27 d’ag. 2013

El VCF en el mundo árabe

Entre escenas que presentan caras desencajadas, gestos de victoria, temor o esperanza, en un mundo árabe salpicado de primaveras disfrazadas de guerras civiles, siempre aparecen camisetas de clubes europeos como si fueran una especie de blasón medieval en ufano intento de representar alguna cosa. En tal océano blaugrana con toques de Premier League raro es no ver alguna elástica del VCF a modo de nota discordante ante la globalización. Hace dos años un insurgente, AK en mano y con camisola blanquinegra en el pecho, abrió los informativos de todo el globo, orgulloso, explicaba a occidente la satisfacción de haber conquistado la mansión privada de Gadaffi. Poco después, en portada del USA Today, una foto relataba las protestas desatadas en Iraq contra el gobierno israelí a través de un manifestante ataviado de naranja valencianista.

Son pequeñas muestras de una realidad sorprendente, el VCF no está solo en los países árabes. Así lo corrobora Seef Hassan: «Tenemos miembros en Egipto, Palestina, Siria o Iraq (1), en todos los países árabes hay aficionados del Valencia (2)» algo que confirma Alem «sabemos de valencianistas en Daraa y Halab, las ciudades más castigadas por la guerra en Siria», Seef, más entusiasta, sentencia: «Los miembros de zonas en conflicto se olvidan de todo cuando juega el VCF porque les da esperanza». Ambos, desde Riad y Fez, dirigen la mayor fanpage en lengua árabe dedicada al club de Mestalla. Esta metáfora de la realidad valencianista, en desventaja y rodeados pero combativos y orgullosos, tampoco se libra del monopolio «Al-Jazeera sólo da noticias del Real Madrid y del FC Barcelona» se quejan en una especie de sorda reivindicación.

Todos ellos son seguidores de 'tradición', aunque hay historias curiosas como las de Yosri Gaddour, que en 2006 al verse obligado a participar con el VCF en un torneo on-line del Pro Evolution Soccer, empezó a interesarse por 'ese club' hasta abrazar la fe taronja. De momento Internet es el único campo de libertad que les queda para reunirse. Gracias a páginas web y foros han conseguido hilar una comunidad sólida que se extiende de Marruecos a los Emiratos, con el anhelo en un futuro de poder articularse en una peña. «La vida en el mundo árabe no está siendo fácil en la última década, no podemos hacer nada que rompa fronteras, como fundar una peña. Hoy en día juntarse en grupo es un riesgo, sobre todo por temas de seguridad» Nos explica Alem. En Iraq los aficionados al fútbol empiezan a ser objetivo terrorista, y la falta de democracia – o la baja calidad de ésta – en la mayoría de países árabes complica poder asociarse. «Aunque el día que podamos hacer algo así nos gustaría contar con la ayuda del club».

A pesar de todas las dificultades no han perdido su espíritu reivindicativo. Hace unas semanas iniciaron una campaña en redes sociales para que el Valencia CF añada el árabe a su oferta de lenguas en la web oficial. Bajo el texto: "Queremos que la web oficial del Valencia CF hable árabe, el Valencia CF tiene una gran afición en Oriente Medio y en el mundo árabe en general" colapsaron los perfiles oficiales de la institución, sin obtener respuesta a cambio. Seef cree que «merecemos que el club nos haga caso y nos hable en nuestra lengua. Siempre hemos estado y estaremos orgullosos de ser del VCF». El trabajo de ambos es encomiable. Alem, que estudia filología hispánica por culpa de su afición blanquinegra, se encarga de traducir la actualidad valencianista para los ocho mil miembros registrados con los que cuentan.

Las acciones del club en el Magreb y en los países del oro negro han sido tímidas. Más allá de los campus en Egipto y algún clinic en el Golfo Pérsico no se ha realizado ningún gesto destinado a la base de aficionados establecidos en un mundo que vive el fútbol europeo con intensidad, adquiriendo fidelidades a prueba de cualquier circunstancia, donde equipos como el FC Barcelona se erigen en reyes absolutos en un lugar donde la juventud está irrumpiendo con tal fuerza que empiezan a romper los rígidos y tradicionales modos de vida heredados. Mientras ese día llega ValenciaCF4Arab seguirá siendo el faro que irradie valencianismo en un mundo árabe con cada vez más puntos naranjas sobre su extenso mapa.

