1 de des. 2014

Nos vamos

Iniciamos nueva etapa con nuevas propuestas, así que si nos tenéis en favoritos, en algún RSS o feed de noticias tendréis que ir cambiando la URL para no perdernos de vista. Ahora nos veremos por aquí thebarraca.wordpress.com

28 de nov. 2014

Espanyeta de oro y brillantes


Ya apenas se le ve. La de 2009 es en la última foto oficial de club en la que aparece; hace años que no viaja lejos de Mestalla, e incluso allí su función ya se antoja más simbólica que útil. «Tengo unas ganas locas de que hagan la nueva Ciudad Deportiva, esta se nos ha quedado pequeña» se le escuchó decir en una ocasión, cuando el VCF era una inmobiliaria, mientras posaba rodeado de botas arrugadas y botes de grasa de caballo. Aquel es, era, será, su feudo, desde el cual se le ve danzar bajo los restos de un gobierno que se extendió durante más de cinco décadas. Aunque ahora, Bernardo España, a sus 76 años, sólo reina. Su trono en el estadio, esa silla blanca apartada del banquillo, nos habla de su nuevo rol. El trabajo duro y los trajines del cargo quedaron reservados para los jóvenes, sus pupilos en estos tiempos de recogida, herederos de un Espanyeta que se erige inmortal; que creemos infinito.

«Quizás me lo deje el año que viene o el otro, ya va tocando» anunció mustiamente en 2003. Si sigue es por obligación; sus cansados huesos, su salud, su mujer, sus cicatrices, le gritan lo contrario. Porque visitar su carácter es lo que hay que hacer para obtener la respuesta a este tiempo extra, ya que fue preparando su retiro cuando descubrió que había estado fuera del sistema durante años, quedándole como amargo premio a una vida de sacrificios una pensión que amenazaba miseria. Se habían aprovechado de él; porque él jamás había pedido nada. Y ahí, tras ese producto de animación que con insistencia nos han querido vender, es donde se esconde la vida perra de un tipo que gastó las noches en la lectura para ocupar el vacío que quedó ante la ausencia de vástagos, el empleado fiel al que se le veía acompañado de una linterna deambulando por los campos adyacentes en las negruzcas tardes de invierno en aquella Paterna primitiva, en rescate de los balones que huían del entrenamiento.

En la misma habitación en la que posaba, desde la cual desveló ante las cámaras que los autógrafos que se lleva medio mundo salen de sus manos, descansan sus raíces tras décadas de estancia. Fue entre esas cuatro paredes donde luchó diariamente contra más de sesenta pares de botas y otros tantos balones, dejándolos pulcros y listos para que el joven millonario no tuviera queja a la mañana siguiente, y aún así, Aristizábal no consiguió meter nunca un gol; todo al precio de emprender a horas tardías el regreso a casa, cuando la humanidad, ya recluida en el hogar, lucía pantuflas con batamanta. Sí, tras la actitud festiva que con constancia esnob se ha querido vender de Espanyeta se esconde un trabajo ingrato, sin horario, con jornadas que se antojan siglos, y todo por muy poco, por casi nada, por cinco minutos de folclore al año como si eso bastara para sacarle de la esclavitud laboral en la que estuvo viviendo.

Bernardo España es un tipo más avispado de lo que se quiere creer, sabe más de lo que dice y calla casi todo lo que sabe, escondiéndose bajo sus menudos pasos la historia real en medio siglo de club. Porque este cortesano regordete, además de utillero, ejerció de confidente, de apoyo y hasta de amigo, faceta que el propio personaje se encarga de recalcar el alto precio que demanda por ella, «sólo tengo cuatro amigos en el fútbol, pero son como hermanos» espetó con reiterado orgullo siempre que le entrevistaron. Uno esos agraciados se llama Kempes, al que en cierta ocasión le cobró un cheque de 100 mil pesetas imitando su firma – habilidad que le viene de lejos, como si en otra vida hubiera sido un Frank Abagnale cualquiera –, con el Matador en la puerta del banco esperándole, incrédulo, de que fuera capaz de tal hazaña. Como premio, el argentino le regaló la mitad del botín. Como premio, Di Stéfano, que fue el padre entre tanto hermano, ejerció de padrino en su boda.

