25 de febr. 2014

Entrevista vintage: Di Stéfano


Cinco años después de dejar Mestalla Di Stéfano regresaba a Valencia, a un VCF que venía de ganar la Copa del 79, con un equipo y una plantilla de más parangón de lo que mostraba el rendimiento en el terreno de juego y de la que él mismo dirigió a principios de los años 70, con la que fue campeón y obtuvo tantos resultados. La llamada al argentino respondió a esa especie de búsqueda desesperada del técnico que hiciera rendir a los jugadores a su verdadero nivel. Prácticamente desde el principio se fijó la mira en la Recopa y en revalidad el titulo copero en una temporada que empezó con aires de transición. En esa tesitura María Luisa del Romero se citó con Di Stéfano en el despacho del recién fichado entrenador para mantener esta entrevista. Era el verano de 1979 y los fastos del triunfo en el Calderón ante el Real Madrid todavía resonaban en la ciudad. En la foto Di Stéfano dirigiendo un entrenamiento en la parte trasera de Mestalla, cuando el estadio todavía conservaba los viejos campos de entrenamiento que desaparecieron poco después de estar finalizada la Ciudad Deportiva de Paterna.

***

Un personaje como el que tenemos la oportunidad de entrevistar en esta ocasión, invitar a hablar del pasado, aunque su transcendencia de cara al futuro sea grande. La verdad, uno se siente interesado al sentarse frente a un hombre de la talla de Alfredo Di Stéfano; con un hombre nacido en Argentina, pero vinculado estrechamente a Valencia por lazos profesionales y sentimentales. Todo un personaje, que se asoma a esta tribuna desde el momento en que acaba de ser aprobada su integración en el Valencia C. de F. como entrenador. Ante todo Di Stéfano se nos antojó un hombre cordial y extremadamente correcto. Por sus palabras, parece tener bien asumida la experiencia de todos esos años que ha dedicado al fútbol. Por su trato familiar con varias de las personas que encontramos cuando nos dirigíamos al despacho donde realizar esta entrevista comprendimos la sensación del que regresa a casa tras unos años de ausencia.

¿Cómo ha sido el recibimiento, Alfredo?

Bueno, oficialmente todavía no lo ha habido, ya que lo que hasta ahora se ha producido ha sido la información a los directivos. Pero sí he tenido la oportunidad de saludar a algunas personas; a Pasiego, a varios dirigentes y jugadores... y todos se han mostrado muy contentos, igual que yo mismo.

Los más jóvenes, quizás, ignorarán cuántas temporadas pasó Di Stéfano en este club, aunque sí conozcan esa fama de hombre difícil que tiene usted...

Estuve en el Valencia C. de F. prácticamente desde 1970 a 1974. Guardo buenos recuerdos deportivos e individuales de aquella etapa, sobre todo porque conquisté muy buenos amigos. En cuanto a ese 'sambenito', o leyenda negra... la verdad es que siempre la he tenido, quizás porque ya desde que fui jugador me mostré enérgico. Me obligaba a mí mismo, y me gustaba aquello del 'al pan, pan, y al vino, vino'. Pero, por otra parte, nunca me he comido a nadie, ni he sido peleador; dejémoslo en contestatario, y eso de un modo razonable. Cuando uno quiere, dos no discuten, y yo, por mi parte, siempre procuro ir de frente, de forma leal.

¿Y qué ocurrió para que Di Stéfano abandonara el Valencia hace ahora cinco años?

Pues mire, se cumplió un ciclo. No anduvo bien el equipo... en fin, son factores éstos que imponen el dejar un club de común acuerdo. Yo me fui contento, y los que se quedaron también, y hubo una despedida muy emotiva.

En estos últimos años, ¿qué ha estado haciendo Alfredo Di Stéfano? Porque no siempre se le ha visto en un club.

He estado en Castellón, en el Rayo, en Argentina... y he presenciado partidos por toda Europa; también trabajé contratado por la televisión venezolana... en fin, todo en asuntos relacionados con el fútbol.

