no fue mucho más halagüeña. A pesar de su excepcional rendimiento la evolución de Puchades, y la irrupción desde abajo de Buqué, pronto le pusieron en la picota. Aquellos elogiadores que le habían catapultado a la fama ahora le ponían como defecto las virtudes que antaño le regalaron. El debate caínita acabó imponiendo la necesidad de que a Puchades - que lo podía todo, decían - le hacía falta de compañero un jugador más fino, un creativo que diera clase al juego colectivo del equipo. Gonzalvo III fue el primero en apartarlo de la titularidad para experimentar con la teoría que se había impuesto en el entorno; fue una mera cobaya, hasta que Buqué dejó al Mestalla en primera y se enroló en el primer equipo para poner fin a una pareja de medios compuesta por un arrocero y un pescador. Puede que el de Santa Catalina sea el gesto más heroico que haya conocido este club, el jugador que más honró la camiseta que portaba. Quizá a la par de aquel otro que en Sevilla sobrevivió a un martillazo propiciado desde la grada. Nicolás murió en 2004, pero desapareció mucho antes. La larga sombra de Puchades le engulló, y los restos que quedaron de él fueron tapados por Buqué primero y por Pasieguito después. Santa Catalina abandonó este mundo sin que nadie le preguntara que pensaba de esos jugadores, él, que había sobrevivido a su propio orgullo, que causan baja por una leve dolencia en el tobillo. Quizá esa pregunta se responda sola al estar ante un tipo que prefirió jugarse la vida antes que dejar tirado a su equipo.

6 de març 2014

Barragán, ¿de dónde sales?

Barragán, de tanto querer correr, decidió abandonar el filial del Sevilla a sus 18 años para irse a tocar la guitarra en The Cavern Club; eran tiempos en los que el joven lateral era bendecido con una de esas etiquetas, en el ya lejano 2005, que le daban el rango de mejor talento en su posición. Pero sin saber muy bien cómo, el chico se encontró de repente en Valladolid dándole al timbal. En sus días en Liverpool contó con minutos de calidad y con la confianza de quien le había llevado a Anfield, pero Barragán, por entonces, se creía Cafú; y Cafú, que había vendido su paciencia en un mercadillo de barrio, decidió que no estaba para formarse en la élite acompañado de jugadores consagrados. Levantó el teléfono y le lloró a Caparrós – quien le conocía de sus años en Sevilla – para que se lo llevará de allí y poder así cumplir con sus expectativas. Las bofetadas que le ha dado la vida desde entonces nos deja ver a un jugador más templado, consciente de su realidad. Al nuevo Barragán, que no toleró tener que jugar partidos enteros de la Carling ni medias horas en Champions, ya no le importaba ser suplente de Pedro López en Pucela. Ni le importó pasarse meses en la grada, fuera de las convocatorias, en su estada en Valencia. Aquellas ansias que le llevaron al fracaso las perdió a base de golpes, que suele ser la única manera de aprender que tiene el ser humano. Como el que se llevó en A Coruña, topándose en apenas unas semanas con una lesión mal tratada y con la marcha del técnico que le había dado la confianza plena que reclamaba.

Una conveniente ristra de carambolas es la única explicación a que un tipo como él recalara en un club como este. Barragán sólo superó los 20 encuentros por temporada en cuatro ocasiones, y dos de ellas han sido en Mestalla. Pero para asuntos macabros, la definición que arrastraba Antonio en sus años mozos: 'disciplinado y con buena disposición táctica'. Un tiempo atrás hubiéramos dicho que tales atributos, como su paciencia postadolescente, debió venderlos en algún mercadillo para costearse el billete de avión a Liverpool. Pero llegó Pizzi y nos dejó sin una estupenda metáfora. Podía haberse tratado de uno de esos Fagianis que derivan en historias de terror que poder contar a los niños en noches de verano, pero ha sido con el 'Lagarto' con el que Barragán ha dejado de ser una lagrima sobre el césped hasta mutar en una especie Curro Torres. Ya ni se hacen bromas sobre él. La cruz que suelen arrastrar jugadores de su talla, sobre los cuales la gente deposita toda su maldad cuando los ven flaquear, es que luego se nos olvidan los elogios si los tipos nos cierran la boca a base de partidos. El lateral es el principal síntoma de que la doctrina de Pizzi funciona. El equilibrio dado al equipo ayuda a que barraganes como él olviden sus pintas gelatinosas para adquirir estados más sólidos con los que elevar varios puntos su rendimiento. Porque uno sabe que un equipo funciona cuando sus jugadores más vulgares rinden a un buen nivel. Y para conseguir eso mucho tiene que ver el arte de la sencillez, el de hacer lo que se sabe arropado por un grupo con el guión bien estudiado. Tal vez, para no sentirse tan extraño, ni hacernos creer que él también era un fichaje de inverno que llegó para revitalizar el roster, se plantó en Vallecas dispuesto a recuperar su viejo yo; al estilo de un yonki luchando contra el mono en sus primeras semanas de tratamiento.