Quizá esa predisposición a ser sustento en la sombra fuera lo que atrajera a futbolistas de todas las épocas para confiarle sus bienes más preciados. Ocupó el cargo de 'maestro' para con Suso Pitarch, con el que practicaba jerga jurídica cuando éste cursaba estudios de abogacía. Hasta Mijatovic le confió la custodia temporal de un Rolex de tres millones de pesetas que afirma haberle «provocado taquicardias». Sin vacile alguno, Espanyeta también fue utilizado como mula de carga, por ejemplo, en las mudanzas de muchos jugadores, recibiendo en demasiadas ocasiones una simple palmadita a modo de agradecimiento, y también, pero ya las menos, alguna simpática prima.

Ahora, sobrepasado el medio siglo en el cargo, con diez años de más para evitar la ruina, le llega el verdadero homenaje en forma de insignia; quizás tarde, quizás de forma poco sincera y más como excusa para entregarle otra a otros, qué más dará, es justa en definitiva, recuperándose con ello una tradición que había quedado en el olvido, esa de agraciar con estas cosas a los empleados que hicieron historia en la institución a costa de dejarse en ella muchas cosas; unos la salud, otros incluso la vida, y todos sin pedir nada a cambio más que tener la satisfacción de haber servido.

Parece difícil condensar la esencia de una entidad con casi un siglo de vida en un hombre de metro sesenta, pero en este caso, cabe, porque él está dispuesto a seguir dándolo todo aunque ya no le quede nada, porque para Bernardo España, el Espanyeta real, no esa impostura que se encargan de meternos por los ojos en cada sarao público, «el Valencia lo es todo, es mi vida, mis recuerdos, mi pasión, el día que me lo quiten, me muero». Ya apenas se le ve; pero sigue estando ahí, como el propio VCF.

21 de nov. 2014

Ciudadano Pierrick


«¿Habéis visto jugar a ese chaval de 18 años camerunés? Tiene un olfato de gol impresionante, un crack que debe subir al primer equipo ya». Haciendo arqueología por la red se encuentran comentarios como ese sepultados por el olvido en foros inactivos; hoy, sin embargo, averiguar la vida de Pierrick siguiendo su huella digital es toparte con su perfil en Badoo donde lejos de relatar goles y peripecias de delantero internacional le encuentras afirmando que «quiero chatear». Ambos  eventos se señalan desde los extremos, separados por toda una vida que ilustra cómo el joven delantero del Mestalla pasó de estrella emergente en 2008 a pizzero ocasional en la actualidad.

Parece ser que la pasajera efervescencia siempre acompañó los designios de este muchacho, al que puedes encontrar durante las matinales del sábado en el río, compartiendo camiseta con el Nzalang Valencia, ese curioso equipo compuesto por la disidencia ecuatoguineana residente en la ciudad, o, enrolado con la selección local de Camerún jugando torneos amateurs de combinados africanos que enfrenta a inmigrantes afincados de cruces para dentro; como la festividad de San Vicente. Y todo ello compaginándolo con sus peripecias en el Paiporta, desde el cual pasea su potencial por la regional preferente; allí donde se guardan las esencias del fútbol romántico escucha como el «tío, si tú no marcas, ¿quién lo hace?» es el nuevo «¿habéis visto jugar a ese chaval...?» en su versión comarcal.

Pero la historia de Pierrick es una historia mil veces narrada, la de un talento que lo tuvo todo a temprana edad y se quedó en nada llegada la madurez. Aunque él, cuando le preguntas, prefiere desgarrarse por Koeman, «Con Quique subí al primer equipo, pero cuando llegó Koeman dijo que no quería canteranos y me devolvieron al filial» donde empezó a encadenar una serie de cesiones sin fin que laminaron su futuro, episodio que el jugador resume con un lacónico «lo pasé muy mal». Quizás los más memoriosos sepan de él, ya que fue la estrella, el referente, de aquel juvenil dirigido por Óscar Fernández que ganó la liga, y nadie mejor que Pierrick Dipanda para ilustrar el infortunio que persiguió a aquello chicos tras la conquista, dejándonos a los pocos que siguen calzándose botas de fútbol localizados en campos de tierra o en las catacumbas de ligas exóticas.