¿Y nunca pensó en volver definitivamente a Argentina?

Allá vive mi madre, y también mis hermanos. Pero tenemos la vida hecha aquí, en España; los hijos tiran mucho. Además, uno ya no tiene treinta años.

Pero si los suficientes para trabajar como entrenador.

Pues yo creo que el entrenador puede trabajar hasta los cincuenta y ocho o sesenta años. Un futuro mucho más largo que el de un futbolista, indudablemente. Al jugador se le exige un esfuerzo físico, y el entrenador, por su parte, ofrece su experiencia; ojalá un fubolista pudiera jugar hasta los cuarenta años, con la experiencia que se va acumulando...

¿Nostálgico? Más bien Alfredo Di Stéfano nos parece un hombre que gusta de mirar atrás para recordar los buenos días perdidos, pero que sabe amoldarse a las situaciones del presente, y entregarse ayudado por la experiencia que le avala. Los que no le conocidmos más que de nombre cuando le apodaban 'la saeta rubia', le descubrimos como un mobre sereno, algo nostálgico, pero activo y seguro de sí. Pero será el tiempo quien hable; el tiempo... esa nostalgia...

Mire, el individuo se conforma. Ni quiero volver atrás, ni puedo adivinar el futuro. La vida tiene estos procesos, y uno los va asimilando.

¿Asimila el público ese fútbol de hoy, que no tiene mucho que ver con el de hace diez años, por ejemplo?

Hombre, a pesar de lo que le he dicho, al ser interno de cada uno le pesa lo de ayer. Ahora se impone más el atleta por encima de la inspiración. Antes, no había televisión, y el fútbol era prácticamente el único deporte. Con una pelota, se divertían treinta chicos. Ahora existen otras posibilidades, y en fútbol se ha estancado en cuanto a calidad; no en preparación ni entusiasmo... Antes, quizás, existían más preciosismos, y ahora sólo importa el correr, y, por supuesto, en ambos casos, el ganar un partido. El público mismo, pide el triunfo en un setenta por ciento; el treinta por ciento restante, lo componen las personas que quieren ver jugar al fútbol. Antes, también, el fútbol nacía en la calle, aquellas calles donde había jardines y lugares para jugar; ahora, nace en los balcones; falta el eterno contacto con el balón.

¿Qué nombres recuerda de forma especial Di Stéfano de aquella época de los grandes mitos?

Muchos, muchos... entrenadores como Fernández, Muñoz, Villalonga, Carviglia, Kubala, Mundo, Quincoces, Helenio Herrera... jugadores como Pasiego, Monzó, Quique, Puchades, Fuertes, Suárez, Gento, Puskas, Santamaría, Garay, Máuregui... figúrese; y directivos muchos también.

Después de evocar estos nombres, ¿cree Di Stéfano en las 'figuras'?

Creo en las figuras que responden en el terreno de juego, porque existir, existen figuras y figuritas. La figura es un elemento que tiene de todo: Carácter, genio, fortaleza, juego, saber estar... y ante todo busca defender sus colores. La figura, además, debe serlo a lo largo de siete u ocho años por lo menos.

En cuanto a equipos, hoy, ¿Cuáles son a su juicio los mejores?

Los hay como el Ajax, el Benfica, el Real Madrid, el Bayern o los de Milán, Budapest... ahora, el que mantiene el tipo es el Liverpool, sin duda.

¿El fútbol europeo, pues?

Es distinto del americano, en efecto. Allá en América es más melodioso, más cansino; el europeo es trepidante, impulsivo y de ritmo fuerte. Recíprocamente, quizás no se gusten unos a otros, pero existen jugadores que triunfarían igual aquí que allí.

Pero hablemos del futuro. Un futuro que encierra no pocos problemas, aunque también muchas posibilidades. Veamos lo que opina el nuevo entrenador del Valencia C. de F., al que hemos planteado, para empezar, cuál es la política acertada de cara a los propios jugadores, que aquí y allá se quejan de permanecer demasiado tiempo sentados...