22 d’ag. 2013

El fútbol tras Fukushima

Tras dos años de reclusión y silencios el pasado mes de junio, rebotando entre montañas de tierra contaminada y camiones de trazas fantasmagóricas, se volvieron a escuchar golpes de balón y voces de niños en la frontera con la central de Fukushima. Mientras, en la banda, preocupadas madres ataviadas con medidores de radiación pintaban de simulacro un ritual que buscaba reencontrarse con la normalidad arrebatada, esperando el más mínimo síntoma para salir corriendo y refugiarse en unos hogares que se han convertido ya en una especie de prisión para la población civil. A las más de 16 mil víctimas provocadas por el tsumani se suman los 325 mil desplazados que generaron las fugas radioactivas de la central nuclear.

Desde el accidente, la actividad humana en un radio de 60 kilómetros se ha reducido al mínimo, obligando a la escasa población que todavía pervive a un encierro que está generando todo tipo de secuelas. Los pocos espacios conquistados saltan por los aires con la llegada de las lluvias, dando paso a una legión de agentes vestidos con trajes blancos que los vuelven a inspeccionar para asegurarse que el agua no ha traído consigo al temido enemigo invisible. En Nihonmatsu es difícil encontrar algo que hacer, lo que pervierte todavía más la situación que viven sus gentes. Los viejos rincones públicos se han convertido en cementerios de materiales contaminados, y los parques y campos de fútbol que un día dieron alegría a sus niños esconden entre sus penumbras pronunciados montículos de sedimentos radioactivos.

En las poblaciones evacuadas el abandono se apelotona hasta formar una estampa reconocible a simple vista. Los pocos clubes y escuelas que han conseguido evitar la desaparición solo existen sobre el papel. Itate tenía el equipo escolar más potente de Japón, algunos de sus integrantes contaban con potencial para asegurarse un futuro profesional, pero se han ido. Muchos para no volver jamás. Otros, hace dos años que no tocan un balón de fútbol. El miedo es palpable, el simple hecho de pisar tierra desnuda genera en muchos auténticos ataques de pánico, ya apenas queda polvo y alguna bota abandonada en recuerdo de un pasado que difícilmente volverá.

El temor paternal, fundado en un profundo sentimiento de desconfianza hacia unas autoridades que en el pasado frivolizaron sobre el peligro, dificulta que los niños puedan retomar sus vidas. Es la otra cara de la moneda, la que ha dejado a toda una generación de futbolistas japoneses perdida para siempre. El que un día fuera el mayor y más avanzado centro de formación de la federación nipona, cobijando a 300 de los mejores jugadores jóvenes del país, es hoy otro de los muchos cementerios que salpican ese manto nuclear en el que se ha convertido la prefectura de Fukushima. El emergente fútbol juvenil japonés, culpable de talentos como Kagawa, ha quedado severamente tocado en un país que empezaba a ver con optimismo el futuro de su selección.

Levantan los brazos al cielo, pero no para celebrar los goles de sus hijos, ni para protestar al árbitro por una mala decisión, lo hacen para que los contadores geiger comprueben la radiación en el aire. Minamisoma, junto a Nihonmatsu, es una de las poblaciones que tras dos años de paréntesis intentan recuperar la normalidad jugando torneos juveniles entre las urbes vecinas. La psicosis y el miedo siguen presentes, muchos niños no acuden o si lo hacen difícilmente vuelven con regularidad. Incluso para fomentar que los muchachos salgan de sus casas se han creado itinerarios revestidos de césped artificial, tapando el suelo que tantas pesadillas despierta.

Restaurar el fútbol, el principal deporte en la región, es el primer paso que quieren dar las autoridades para recuperar la normalidad entre una población infantil especialmente castigada. Aunque sea durante un par de días al mes, los niños vuelven a jugar con el entusiasmo de antaño, olvidando durante un rato que a su alrededor se levantan monstruosas montañas de radiación e incontables pilas de automóviles infectados. La reconquista de Fukushima empieza a construirse con un balón de fútbol.

20 d’ag. 2013

Aquellos días en la general de pie (II)

Puedes leer la primera parte haciendo clic aquí

En la Valencia de los gemelos de Rafaelbunyol, con sus cargamentos hortofrutícolas en forma de obsequio a los jugadores, de Españeta, o de Viola, Valdano tuvo la ocurrencia de soltar un día que aquello que querían era divertirse sobre el campo, y por ende, que la gente lo hiciera con ellos. Llegaba tarde, como siempre, pues eso era lo que hacíamos, aunque no necesariamente por el juego de toque horizontal que intentó implantar. En Mestalla encontrabas cualquier excusa para reírte o para montar una fiesta. Si los Riazor Blues te recibían con pedradas, intentando crear una agria confrontación, la respuesta de Mestalla era recibir al Deportivo en silencio y de espaldas. La seriedad tal vez nos alcanzó a partir de las jubilaciones irreales de Soler, con las mechas de Albelda (aquello fue lo más parecido a entrar en la Masonería), o en aquella denuncia que hizo que hermanos lucháramos contra hermanos.