Aunque el habilidoso delantero, hoy, no puede reprimir cierto grado de envidia al ver como adquirió la cantera un protagonismo que en su época sólo era un anhelo utópico, «si fuera ahora estoy convencido de que me hubiera ido mejor, ahora sí se cree en la cantera y se le tiene en cuenta», suelta en un sollozo disimulado.

De ello estuvo cerca nuestro amigo, de seguir los pasos exóticos como tantos otros de su misma camada, si no hubiera sido porque perdió la carpetita donde guardaba el visado, el pasaporte y los contratos que le hubieran llevado hasta la segunda división india, un aspecto, este del descuido y la dejadez, que ya le costó un suculento fichaje en segunda con el Castellón, cuando su coche le dejó tirado a mitad camino y no osó siquiera avisar a La Plana, quedándose los orelluts compuestos y con el contrato por firmar. Quizás estuviera predestinado a la extravagancia desde que compartiera habitación con Miguel Brito durante una pretemporada, extraña mueca del destino; por eso acabó dando con sus huesos en ese Alzira pudiente que reunió en un mismo once a Pierrick y Félix Ettiene como buscando el pase a la categoría de plata para acabar encontrando el descalabro en tan mareada aventura.

Decíamos que la siempre pasajera efervescencia pareció acompañarle eternamente porque algo así ya le ocurrió con apenas 14 años, cuando aterrizó en Europa reclamado por el Real Madrid. Teniendo a sus familiares más próximos en Valencia el club blanco le envió al Don Bosco – filial madridista – para que tuviera apoyo familiar, pero el asunto acabó en desamor para verse tres años después con la oportunidad de engrosar la escuela del VCF. Su paso por Paterna sigue siendo un recuerdo dulce, aunque no sin ausencia de reproches personales, «sigo sin entender qué ocurrió, estaba convencido de que iba a triunfar en el Valencia», dice; y tal vez fuera eso, creérselo. Tal vez, no supo digerir el interés de Arsenal y Barça tras ganar el campeonato juvenil; tal vez tampoco supo entender ese traicionero y fugaz escarceo por los focos que suelen arrastrar a muchos jóvenes talentos a la perdición, cayendo en la noche y el fantasmeo que ineludiblemente acompañan a estas cosas.

Una vez más, quién sabe si por última ocasión, los vientos del destino le cerraron con crueldad otra puerta abierta cuando teniendo la ocasión de recalar en el opulento fútbol chino un cambio de entrenador, de nombre y de todo en el Hubei Huakaier le devolvió de bruces a su modesta realidad en el Paiporta CF, donde continua esperando que la vida le devuelva algo de lo que le llegó a poner en la boca a modo de caramelito. Mientras llega, si ha de llegar alguna vez, sigue viviendo con sus tíos, compaginando su espera balompédica con cameos laborales descargando camiones de fruta o ejerciendo de pizzero. «Creo en mí. Sé que si me dan confianza puedo llegar a donde sueño. Soy joven. Aún no es tarde» dice un muchacho que llegó a ser comparado con Samuel Eto'o; empujado al mundo del balón gracias a que su primo la rompió en el torneo alevín de Brunete, donde un ambicioso representante preguntó a sus parientes si tenían otro hijo como ese, «tengo un sobrino, y es mucho mejor» dijo su tía; y aquí está hoy Pierrick, intentando encontrarse.

31 d’oct. 2014

La perra vida de Andrés Balsa


En aquel pequeño vestuario los chorreones del fracaso descendían por las paredes sobredimensionando los ecos que llegaban desde fuera, las voces, que bien sabía él cuales, entraban a poner el último clavo en su ataúd. Siempre fue así, pero en dicha afrenta ya no estaba en la cima, sino despeñado, recogiendo a tientas sus restos a los pies de la pirámide y plenamente desvalido ante los acontecimientos. Como una pequeña burla, la esponja lanzada por su entrenador hizo un requiebro en el aire antes de estamparse en la lona y firmar la capitulación, no sin antes dejar un pequeño 'chof' ahogándose entre el griterío de la multitud. Eran tiempos en los que la toalla todavía no formaba parte del ritual del boxeo, momentos en los que las veladas necesitaban de plazas de toros y estadios de fútbol para cobijar a tanto partidario. Andrés Balsa apenas aguantó dos asaltos ante Xosé Santa, un portugués enclenque que venía de sparring, de pieza para que Hércules se diera una alegría, pero ni así. Todavía pesaba el KO ante el belga Humbeeck de días atrás, y mucho más pesaban sus 40 años de carne y músculo, las secuelas de décadas de gloria en las que llegó a ser de los mejores, y que allí le dijeron que se había acabado. Su cuerpo ya no aguantaba más.