En efecto, es un problema. Por desgracia, los planteles suelen ser de veinticuatro jugadores, y al final salen unos quince, hecho que crea descontentos. Pero el entrenador no tiene más remedio que sacar provecho de los hombres que den mejor rendimiento; ésa es la triste realidad, que algunos comprenden, y otros, no. Pero de hecho, el entrenador, si ve que el equipo responde, procura hacer pocas variaciones. El Argentina, por ejemplo, lo ha hecho así en su gira por Europa.

Con la actual plantilla, ¿Qué objetivos se ha marcado Di Stéfano de cara a la liga y las copas de la próxima temporada?

El Valencia, no cabe duda, debe obtener un título, o intervenir en una de las tres copas. Adelantar proyectos es aventurado, pero vengo con la ilusión de poder hacer algo grande por el Valencia, porque dispone de un buen plantel, con elementos jóvenes, y creo que se puede sacar más provecho en la próxima liga.

También se ha comentado, por aquello de su leyenda negra, que Di Stéfano no es un hombre asequible para la prensa...

La prensa debe hablar de lo que ve, y eso lo comprendo perfectamente. Si un equipo funciona, le apoyará; pero si no, lo criticará; lo que ocurre es que siempre debería criticar al auténtico responsable de esa situación.

¿Se hará cargo Di Stéfano del equipo en los torneos veraniegos? ¿Qué opina de este trabajo de pretemporada?

Creo que sí. Y por mi parte, opino que un club no puede permanecer parado, porque al fina y al cabo es parecido a una empresa. Un jugador, por su parte, no debe permanecer inactivo, salvando los lógicos periodos de descanso.

Cuando le pedimos a Di Stéfano un consejo para los jóvenes que empiezan nos sorprende un poco con su respuesta:

Practicar el fútbol es bueno para todos los chicos, porque les ayuda tanto en el físico como en el carácter. Pero si por ejemplo el chico está estudiando, y piensa en ser profesional del fútbol, que se quite esa idea de la cabeza. Primero, los libros; y el fútbol como hobbie. Porque si de verdad quiere ser un profesional, deberá entregarse al fútbol con todas las de la ley. Se da el caso de que son muchos los que empiezan, y pocos los que permanecen; y el fútbol puede ser el pan de hoy y el hambre de mañana.

¿Encontró Di Stéfano muchos obstáculos en su carrera?

A mi no me costó sacrificios, porque me gustaba. Mis padres querían dedicarme al negocio de la familia; eran ganaderos y consignatarios de cereales. Y un grupo de amigos, y un directivo de River Plate de Buenos Aires, me animaron a seguir esta vocación. Tuve la oferta de River a los dieciséis años, y acepté. A los tres o cuatro meses, debuté, y desde el primer momento lo tomé con la seriedad y dedicación que deberían ser obligatorias. Gracias a eso, y a que no me lesioné, seguí adelante en mi carrera. A los 20 años, fui internacional... En fin, que el único problema es de esos jugadores que creen que con llegar a un equipo de primera está todo resuelto. Hay que trabajar mucho para continuar hasta los treinta años.

El joven argentino se mantuvo. Y ahora vuelve a un club en el que hizo grandes amigos, y tras el cual existe una aficion que Di Stéfano sabe que es cálida, pero crítica cuando no se le satisface. El compromiso es suyo, y él viene dispuesto a cumplirlo. Y, entre esos espectadores, quizás esté su hija.

Soy hombre de familia; tengo cuatro chicos y dos chicas, y una de ellas vive precisamente en Valencia. Por eso ésta es la ciudad de mis afectos; aquí nacieron mis dos nietos.

Por el momento, Di Stéfano andaba buscando piso donde instalarse; un piso en el que no faltará el tablero de ajedrez y un buen tocadiscos donde colocar los discos de esas grandes óperas que tanto admiró su padre. Él supo inculcar en sus hijos el amor a la música, y la casualidad quiso que, un día, naciese en Italia un gran artista del 'bel canto' llamado Giuseppe Di Stéfano.