Antes de aquello pasaban cosas como que Angulo sacara la lengua para celebrar los goles, en homenaje final a las gárgolas de La Lonja, confirmando en rueda de prensa que estaba “un poco” sancionado. O que Albelda en el palco - antes de hacerse mechas no iba convocado en muchas ocasiones - se guardara los pinchos de tortilla del catering en el bolsillo, celebrando su astucia con los presentes, como si aquello, en manos de un tipo con ficha millonaria, fuera una gesta merecedora de elogio. Un día Rielo dedicó la clasificación para la final de Copa del 95 “a la afición del Valencia, que es de puta madre” para tener que salir en rescate de un Paco Roig que llegó a cogerle gusto a aquello de acabar con un ojo morado.

En aquella ciudad singular había un tipo, 'el negro' Cáceres, con tan firmes convicciones que nunca cesó en su empeño de obsequiar a la parroquia con jugadas terroríficas. El muchacho llegó a desarrollar una especie de pase en parábola hacia su portero que en más de una ocasión estuvo cerca de convertirse en auto-gol antológico. Su técnica llegó a estar tan perfeccionada, que ante el temor de que lo pudiera conseguir, lo echaron del equipo evitando así que tuviera algo que contarles a sus nietos. Eran tiempos maravillosos, donde el presidente de turno salia disfrazado de capitán moro ante las cámaras de Canal 9 para hablarnos, lleno de betún, de cómo Cuevas y Del Nido nos habían jodido a Suker, aquel delantero del Sevilla que llegamos a tener fichado y que acabaron empaquetando rumbo al Real Madrid. Aquella deriva nos dejó por Cánovas buscándole novio a la hija de Ranieri, para casarla y que se quedara aquí, en lugar de perder su vida en un colegio italiano que nunca apareció. Cosas así ya no suceden, pero tal como no consiguió ver Valdano, divertirse, la gente se divertía.

Ante la calma actual, aquello representa un contraste brutal, tan bizarro que se publicaban entrevistas en las cuales nuestros dirigentes decían cosas como que los valencianos "éramos medio moros, limpios y aseados, no como los catalanes" en diarios de prestigio. Aunque, en general, en el periodismo de la época imperaba la seriedad. Carlos Urrutia era el profesional joven y moderno del momento, tenía un toque especial con sus invitados y un don para llevarlos hacia una atmósfera íntima, fuera Cañizares o Cortés, sabía dotar de elegancia y coquetería wilderiana la actualidad valencianista. Un periodista además que rezumaba valencianismo, sus narraciones de los partidos y los goles sabían a verdad. Era de quien se hablaba, la promesa que salió del programa de Insa, y que éste sí, recibió cantos de sirena de Madrid. Sólo una vez fue superado en directo en una inesperada confrontación verbal.

Urrutia trataba de mantener bajo el manto de la diplomacia a un invitado que dominó la contienda con intimidación, basándose en rozamientos perversamente cabales. Era nada más y nada menos que Teo Javaloyes, el líder con cerebro y sentido común de los Yomus. Una especie de David Bowie como Rey de los Goblins que sabía dominar a sus bestias y a la vez defenderlas de la opinión pública. Ciertos opositores dentro de la peña ultra hicieron pintadas en su contra, hasta dejarse caer en brazos del anti-rogismo mediático ensuciándose las manos con sus bastardas guerras y quedar desacreditado para siempre. Finalmente Teo decidió dimitir. Ni uno ni otro, por desgracia, tienen voces de verdad en el valencianismo actual.