En realidad, nunca antes le importó lo que dijeran de él porque aun siendo el mejor nunca le dijeron nada bueno, pero dolía, sabía que en esta ocasión decían la verdad: «ya no sirve para el boxeo». Balsa, desde niño, aprendió a ejercer de ariete ante la adversidad. Se le caían los dientes de puro hambre allá en su Mugardos natal, hijo como fue de un humilde labrador y nieto de madre soltera en tiempos del XIX, suficiente cantera para construirse una coraza y hacer vida ante un mundo que casi siempre se le mostró cruel, con él, con sus dos metros diez de estatura y con sus ciento veinte kilos de peso. Un gigante entre tallajes de 1'60 y torsos con las costillas por fuera. Normal que acabara huyendo, de él mismo, de la gente, de esa Galicia tétrica que expulsaba paisanos en oleadas como si pretendiera repoblar ella sola Sudamérica. Un mozarrón como éste no tenía otro destino posible que la marina mercante, donde se enroló, en la cual, desde las cubiertas de aquellos barcos, aprendió a luchar y a protagonizar escaramuzas nocturnas con narices rotas y manchas de sangre como entretenimiento en los impasse habituales de tan largas travesías.

No es de extrañar pues que en 1915 ya arrastrara fama y fortuna. Mientras Europa se desangraba en la Gran Guerra él iba saltando de ring en ring de Cuba a México, de México a Argentina y de allí a Estados Unidos. Encontró el sentido que siempre le buscó a un físico tan exagerado. Pero era una gloria agridulce. Su forma de bailar sobre la tarima era poco ortodoxa, abono para burlas, «carece de toda técnica» eran las coletillas habituales que acompañaban a sus triunfos, incluso aquí, a miles de kilómetros de distancia, sus éxitos llegaban apostillados con las mismas palabras. Las victorias de Balsa venían por aplastamiento, por golpes secos y duros capaces de tumbar a cualquiera que se interpusiera entre él y el saco de dinero que se granjeaba el campeón de aquellas noches regadas en humo, sudor, y alcohol.

Fue un combate del que todavía hoy la prensa americana escribe, fue en Nueva York en 1921, llegó para disputarle el titulo mundial de los pesos pesados a Jack Dempsey, granjeándose una derrota con tal sabor a triunfo que el magullado americano le suplicó que fuera su entrenador. Fue el momento más alto en la carrera pugilística de Andrés Balsa y también el inicio de un descenso fulgurante que le llevaría en 1926 a recluirse en aquel pequeño vestuario por el que descendían los chorreones del fracaso tras una sonora humillación, donde rubricaron su retiro tras abrir la puerta y decirle que se marchara para no volver jamás.

Por entonces ya hacía rato que el Hércules de Mugardos se había fijado en esa nueva disciplina deportiva que iba infectando a las masas, conocida como foot-ball. Por lo que su colgar de guantes no resultó un retiro tan osco como se hubiera imaginado en un principio. Desde su gimnasio en Vigo, anunciándose como profesor en cultura física y entrenador, dio el salto al Celta. Quién sabe si Andrés Balsa fue el introductor de la preparación atlética en el balompié local, la cosa es que por entonces era impropio del balón de cuero dedicar tiempo a entrenar el cuerpo. Sus métodos eran tan efectivos que el grato nivel de sus jugadores ayudó para hacer la transición de preparador a míster. Allí a penas duró temporada y media a pesar de ganar el campeonato gallego, pronto le reclamó el Deportivo, el cual acabaría humillándolo por pura avaricia de su presidente. Decían de Balsa que era demasiado bueno para este mundo, que debió perder la malicia de tanto puñetazo, quizá por eso, o quizá por una nostalgia mal entendida, compaginaba el banquillo de Riazor con espectáculos circenses en ferias y pueblos. Igual le veían eliminando al Oviedo en la Copa que tumbando a un becerro de un golpe de brazo en una plaza de toros.