Ojo – nos dice el míster – que no tenía nada que ver con la familia. Pero, sin ser erudito, me gusta mucho la música. Especialmente la ópera y la zarzuela.

19 de febr. 2014

El Dynamo también lucha en la calle

Luce como una bola negra cubierta de hielo a la que le crecen estalactitas hasta alcanzar la forma de un puercoespín gigantesco. La estatua de Lobanovsky, a escasos metros del viejo estadio del Dynamo Kiev, ha sufrido los rigores de la revuelta ucraniana como si fuera un manifestante más. No demasiado lejos de allí, esa especie de complejo con columnas romanas que dan acceso al viejo recinto, bautizado con el nombre del orondo técnico, también ha sido pintado por ese barro negruzco en el que se ha convertido la nieve al mezclarse con las cenizas, el polvo, la gasolina y la sangre que todo lo envuelve. A sus puertas tuvo lugar una de las 'batallas' más espectaculares que han visto las calles de la capital ucraniana desde que la oposición y la ciudadanía las tomaran exigiendo la dimisión del presidente. Al este del país, en el corazón de la región de mayoría rusófona, los Ultras del Shakhtar llamaron a los suyos a luchar contra el gobierno de Yanukóvich; natural de Donetsk, aficionado al club minero y sustentado económicamente por Akhmetov, el hombre más rico de la nación y propietario del campeón ucraniano. Son de los pocos aficionados que se han posicionado abiertamente a favor de la oposición. Y de rebote, han desafiado también a su propio dirigente futbolístico. El resto de grupos Ultras han salido a la calle con el propósito de proteger a los ciudadanos de los ataques de los Titushky; una milicia política afín al partido en el poder y compuesta por matones y cachorrillos de las corruptas oligarquias del país.

«No luchamos en favor de la oposición, ni en contra del gobierno, ni contra Rusia ni a favor de Europa, luchamos por nuestra ciudad, por sus gentes, contra esos traidores de los Titushky que por 100 euros han vendido a su patria, a sus ciudadanos y a su propio honor» rezaba el comunicado que los White Boys - los Ultras del Dynamo - colgaron en su página de Vkontak - el facebook ruso- el pasado 21 de enero. La fecha elegida para su publicación no fue por casualidad, ese mismo día el parlamento ucraniano aprobaba las leyes que coartan la libertad de expresión y de manifestación, el recurso postrero de un gobierno derrotado que busca desesperadamente frenar las revueltas. A cambio, Euromaidan - el nombre que recibe el movimiento opositor tomado de la Plaza Maidan, núcleo de las manifestaciones - les agradece su ayuda vendiéndoles como héroes: «Siempre creímos que eran animales, criminales, pero han demostrado ser personas de valor, ucranianos de verdad» soltó algún enfervorecido líder revolucionario. Su salida a las calles ha ayudado a cambiar la imagen que tenía la sociedad ucraniana de los Ultras del fútbol. Los problemas de violencia, racismo y delincuencia que han copado los titulares de prensa en los últimos tiempos han dejado paso a unos nuevos referentes populares. Los Ultras ucranianos ya se mostraron contrarios a la Eurocopa de 2012. Jamás acudieron a ningún encuentro. La temida violencia en las gradas que vendió la BBC en un documental fue puro alarmismo injustificado. A ellos, no les interesaba lo más mínimo un espectáculo montado para enriquecer, aún más, a las élites económicas.