Puede que Barragán se arrepienta de haber desperdiciado aquellos días bajo la disciplina de Benítez, o maldiga a los astros por arrancarle de su lado a Caparrós cuando mejor le estaban yendo las cosas. Esos tiempos de aprender y domar talentos Barragán los desaprovechó por querer ir más rápido de lo que estaba preparado; a sus 26 años se le notan esas carencias, pero aún así, el destino le ha devuelto al camino, a las órdenes de un entrenador que le cuida las espaldas y le hace partícipe de un engranaje bien ensamblado en el que predominan los méritos y las actitudes más que los nombres. Su transformación ha permitido dejar en la cuneta a todo un Joao Pereira, que debe haberse quedado encerrado en algún vestuario haciéndose fotos para el mundial. Si parecía imposible que el portugués perdiera el sitio lo era más esperar que lo hiciera en favor de Barragán, quien se ha destapado como un baluarte más en el juego ofensivo del equipo, aportando profundidad y mordiente a una banda que se había olvidado de lo que era penetrar en el área y poner balones en los pies - o en las cabezas - de los delanteros. Un VCF caótico y dado a la locura nos dejó ver a un jugador limitado y fallón, que ahora, en aras de la disciplina, se muestra correcto en la marca y aporta en el juego ofensivo. Así, de repente, sale de la nada para obligarnos a replantearnos nuestros propios dogmas y darle a la cabecita a ver cómo se explica que éste le haya metido una patada en el culo a su competidor para dejarlo sentado en la grada, en aquel asiento que parecía tener serigrafiado para los restos el nombre de Antonio Barragán.

4 de març 2014

¿Tenemos derecho a quejarnos?

Nadie vio sospechoso que los grandes de Europa salieran corriendo de las oficinas del Santos al intentar fichar a Neymar. Nadie sospechó de que sacos sin fondo como los del Bayern, Chelsea o Manchester City se cerraran cuando fueron a preguntar precio por el brasileño. Nadie sospechó que fuera el Barça, el último de los 13 equipos que lo intentaron, quien consiguiera ficharlo. Nadie preguntó ante las primeras informaciones - brasileñas - que hablaban de una comisión al representante más alta que el propio fichaje. Tuvo que ser un aficionado mal pensado, harto de no recibir respuestas, quien pusiera una demanda para destapar todo el pastel. A la demanda de ese socio cabreado se han adherido, por vergüenza torera más que por otra cosa, la fiscalía y Hacienda. Los dos entes que se supone que deben vigilar y entrar de oficio en asuntos como estos han ido a rebufo de un aficionado inquieto. Una vez saltada la liebre las reacciones no son más que surrealistas. El club se escuda en una conspiración madridista patrocinada desde Moscú, mientras su presidente dimite 'por asuntos personales'. Los entes deportivos con sus reglas kafkianas guardan silencio; menos el presidente del Consejo Superior de Deportes, quien sale acusando a la justicia de 'acoso desmedido a un club ejemplar', 'el equipo de Inesta, el hombre que nos dio la gloria del Mundial'. Tal base argumental también debería costarle al señor Cardenal una visita al banquillo, pero al de Moncloa para ser cesado. Hablamos de un fútbol que estafa, y ha estafado a Hacienda, cientos de millones con total impunidad.