Galicia parecía odiarle. Como un hueso de aceituna de la boca de un gigante volvió a salir despedido de su tierra deambulando durante un tiempo por los banquillos de primera, como buscándose sin acabar nunca de reencontrarse. El valencianista curioso le conoce muy bien, sabe de él, aunque no sepa su nombre. Sí, Balsa es ese tipo corpulento, exageradamente grandullón, que vemos con chaqueta clara, u oscura, en las fotos de los exitosos años 40. Llegó rebotado a un Mestalla inmerso en su etapa más efervescente tras la final del 34, la ansiada final de copa que llevaba buscando el club casi desde el mismo día en que se fundó y que acabó en polémica derrota ante el Real Madrid. Y allí permaneció durante poco más de una década porque en sus manos depositó el VCF su primer proyecto millonario, sus primeros fichajes de relumbrón y chequera, con la única intención de convertir la derrota copera en un éxito duradero. Pero el Balsa entrenador era acusado de lo mismo que el Balsa boxeador, «carece de toda técnica». Su desconocimiento táctico y un tiempo convulso que derivaría en guerra convirtieron en decepcionantes sus dos campañas oficiales al frente del equipo. «El fé-cé necesita algo más que al bueno de Balsá» canturreaban las críticas por la ciudad.

En un estadio que acogía tantos mitines como partidos, en una capital que parecía un hormiguero alterado con gentes por todas sus arterias corriendo de un lado para otro soltando proclamas, la fidelidad a la República del gigantón galaico le ayudó a conservar el puesto en un VCF de limbo, en una época tan poco documentada como borrosa que en demasiadas ocasiones ha sido saltada por la historia con una recurrente frase, 'y entonces estalló la guerra', con la que justificar el silencio sobre aquellos años de entrenadores invisibles – oficialmente Balsa sólo entrenó 2 temporadas al club, pero en realidad fueron cuatro – de presidentes borrados por republicano, y por competiciones ignoradas como la Liga Mediterránea y la Copa de la República, en las que aquel club que se fundó con vocación de grande luchó por la gloria quedándose a las puertas de ambos entorchados.

Ya por entonces la institución permanecía incautada, bajo los designios de sus empleados y jugadores, y allí, casi sin quererlo, lucían nombres que poco tiempo después se consagrarían en mitos, Cubells, Colina..., como si fueran juveniles enfundados con la camiseta del filial esperando el debut de la posguerra. Y también ese hombre anónimo que responde al nombre de Andrés Balsa, en cuyas manos se moldeó el físico y la potencia atlética sobre la que se apoyó el Valencia de la delantera eléctrica. ¿Qué fue de Andrés Balsa? Poca cosa  más se sabe de él. Ocupó un puesto en el cuerpo técnico desde la posguerra y hasta 1946, a partir de ahí su nombre se desvanece en la noche de los tiempos. En un club de República dirigió al equipo en giras, amistosos y competiciones, participó en soflamas, de las muchas que tuvieron en Mestalla su escenario en años de guerra, fue padre y amigo para aquellos muchachos de pueblo que formaban aquel equipo que vio perder a varios de sus referentes porque eligieron colgar las botas y coger el fusil, para no volver jamás.

Así anda alguno todavía, perdido en medio de la nada esperando que rescaten sus huesos del eterno olvido que dan las cunetas y los espacios abandonados. Como al pobre gallego, recordado aún hoy en América por la literatura gracias a su combate ante Dempsey, campeón mundial ininterrumpidamente durante seis años, que ganó de pura chiripa aquella noche del 21 gracias al error de un gigantón gallego de dos metros diez al que nadie recuerda en su Galicia natal. Dicen que en sus últimos años le vieron deambular por ahí, exhibiéndose en alguna feria para poder ganar alguna que otra peseta con la que recordar que hubo un momento en su vida en el que vivió en la cima del mundo, incluso metido en la piel de un gladiador en alguna película de fama, desde donde les miraba a todos esos que ahora iban a lanzarle monedas como quien le tira un cacahuete a un mono enjaulado. Un momento, así se puede resumir la historia vital de este hombre, por momentos. Como aquel en el que le tumbó un portugués enclenque para retirarlo del rin, o como aquel, en el que perdió la última final de la copa republicana ante el Levante UD dejándola sin fuerza con la que reclamar su legitimad en la historia. Un momento, así fue su misma vida, un gran momento ya perdido.