El sociólogo David McArdle, especialista en el fútbol del este, apunta a las verdaderas motivaciones de los Ultras en esta defensa ciudadana: «Más que un papel político y conciliador lo que están haciendo es luchar por defender su trozo de pastel. Los Titushky son hooligans políticos al servicio de las mafias y las oligarquías locales que amenazan con desplazar a los Ultras del fútbol de su espacio tradicional. Además, aprovechan para vengarse del estado, de la policía y de los cuerpos de seguridad con los que llevan años enfrentados y con varias cuentas pendientes». Los Titushky son el salvoconducto desesperado de un ejecutivo acorralado, ya que éstos pueden ir más allá de lo que les está permitido a las fuerzas del orden. Atacan a los manifestantes con cuchillos, con cadenas y piedras, utilizan la violencia extrema hasta el punto de practicar el secuestro y la tortura de caudillos revolucionarios. Por eso la participación de los Ultras del Dynamo y del resto de clubes está siendo tan bien recibida.

«Luchamos por un país en el que las palabras Justicia y Derechos no sean palabras huecas» reza una de las proclamas de los aficionados del Karpaty Lviv. La población ucraniana tenía la ilusión de que la entrada en la UE cambiaría las formas, que acabaría con un estado corrupto, con una democracia teatral dirigida en la sombra por unas grandes fortunas que desde su posición en el consejo de estado marcan la política del gobierno gracias a su poder y a la cantidad de votos dirigidos que proporcionan estos sabios millonarios a las castas políticas. Por eso, que el primer ministro rompiera las negociaciones con Bruselas para la incursión de Ucrania en la Unión – las condiciones de los 25 eran contrarias al modo de vida de las oligarquías locales – enfureció a una población que lleva desde la revolución naranja de 2004 demandando una ruptura total con Moscú.

Los White Boys - la palabra blanco es usada por su doble sentido racial - no son famosos por sus valores democráticos ni por su tolerancia, pero su participación está siendo importante en la defensa de Kiev. Éstos han conseguido parar centenares de autobuses llegados de otros puntos del país, e incluso desde Rusia, repletos de Titushky. En los escenarios apocalípticos que nos muestran las imágenes se pueden ver las palabras 'Ultras' pintadas con spray de color naranja, verde o blanco (Shakhtar, Karpaty o Dynamo) y suelen aparecer entre vehículos devorados por las llamas, en edificios tomados con todo su cascarón destrozado por las escaramuzas y en algunas de las barricadas que se han levantado a modo de fortificación.

Petro Poroshenko - el rey del chocolate, dueño una de las mayores lácteas de Europa - es el único oligarca que se ha mostrado partidario del Maidan. Y no es el primero en posicionarse a favor de una revuelta. En el pasado, fueron otros los que abandonaron la causa rusófona para dar cobijo a la oposición de ascendencia ucraniana, como hiciera Alexander Yaroslavsky – dueño del Metalist – en 2004 para caer en desgracia una vez Yulia Timoshenko fue apartada del poder y secuestrada por el estado bajo cientos de acusaciones; la mayoría de ellas falsas. Mientras la joven dirigente estuvo al frente del gobierno el oligarca medró hasta convertirse en el rey de Kharkov, una región que controla como un dictador con el visto bueno del estado; como suele ocurrir con sus compañeros de fortuna, convertidos en pequeños reyes de taifas que marcan la ley en los territorios donde residen. La resistencia de Yanukóvich tiene su porqué en el sustento que le dieron en el pasado oligarcas como Ihor Surkis – dueño del Dynamo – y Rinat Akhmetov – dueño del Shakhtar – y las élites del país, de clara tendencia pro-rusa.