Valdano siempre lució fijaciones y traumas un tanto peculiares. Que llegara tras Aragonés fue una ruptura demasiado pronunciada como para que el argentino acertara con la digestión. La esencia del Barcelona, el sufrimiento y el masoquismo, le hacía generar una riada de éxtasis ante los resultados. El Real Madrid era un gigantesco burgués que no esperaba menos que la excelencia. Mientras, el VCF hacía partidos brillantes y llenos de coraje que hablaban por un día de un equipo mejor que aquellos que tenían las salas de trofeos más nutridas, pero nunca acababa de ganar nada. La 95-96, con Luis Aragonés, Monte Picayo y su hija, tuvo mucho de ésto, de nadar para morir en la orilla. Al final el trovador de la pampa se erige como el grano de pus en la adolescencia, en un paso intermedio entre la niñez y la edad adulta, un paso intermedio lleno de estridencias y hormonas atacadas, en este caso disfrazadas de platanito copero con derrota útil.

Su cese nos regaló a Rinaldi y aquel 3-4 en el Camp Nou que sirvió para construir una superioridad generacional inequívoca, incontestable, con dos Claudios (uno de ellos repudiado por Valdano) que garantizaban triunfos ante aquellos que osaban creerse superiores a ellos. Aquella trilogía ante el Barça nos dio una patina de identidad que hacía decenios que había desaparecido, y que nosotros, ni siquiera sabíamos si había existido alguna vez. Fue la reafirmación de unos valores mantenidos desde la nostalgia del padre hundido en la barra de bar, que de repente, nos pusimos encima como quien se pone una chupa de cuero gastada para cantar "Sóis San Marino" como síntoma de que la adolescencia nos había hecho efecto.

General de pie norte era divertido e intenso, pero por el grado de animación general sur, con los Gol Gran (antigua Peña Lubos), era espectacular. Sus pancartas, con una base cultivada, eran siempre un referente, incluso a la hora de protestar siempre tuvieron arte para diferenciarse de sus vecinos de enfrente. Evidentemente, todo aquel que no haya pisado Mestalla antes del verano de 1999 ya nunca sabrá lo que es ver el fútbol de pie. Era una condición que te permitía una libertad salvaje. Era pues la época de las avalanchas light, esa práctica de celebrar los goles bajando a toda prisa los escalones del graderío hasta la valla de seguridad, o de subirlos si eras tú el que estaba abajo. General de pie era pequeño en sentido de espacio, daba poco margen a la acumulación de personas.

Era donde podías apoyarte en los 'quitamiedos' y descansar el cuerpo, dar golpes a la plancha metálica de publicidad para celebrar los goles de una forma más castrense y juvenil que un simple aplauso; donde llegado el descanso había problemas para encontrar un rincón donde sentarte y tomarte el bocadillo en paz, y donde ante el cansancio, los cambios de postura y la vorágine de los goles, lo más normal era el contacto y el calor humano. Era una suerte de grada joven, a veces algo familiar, a veces algo pintoresca, con una estética 'fuera de la ley', o de público de la Ruta del Bacalao, donde si ibas siendo un chaval, como era mi caso, todo alrededor parecía sacado de un lugar prohibido.

Quizá para los mayores acudir allí era su forma de volver a sentirse jóvenes, de reencontrarse con su juventud una vez cada quince días. Como ese abuelete que se juntaba por allá espontáneamente y repetía perfectamente cada grito que los Yomus soltaban a los jugadores. Una vez recuerdo que también uno de ellos recorrió media grada, abriéndose camino entre la gente, para partirle la cara a alguien que se había atrevido a meterse con el kit completo del Espanyol. Del que son muy amigos. Siempre quedó claro quién mandaba en aquella república popular, imponiendo por la fuerza y la intimidación sus ideales hasta implantar un silencio que más que cómplice acabó siendo de sumisión.

En cierta ocasión, un hombre que vestía chaleco, trató de reivindicar un puesto para la bandera cuatribarrada entre otras propias de la ciudad de Valencia, las que se relacionan normalmente con el equipo y el estadio, y lo hacía seguramente para conciliar la animación con la pluralidad del valencianismo, “yo doy un paso hacía tí, tú da un paso hacia mí". Un Yomus descolgó la bandera, esta vez, sin enviar a nadie a urgencias. El hombre apenas hizo un ademán de frustración, y decidió tomárselo bien. Allí mandaban ellos, como ahora, abandonados los recreativos y afiliados a Levantina, lo hacen en la Curva Norte, en esa que está al sur y que quiere escribir su propia historia a la vieja usanza.

(*) Guillermo Barreira és artista visual i director de cinema, dirigeix la productora Codebreaker Productions a Nova York. Esta és l'última part d'una serie d'articles sobre el VCF vist des de la general en peu al Mestalla dels anys 90.