17 d’oct. 2014

La Bundesliga quiere industrializarse


El principio de igualdad está matando el campeonato alemán. Eso es lo que sostiene Joachim Watzke, afamado CEO del Borussia Dortmund, que ha propuesto en la DFL acabar con el reparto igualitario y favorecer así 'a los clubes tradicionales', aquellos que más aficionados arrastran tras ellos. Su propuesta la sujeta con datos, sobre los 150 mil espectadores que compraron en pago por visión el BVB – HSV por los 10 mil que gastaron su dinero en visionar el Bayer – Paderborn; en los 1200 aficionados que llevó el Wolfsburgo a Berlín por los 25 mil que consiguió congregar el Dortmund en el mismo escenario meses atrás. Medida, que de aprobarse, crearía un grupo de siete clubes de élite para dominar una liga plagada de entidades emplazadas en entornos rurales y poco industrializados.

Esta es sólo una muestra más de la soterrada batalla que se esconde tras un campeonato que no deja de ser piropeado y envidiado fuera de sus fronteras, al tiempo que tras ellas se escuchan cada vez más voces discordantes que buscan el fin de dicho modelo. Tal vez la representación más gráfica de esta problemática corra a cargo de Martin Kind, presidente del Hannover, que hace unos años pretendió tumbar en los tribunales la ley del 50+1, la regla que impide que las entidades puedan ser adquiridas y dominadas por un único accionista. Tras meses de peleas judiciales su batalla alcanzó el tribunal supremo alemán, y en su empeño, afirma, que no parará hasta conseguir su objetivo, llevando el asunto en última instancia a Bruselas ya que entiende que la regla atenta contra el principio de libre mercado que impone la UE.

Posibilidad que parece no preocupar en demasía al Bayern, cuyo expresidente, antes de caer en desgracia y dar con sus huesos en prisión por evasión fiscal, despachó el asunto declarando que “el Hannover siempre será el Hannover, sea de sus socios o de un inversor”.

Precisamente el Bayern y su incontestable dominio es el gran culpable de que esta fiebre inversionista se haya adueñado de la liga más democrática de Europa. Desde que el club bávaro se convirtiera en SAD y se independizara de su matriz polideportiva, allá por los 2000, ha bordeado las fronteras de la legalidad para financiarse copiosamente gracias a la venta de pequeños paquetes accionariales a grandes multinacionales, sumando cantidades millonarias a sus ingresos que le permitieron consolidar su estatus de potencia dominante y abrir distancia con sus principales rivales. Y el precio a pagar por ello ha sido dejar la toma de decisiones en manos de dichas marcas, con puestos de peso en los órganos de control de la entidad.

Aunque la regla alemana no permita comprar un club deja libertad a los mismos para que el 49% restante lo gestionen como deseen; mientras unos lo usan como una suculenta vía para encontrar financiación externa, muchos otros, lo ven como un arma ideal de poder para consolidar los clubes y ponerlos en manos de unos pocos. El Hertha consiguió recientemente 65 millones de euros gracias a vender el 20% de la sociedad a un consorcio americano como vía para reorganizar sus números rojos; por otra parte el BVB ya es 'propiedad' de sus patrocinadores, con Evonik, Puma y Signal en su accionariado a cambio de 120 millones.

El Hamburgo, que hasta hace unos meses presumía orgulloso de ser el único gran club alemán en manos de sus socios, llevó a votación el pasado verano la posibilidad de independizarse de la matriz polideportiva convirtiéndose la sección de fútbol en SAD, vendiéndole el 25% de la sociedad a un millonario suizo a cambio de una inyección de 100 millones de euros y la gestión de la nueva entidad; la propuesta fue aprobada con rotundidad al conseguir el 75% de los votos a favor, cinco puntos por encima del mínimo necesario para su aceptación. Los últimos en sumarse a la escalada inversionista son el Stuttgart y el Werder Bremen, que en enero llevarán ante sus socios una propuesta similar como solución final a su prolongada decadencia. En el caso de los suabos Mercedes irrumpiría con una potente inversión inicial de 90 millones de euros.

Hasta el tradicionalista Gladbach padeció una proceso similar, capitaneado por Stefan Effenberg, pero la candidatura fue derrotada sin llegar siquiera a pasar el trámite necesario para ser planteada en una junta extraordinaria. Y aunque el Schalke no se pueda incluir en este grupo, la influencia de Gazprom en la toma de decisiones de la institución es tan evidente que muchos consideran a la gasística la dueña de facto de la entidad.