Es común que en Ucrania el balón y la política vayan de la mano. La evolución de la clasificación liguera siempre ha coincidido con la fluctuación de la influencia de sus propietarios en las esferas de poder. En 2010 Surkis llegó al punto de presionar a la Federación para que le restaran 9 puntos al Metalist del caído en desgracia Yaroslavsky y poder así mantener el orden natural de las cosas, evitando que el Dynamo perdiera su segunda plaza en la clasificación. El club de Kharkov llevaba 7 años consecutivos quedando tercero, los mismos que lleva el Dnipro siendo cuarto; hasta que el club fue vendido - en extrañas circunstancias - a Kurtschenko, oligarca muy próximo a Yanukóvich, para acceder al subcampeonato casi de forma automática. la alternancia en el primer lugar dejó de tener sentido una vez el mandatario llegó al poder en 2009. Son famosas las historias de cómo clubes con propietarios dependientes – socios y hombres de paja – nunca suman puntos cuando se enfrentan a los tres grandes. Particularmente llamativas son las constantes y eternas derrotas que sufren el Arsenal Kiev y Metalurg Donetsk en sus respectivos derbys ciudadanos. En Ucrania siempre giró todo alrededor de los oligarcas, por eso la salida a Europa fue vista por la ciudadanía como un salvavidas al que aferrarse.

Alguien cubrió la estatua de Lobanovsky con una lona negra para protegerla de los altercados, pero nadie se acordó de quitarle el hielo de encima dejándola evolucionar hacia un puercoespín gigantesco. El bueno de 'Loba' tiene que ver entre cócteles molotov y cargas policiales las banderas blancas de los Ultras, que un día le veneraron en el estadio, reforzando la retaguardia de las protestas. A pesar de que empiezan a circular rumores de desapariciones sonadas de esta clase de hinchas – presuntamente los cabecillas de los Ultras del Metalist llevan un mes en paradero desconocido – siguen en las calles luchando contra los Titushky y las fuerzas del estado. Pero a pesar de todo se muestran orgullosos con el cambio 'de estatus' que han sufrido de cara a la sociedad: «Nunca tuvimos buena imagen. Puede que no nos dure siempre, pero es un motivo de orgullo que nos traten como héroes». Mientras los aficionados del Dynamo luchan en la calle el propietario del club sigue trabajando para Rusia apuntalando la resistencia de Yanukóvich. 

18 de febr. 2014

De Laurentis: 'A italian sheikh'


A De Laurentis le va el show, tanto como presentar a un jugador disfrazado con máscara de león para no revelar su identidad hasta el último segundo de una multitudinaria rueda de prensa. Tanto, como convocar a los medios para anunciar que Cavani estaba cogiendo un vuelo hacia Manchester – burlándose de la rumorología de aquellos tiempos – para acto seguido irrumpir el jugador en la sala anunciando a gritos su renovación. Es la estrategia amable de un presidente que sabe utilizar su faceta de showman en beneficio propio, una estrategia de marketing personal que esconde un cuidado plan que ha llevado al Nápoles de la miseria más absoluta a la abundancia deportiva y económica. Su inversión de 100 millones en jugadores el pasado verano – la cifra más alta invertida por un club italiano en más de 10 años –  le valió el titular de 'A italian sheikh', una afirmación que no por exagerada deja de tener su fundamento. La evolución del club napolitano ha sido muy similar a las sufridas por las entidades agraciadas con el abundante capital árabe. Aunque ésta ha resultado más pausada, e inteligente.

Mientras el sur celebra su reciente clasificación para la final de la Copa de Italia – segunda final en 3 años – los tiempos grises se van difuminando en la memoria colectiva del aficionado napolitano. Ya nadie recuerda que en 2004 el Nápoles entró en quiebra tras el nefasto paso por la entidad de Luciano Gaucci – ex propietario del estrambótico Perugia de principios de siglo – , quien situó la deuda del club en algo más de 100 millones desencadenando una intervención judicial que dejó a la institución sin más salida que la liquidación. No sin antes embarrarse en turbulentos e infructuosos intentos de venta como última escapatoria. Y todo en un club hundido en la segunda división durante años, alejado de glorias pasadas y sin futuro aparente. En ese escenario fue Aurelio De Laurentis, productor cinematográfico, quien depositó en el juzgado los 30 millones de euros que valían los restos del Nápoles. El viejo club de Maradona ya era un recuerdo, un cadáver momificado al que visitar desde la nostalgia. La nueva entidad empezó su andadura en la Serie C1 sin poder utilizar su tradicional nomenclatura. La Società Sportiva Calcio Napoli había desaparecido y sus derechos históricos saldrían a subasta pública dos años más tarde, el tiempo que tardó De Laurentis en comprarlos para poder rebautizar – y vestir – a su nuevo ente con la vieja marca. Un caso idéntico al que sufrió la Fiorentina a principios del siglo XXI. 