15 d’ag. 2013

Estrena amb vestit net

Ahí, amb la seua menuda tenda de campanya i el seu carregament de provisions, com un líder soviètic, el nou president viu en la TV oficial, llest per a eixir davant el micròfon tant si és per a donar les gràcies a l'afició per organitzar insofribles cues a la recerca d'un passe – agraïts per practicar un anacronisme en plena era digital – com per a parar-li els peus al primer que intenta pujar-se-li a les barbes. El nou règim pareix haver entés la importància de comunicar fent ús dels mitjans propis (i aliens), transmetent missatges directes i optimistes, buscant la complicitat de la graderia en lloc de passar-se la vida esbroncant als seus a través de portaveus alineats.

Fins i tot per a vendre una Due Diligence que ens retrotrau a les cavernes Salvo es puja al cavall, com si el 27 d'agost no existira, parlant amb entusiasme de construir un nou matí. En l'afer Soldado ja va demostrar enginy a l'hora de donar-li la volta a les situacions complicades per a generar espirals positives. A risc d'eixir a colps d'un garbull peliagut va acabar ficant-se a la militància en la butxaca, soles va faltar comparèixer davant les càmeres per a soltar un “Que quede claro que no se va él, lo he tirado yo” per acabar d'embogir als fidels. Ni que feren falta ingressar 30 milions per a sobreviure un estiu més.

Encara no sent un home de futbol ha comprés de que va l'assumpte en just tres minuts, apolillant – més encara – a aquells que es van passar aferrats a la butaca des de 1994, que segueixen ahí, intentant trobar la tecla. Salvo ha exercit des del primer moment com dirigent d'un club esportiu en lloc de fer-lo com CEO d'una asseguradora, barrejant convenientment, i en menudes dosis, un poc de populisme, altre tant d'amor propi, sentimentalisme per ací, i una mica d'orgull per allà, que sempre ve bé, fins rescatar al VCF d'eixe calaix polsegós, a manera de càstic diví, al qual ho havien tancat.

Tal és així que la sensació general de pobresa ha quedat mitigada. A poc que Javi Fuego, Postiga o Michel es deixen créixer els pèls de les cames es confondran amb Van Basten, Matthäus o Gullit. Diu molt d'on venim que el més bàsic ens parega tan extraordinari, tan fora de guió. Encara estan a anys llum d'arribar a l'excel·lència, de collir èxits tangibles (els intangibles ja els van guanyar) i de mostrar realitats, però amb una simple mà de pintura han aconseguit traure's de la màniga un pis nou pel mateix preu.

Eixe intent de construir alguna cosa, el que siga, des de l'austeritat, deixant-se l'àbac al sotán i baixant al carrer a la recerca d'aliats en lloc d'aombrar el futur amb missatges tèrbols com recurs per assegurar-se la cadira, ha generat un brot de furor, que de rebot, està ajudant a un equip desmembrat per enèsima vegada, obligat a competir amb més força que mai amb tan pocs recursos com sempre. Fent “a intencions” el fitxatge de l'estiu. I a risc de passar de ser pichichi del mundial a quedar-se en Oleg Salenko, el xic ens ha regalat un estiu tranquil després de molts turmentosos.

No queden records d'un VCF que isquera en la primera jornada amb un vestit tan net i tan buit de rèmores del passat. Este reseteig institucional i esportiu, a l'espera de collir els seus propis vicis, derrotes, i també els seus èxits, dibuixen una estrena d'eixes que donen ganes d'anar a veure, encara que després no siga res de l'altre món.

13 d’ag. 2013

Aquellos días en la general de pie (I)

A estas alturas pocos se enredan en cierto pensamiento que fue más o menos claro hace años, más o menos fantasioso y loco, una anécdota para conversaciones de bar. Se trata del difuso paralelismo entre el VCF y la Selección española de fútbol de los últimos veinte años. Los dos tuvieron su momento de aparente madurez tras un largo pasado en el que habían cuajado sus ambiciones recorriendo un camino de guijarros a pasos descalzos. Era una sociedad nueva, una democracia que llegaba ya a la adolescencia, con una cultura de fútbol sólida en sus calles, puntera a nivel mundial, y con una lista de jugadores que merecían éxitos. Queríamos ganar vaya, queríamos merecerlo.