Alemania se alza como un país con demasiados clubes históricos que arrastran demasiadas urgencias históricas imposibles de saciar, encorsetados como están por el principio de igualdad. Aunque es una liga que tolera con sumo gusto a los clubes de empresa. El Wolfsburgo es propiedad de la Volkswagen, el Hoffenheim de SAP, y el Leverkusen de la farmacéutica Bayer; en segunda división el Ingolstadt es una creación de AUDI, y el Rasenball Leipzig de Red Bull, ambos con aspiraciones de Bundesliga; éste último incluso con pretensiones al título. Todos ellos se ven beneficiados con gigantescas inyecciones de capital de sus dueños que les permiten granjearse un estatus y gozar de una ventaja competitiva evidente.

Esto es debido a que la regla del 50+1 permite que una empresa, tras demostrar un apoyo sistemático e ininterrumpido durante 20 años a un mismo equipo, pueda adquirirlo en un 100%. Aunque en los supuestos del Ingolstadt o el RB Leipzig se ejemplifican los agujeros que tiene la legislación. Recientemente la DFL descubrió que parte del paquete accionarial destinado a los socios del Rasenball, los encargados de elegir a sus representantes, estaban en manos de empelados y directivos de alto rango de la empresa de bebidas energéticas.

Otro paradigma de las fallas que esconde la norma, sobre las que Martin Kind sustenta parte de su cruzada, es el Munich 1860, de la que se podría decir que es la primera entidad alemana en manos de un inversor extranjero. La institución muniquesa consiguió salvar la quiebra vendiéndole el 49% de la sociedad a un afamado millonario jordano, una operación en apariencia positiva, pero el rechazo en bloque del resto de socios a la operación, y las guerras de familias que llevaron a la sociedad a tal situación, han convertido lo que podría ser el resurgir del histórico club en un caos continúo sumiendo al TSV en un clima de ingobernabilidad sin fin.

El modelo Bundesliga también plantea serios problemas morales, ya que se da el caso de que muchas empresas tienen intereses en diferentes clubes. Por ejemplo, Volkswagen es dueña del Wolfsburgo pero también uno de los accionistas de referencia del Bayern de Munich. AUDI es la propietaria de facto del Ingolstadt, y también el principal accionista del campeón alemán. Adidas controla grandes paquetes accionariales en diversos clubes, sobre todo del Bayern y del Nurenberg. Asuntos todos ellos que no en pocas ocasiones han levantado suspicacias y sospechas ante determinados resultados, tanto en el mercado de fichajes como en el terreno de juego y durante votaciones en el seno de la liga.

Hasta ahora las entidades teutonas han sabido conjugar mejor que nadie el fútbol tradicional con las exigencias del fútbol moderno; pero cada vez son más los que se están dando cuenta de que han sido devorados por el mercado, incapaces ya de competir tanto a nivel local como a nivel internacional. Éso, sumado al temor creciente que se respira en el país de Angela Merkel de que el equipo de Munich pueda iniciar una década de dominio alzándose año tras año con el entorchado sin oposición alguna, está llevando a muchas entidades a levantar la voz en aras de un cambio de modelo que les permita una mayor inversión en el terreno de juego. Algo que ya podrían hacer sin demasiadas variaciones estructurales si las obligaciones financieras y de inversión que impone la DFL no fueran tan estrictas. Curiosamente, las mismas que han llevado al fútbol germano a vivir su renacimiento se han convertido para muchos, llegados a este punto, en un lastre que les impide crecer.

En los próximos años se decidirá si llega el fin de la Bundesliga tal y como la conocemos hoy en día. La DFL tiene que luchar en demasiados frentes y no en todos tiene la seguridad de poder ganar. En el seno de la institución matriz del campeonato germano cada vez más socios exigen reformas. En el propio marco competitivo van aumentado los clubes que abandonan el modelo de socios para abrazar las sociedades anónimas tras aliarse con inversores, y en el trasfondo de todo ello Bruselas, sino con anterioridad el tribunal supremo alemán, pueden dar un vuelco al campeonato con una resolución que Martin Kind da por ganada en una u otra instancia. 
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...