De repente un bote de humo en un estadio se convierte en un homenaje a un club, que en cualquier otra latitud de Europa, hubiera sido sancionado de tal manera que lo que resta de campeonato lo hubiera jugado en el exilio. De repente las autoridades manejan a capricho horarios y sanciones creando un precedente tan injusto como peligroso. Pues nunca antes ni Federación ni Liga tuvo en cuenta 'el atenuante' de una 'afición ejemplar' para canjear sanciones por tributos haciendo siempre pagar a justos por pecadores. ¿Hay aficionados de primera y de segunda? Tampoco se puede esperar más de una competición que muestra indiferencia ante la agresión a un jugador y se pone ruda cuando el agredido es un árbitro. Ahí demuestran sus prioridades, como la de multar – recaudar – a un jugador de Segunda B por levantarse la camiseta en apoyo a los niños enfermos de cáncer. Sólo hay que ver los tipos que componen – y cómo trabajan – los comités de competición, más pendientes de cumplir con las fiestas de guardar que con su cometido. De presidente de la LFP tenemos a un tipo que fue confidente, mano derecha y abogado de Piterman en el afer Alavés, que se ha hecho rico instando a medio fútbol español a entrar en concurso de acreedores para ser su auspiciado, y que no aguanta dos minutos de hemeroteca sin que se presente la policía a preguntar por él. Ese personaje ha sido votado por los clubes, los mismos que firman indultos a presidentes condenados por corrupción y alzamiento de bienes, con orden de ingreso en prisión cursada – e incumplida –. Estamos ante un fútbol, y un país, en el que grabaciones a presidentes y capitanes confesando haber comprado partidos se guardan en un cajón para ser olvidadas. Donde autores como Ronald Reng relatan - con todo lujo de detalles - en sus libros cómo el Tenerife - Getafe, que dio el ascenso a los madrileños, fue comprado sin que nadie abra la boca; donde el presidente de la LFP acusa a clubes y jugadores de amaños sin presentar pruebas ni tomar medidas de ningún tipo. Estamos en el único lugar de Europa en el que la justicia no tiene abierto ningún proceso por compra de partidos, en un país que acepta - casi hasta institucionalizarlos - los maletines.

Vivimos en tal locura que hay que despreciar competiciones – ni que se ganaran todos los días – porque no regalan miles de millones por participar. Nos han convencido tanto que en el fútbol actual ya no se habla de ganar títulos, ni partidos, sino de ganar o perder dinero; de ganar dinero fácil, como si alzar un trofeo no repercutiera en tu economía a corto plazo. Tal es así que las ansias reivindicativas por un reparto televisivo más justo se apagan cuando el personal lee que su club pasará de ganar 42 millones a 60 - o de 12 a 30 - . De repente la desigualdad respecto a Real Madrid y Barcelona ya no importa, ni tampoco que el Rayo Vallecano ingrese la mitad que el VCF mientras éste mantiene su distancia de 82 millones con los otros dos. Lo que cala son los 18 millones de más que te echan como se le echa un cacahuete a un mono enjaulado. ¿Cómo se le puede tener miedo a la igualdad? Todo funciona así, como la nevera arbitral, que sólo se utiliza cuando se le perjudica al Real Madrid o al Barça y no cuando el agraviado, de forma escandalosa, es el colista de la liga. Díaz Vega llegó hace años para 'mejorar el estamento' y desde entonces no ha hecho más que empeorar el nivel de los árbitros, aplicando descensos y ascensos sin motivos deportivos, donde se usa el frigorífico de forma – nunca mejor dicho – arbitraria y a modo de coacción. Ya es imposible ver un partido de fútbol en el que el colegiado de turno no cometa errores de bulto.

Salvo la afición vallecana, la única que ha utilizado el estadio para arremeter contra los horarios y demás asuntos, casi ninguna otra ha mostrado queja alguna. ¿Qué derecho tenemos a quejarnos de dirigentes indignos cuando nos pasamos la vida votando a políticos corruptos 'porque son de los míos y los otros son  todos igual'? ¿Qué derecho tenemos a enfadarnos si no ganamos un título cuando hacemos Trending Topic las noticias que nos hablan del poco dinero que da jugar tal competición y lo molesta que es para poder jugar otra que reparte más euros? ¿Qué derecho tenemos a lamentarnos de Tebas cuando justificamos a nuestros propios presidentes ante cualquier mamarrachada? Y no sólo nos callamos, sino que lo consumimos y aceptamos con disciplina japonesa. Este es el único campeonato de Europa en el que no se protesta contra los estamentos que lo rigen. Los aficionados ingleses y alemanes llevan dos años usando la calle y los estadios para quejarse de los precios de las entradas (y son más baratas que aquí en el caso alemán) y de las decisiones de sus ligas en diversas materias, como la seguridad en los estadios. Puede que sea una tendencia cultural, puesto que en nuestra prensa latina se ha impuesto la dictadura de no mirar más allá de la banalidad para ahorrarnos pensamientos y críticas. No vaya a ser que se acabe el chollo. Todo esto no deja de ser una causa-efecto del modelo de sociedad que tenemos. Acrítica, sectaria y poco inquieta, demasiado dada a la comodidad y al mirar para otro lado 'mientras lo mío esté a salvo'. Simplemente tenemos lo que somos, nada más.

PD: En la foto, captura de trendsmap donde se mide qué se habla en twitter por países. Mientras el mundo mira a Ucrania aquí se habla de los Oscars.
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