No obstante, tanto el club como la selección se atascaban con impedimentos imposibles, rocambolescos, operísticos, y terminaban en fracasos constantes. Los cuartos del Mundial del 94, el codazo de Tassoti; la final del agua; el arbitraje en Corea; Karlsruhe, Fonseca, Valdano; las cantadas de Zubizarreta; ... las cantadas de Zubizarreta. Ambos equipos eran un villano de película de James Bond: meritorios y ambiciosos, de gran lustre, un poco estrambóticos también, pero abocados irremediablemente a perder, a caer de rodillas siempre con el entusiasmo de la primera vez. Perfectos animadores de torneos, los que convertían en interesante la subida por la escalera de Real Madrid, Brasil, Italia, o Francia. Pero de repente, un día, rompieron la maldición, quizá para sorpresa del mundo. Y todos entendimos, con éxtasis más que con una sensación de oportunidad encontrada, que era una consecuencia lógica, ganada a través del tiempo.

En los albores de esta catarsis nacía el VCF global, el de aquellos goles de Champions que se oían más allá de la Avenida del Puerto, el que empezó a vender jugadores a precio de crack, y además, dijo basta, rompiendo con sus brazos al aire una capa de la atmósfera por mucho tiempo olvidada. De eso es de lo que se habla, y ahí es cuando gentes de todas partes del globo descubren la grandeza del VCF hasta hacerse aficionados. Algo así como el año 0. Pero quiero acordarme del precursor de ese punto de inflexión. Más que nada en cuanto a sensaciones, a la cultura del Valencianismo que, no nos equivoquemos, fue un padre influyente de lo que vendría después. Me atrevo a decir que fue la verdadera causa. De esos valencianistas que empujaban ese Seat Ibiza sin gas que era el Valencia CF, con un colega colgado al volante dándole a la llave desesperadamente, hasta conseguir por fin que el coche saliera rodando con la velocidad de un cohete.

Porque empujar un cohete está muy bien, pero empujar un coche de segunda mano acompañado de tus amigos porque te has quedado a medio camino de llegar a Bananas, o a The Face - en esa época los móviles daban pena - no tiene punto de comparación. Esos años molaban. Eramos pobres, inocentes, sin casi ninguna idea en la cabeza, pero con referentes marcados y una identidad a prueba de moderneces.

Aquellos que vivimos la segunda mitad de los 90 en el instituto, y los cinco años siguientes en la universidad, o también en el instituto, es decir, la generación que tomamos el testigo tras los primeros pasos de Tuzón, Hiddink y Espárrago, vivíamos con la ilusión de tocar el cielo, aunque nos la acabáramos pegando. Qué más daba. Somos la generación de la general de pie, la que vio llegar a los futbolistas canallas, nacer a Superdeporte y corretear a SuperRat por Mestalla, la que sufrió a los presidentes fantasmones y a los archienemigos de opereta de un Valencia que siempre acababa vengándose de ellos. Éramos la generación de la felicidad sin pretensiones.

Pisar la Avenida de Aragón y vislumbrar los puestos de pipas y bufandas te cambiaba la vida: durante dos horas sabías que volvías a ser un niño. Valencianismo era aquello que hacía tan épico esa mezcla de sensaciones que te regalaba ese equipazo que acababa por derrotarte el alma y destrozarte el corazón, para antes de recoger los pedazos y guardarlos en un trozo de tela, empezar a romperte el cráneo bolas de granizo yendo en pantalón corto, permaneciendo estoico en tu lugar cayera lo que cayera, esperando el momento siguiente, ese en el que Mijatovic empataba de falta con celebración que repetirías cien veces los domingos de tormenta. Hasta darte cuenta de que imitabas a un traidor y dedicarte a la vida perruna cual brasilero con flequillo.

Entonces llegaron los futbolistas-humoristas en la 96/97 para repetir la misma jugada que acababa mal, una y otra vez. Ferreira pasó de central a lateral, cogía el balón, se regateaba a uno, a dos, se crecía, la perdía a la tercera, patada por la espalda, tarjeta amarilla. Iván Campo no tenía que hacer mucho, sólo hacía falta verlo. Gabi Moya y sus paredes predecibles con Quique Romero. El cual era extraordinario para la diversión de la grada: ya lo hiciera bien, ya lo hiciera mal, nos reíamos.

Otero jugando haciendo como que jugaba al golf mientras hacía cola para entrar al Foster`s Hollywood, Iván Campo comiendo con el pie izquierdo subido a la silla en el Vips. Leandro haciendo el murciélago. Leandro haciendo el perrito. Leandro haciendo el perrito en el Calderón. Las danzas africanas de Viola, su corte de pelo con la senyera, los cánticos de los fondos y el brasileño moviendo los brazos para animar a la afición. Luego llegaría Carew para alquilar películas porno en el videoclub de mi amigo. Aquel equipo era fantástico de lo malo que era, pero nos lo pasábamos bien viendo sus resbalones o su torpeza con el balón en los pies.

Aquellos dejarían el humor para hacer hueco a chicos de barrio, a Juanfran llorando en la cama porque Ranieri le había echado del entrenamiento, para luego, correrse la banda del Camp Nou, rampa incluida, ayudándonos a remontar un 3-0 que fue un 3-4. Farinós, el que se hacía pajas al final del autobús en las excursiones del colegio, el que veía los partidos junto a los Yomus, acabó haciéndose unos tiros en la portería del gol norte durante los descansos de los partidos, regalando balones al público, retirándose abrazado al hombro del peluquero. Valencia 1 Celta 2, falta para el Valencia, Dutruel, chulo, sabe que la vamos a colgar, se adelanta para anticiparse, y deja la portería vacía; Mestalla ya estaba medio vacío, lleno de decepción, pero los que nos quedamos se lo gritamos, “eh, Farinós, chuta a puerta”. Farinós, como los buenos amigos, tardó un segundo en comprenderlo y chutó la falta a puerta vacía. Era el último minuto, 2-2.

Eran momentos donde las pequeñas cosas adquirían tamaños gigantescos. Eramos felices no teniendo nada, pero sin perder la esperanza de hacernos ricos, como forma para endulzar aquel tránsito. Durante el último partido de la temporada arrollamos al Mallorca, gran encuentro de Anglomá. Nadie entró al vestuario esperando que llegaran noticias de Balaídos: Eramos de Champions. Los jugadores saltan, la afición crea un follón, el Piojo recorre la banda con una senyera agarrada con el puño, volando al viento.

No queríamos irnos a casa. Nos quedamos todos en la Avenida de Suecia. Habíamos venido a cantar, a hacer cualquier cosa, y sobretodo a agradecer a aquellos que habían sido responsables de todo aquello. En cuatro días esperaba Sevilla, el sueño hecho realidad, el mayor orgasmo generacional jamás conocido. Cuando una masa de aficionados desatados iba adquiriendo forma Morata fue el primero en levantar su micrófono y reportar en directo para la radio, y ahí empezó todo: "Morata, canalla, fuera de Mestalla".

Puedes leer la segunda parte haciendo clic aquí

(*) Guillermo Barreira és artista visual i director de cinema, dirigeix la productora Codebreaker Productions a Nova York. Esta és la primera part d'una serie d'articles sobre el VCF vist des de la general en peu al Mestalla dels anys 90.

6 d’ag. 2013

El VCF davant el mercat de fitxatges

“És sorprenent observar com l'any al qual entra en vigor el Fair Play Financer el futbol s'ha tornat més boig que mai”. Deia la passada setmana Arsène Wenger. El francès, caricaturitzat per la critica com un científic tancat al seu laboratori fabricant complicats i equilibrats pressupostos financers per a mantindre a ratlla la despesa salarial de la seua plantilla, contribuïa al show trencant amb la seua moderada pose oferint 40 milions de lliures per Luis Suárez, davanter del Liverpool.

El campionat anglès està vivint el seu moment feliç, els més de tres mil milions d'euros a repartir per drets televisius entre els seus clubs – amb patrocinis a l'alça – ha propiciat que entitats com el Norwich o el Southampton puguen gastar 15 milions d'euros en adquirir potents davanters, o jugadors que els donen el salt de qualitat necessari al mig del camp. Esta pluja d'euros ha dut a la seua classe obrera a unflar el mercat europeu, mostrant-se com els més actius a l'hora d'importar talent a la Premier League en detriment de campionats com l'espanyol o l'holandès, que han viscut este estiu una fugida de talent sense precedents. Només el Cardiff City, un recent ascendit, ha gastat ja 30 milions d'euros en jugadors, xifres inassolibles per al 98% dels clubs espanyols.

Encara que el focus no cal centrar-lo únicament a les illes. El sempre assequible mercat francès comença a convertir-se en un calador més elitista i refinat, només al abast dels grans clubs. La Ligue 1 ja és la segona lliga que més inverteix en contractacions, només per darrere de la Premier League. I encara que cada vegada ven a l'exterior menys talent ha generat 130 milions en traspassos, molt lluny dels 383 que ha ingressat la LFP. Dos dels seus millors joves, Pierre Aubameyang i Younès Belhanda han deixat l'hexàgon per 14 i 12 milions respectivament. Xifres de mercat només assequibles per a unes poques entitats a Europa fora del mercat britànic.

Encara que lluny de quedar-nos amb el PSG o el Mònaco, clares evidències, la realitat de la lliga francesa és més bé positiva. La majoria de les seues entitats estan en mans de grans fortunes, i equips tan tradicionalistes com l'Auxerre – actualment a segona divisió – fou comprat esta primavera per un fons de capital àrab, amb seu a Luxemburg. Este fenomen, al costat dels nous arenes que estan construint de cara a l'Euro 2016, fa pensar que el campionat gal es convertirà a mig termini en un dels més potents del panorama europeu. Entitats com el Lille ja poden permetre's pagar fitxes de 3,5 milions nets als seus millors jugadors.

L'amenaça del est

Els 315 milions que ha generat la Sèrie A en fitxatges es concentren en apenes quatre clubs: Juventus, Roma, Nàpols i Fiorentina. L'equip viola s'ha permès el luxe d'invertir 15,5 milions en Mario Gómez, i l'entitat napolitana, després de la pèrdua de Cavani, ha llançat la casa per la finestra. Encara que realment els grans beneficiats de l'enfonsament del futbol espanyol e italià han sigut els campionats del est. En una hipotètica classificació de lligues més gastadores Ucraïna es situaria 6ª al panorama europeu amb els seus 110 milions invertits – Rússia 7ª amb 108 milions, a l'espera d'altre cas Hulk –, no massa lluny dels 240 gastats per la LFP o els 214 de la Bundesliga.

A Rússia, Ucraïna o Turquia - On militen ja 25 exjugadors de la lliga espanyola - ja no soles recalen aquells jugadors de classe mitja que no fa molts anys engreixaven les plantilles dels xicotets de la Lliga BBVA o del calcio italià. En este canvi de tendència, on França es consolida com a comprador i Espanya com a venedor, l'influència dels clubs del est al sobrecost del mercat de fitxatges contribueix a la dificultat que troben entitats de competicions deprimides per a contractar talent. Encara que els ve molt bé per a ingressar via traspassos uns diners que els solucionen pressupostos deficitaris.

Dits campionats emergents estan aprofitant la crisi per a igualar-se en qualitat i atractiu amb els fins ara invencibles veïns de l'altre costat del mur. I no soles contracten bons jugadors de lligues tradicionalment exportadores com la portuguesa o la brasilera, a més estan aconseguint atraure el rebuig del grans clubs occidentals. Jugadors com Drogba o Sneijder s'han vist seduïts per la capacitat econòmica d'estes entitats davant la impossibilitat de que ningú fora d'Anglaterra puguera sustentar el catxé que s'han guanyat a pols al terreny de joc durant la seua carrera.

La pedrera és l'únic recurs que queda

Encara és prompte per a aventurar com serà el futur futbolístic de lligues com la Sèrie A o la LFP, encara que immerses en l'actual crisi, de la qual molts adverteixen que serà difícil que puguen eixir si no escometen profunds canvis en el seu model de gestió, és més que evident que els eixos de poder estan canviant, allunyant-les del seu tradicional centre d'influència. Els seus segons graons ja no poden competir econòmicament amb els seus semblants europeus, ni tampoc amb altres considerats tradicionalment inferiors. El creixement dels campionats veïns, al costat de l'emergent Europa oriental, ha acabat per reduir al mínim el seu ràdio d'actuació al mercat de fitxatges.

A Itàlia ja és habitual la multipropietat de jugadors. Entitats com l'Udinese, en mans dels Pozzo, és el gran capdavanter d'un sistema cada vegada més estés al país de la bota. A Espanya els fons d'inversió com Doyen comencen a exercir un poder de seducció massa perillós en entitats que encara no han acceptat la seua realitat.

A falta de solucionar les seues penúries financeres a estos clubs soles els queda el recurs de la inversió en pedrera i la recerca de talents cada vegada més joves en competicions menys competitives. I tanmateix, no estan exempts que potencies compradores assequen els seus graners davant la possibilitat d'adquirir talent a un cost tan baix. La fugida de cervells de la LFP no només es limita a jugadors consolidats, més d'una vintena de canterans també han emprès el viatge a la Premier League als últims dos anys. L'Europa de tres velocitats ja és una realitat al món del futbol.
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