Con 'De La' nada está sujeto al azar. Los primeros caminares de la nueva aventura no resultaron fáciles, el club no disponía de solar dónde entrenarse, ni siquiera estadio, ni un triste acuerdo con el ayuntamiento para utilizar el municipal de San Paolo. Por no tener, no tenía ni jugadores. Y a pesar de todo el primer fichaje fue el de Pierpaolo Marino, hombre clave en el Udinese de los Pozzo, el gurú que consiguió montar, primer en el norte y luego en el sur, una de las mejores secretarías técnicas del mundo. Enseguida los nuevos planes del jeque italiano fueron publicitados a los cuatro vientos: “En cinco años estaremos en la Serie A”. La maquinaria de Marino, con Reja al frente del primer equipo, empezó a funcionar con fichajes de saldo como el de Hamsik y Lavezzi. Y alcanzó su zenit con Cavani, conformando una tripleta ofensiva conocida por 'los tres tenores'. De repente, la promesa de volver a primera en cinco años se quedó en solo tres, con una octava posición en su estreno en la máxima categoría a modo de guinda a un resurgir fulgurante. 

En el proyecto del cineasta siempre te topas con la misma constante: renovación y evolución. Actualmente el Nápoles está sumido en la versión 3.0 del proyecto, con la conquista de la Serie A en el horizonte. El 1.0, el inicial, el de instaurar las bases de un modelo y un estilo, acabó con la salida de Reja de la institución y la no renovación - a petición de éste - de Marino, los padres de la criatura. Una decisión que el propio De Laurentis, todavía hoy, sigue lamentando. Mazzarri sería el hombre encargado de apuntalar la nueva versión del Nápoles, el de estabilizarlo en primera y devolverlo a Europa. Objetivos que se cumplieron con suficiencia para dejar paso a un nuevo giro en las estructuras. Por eso la llegada de Benítez no es casualidad, sino la culminación a un proyecto que busca recuperar los viejos días de gloria. Todos los cambios son vendidos por el propietario con la misma frase: “Necesitamos nuevos estímulos para seguir creciendo”. En 2012 ganaron su primer título en 21 años con el que cerrar la segunda etapa de su evolución, el primer título de su historia ganado sin Maradona, algo que siempre pareció imposible en el sur. Ahora, el próximo mayo, pueden ganar su segundo trofeo como vía para catapultar la tercera fase. 

Si bien es cierto que los cimientos del Nápoles se han sustentado en una inteligente estrategia deportiva, basada en una potente secretaría técnica capaz de contratar jugadores a precios bajos para obtener una gran rentabilidad a medio plazo hasta que las estructuras financieras pudieran aguantar mejores envites, también es cierto que el proyecto va mucho más allá. El caso del Nápoles es toda una rareza en el Calcio al tratarse del único club que da beneficios anualmente – 15 millones el pasado curso  – además de concatenar ocho ejercicios sin dar pérdidas a pesar de venir de tercera división. Otro de los aspectos que lo hacen distinto al resto de sus competidores es su diversificación de ingresos. Mientras clubes como el Inter o la Juventus dependen entre un 50% y un 60% de la televisión el Nápoles es el la institución italiana cuyos ingresos comerciales suponen un mayor porcentaje en sus finanzas, permitiéndole no ser esclavo del pastel audiovisual. Sus ingresos en 2013 – gracias a la Champions – alcanzaron los 150 millones, a tiro de piedra de los 185 declarados por el Inter de Milán o los 195 de la Juventus. Su evolución financiera ha sido tan firme que desde hace dos años supera a entidades como el VCF en ingresos básicos – independientemente de su participación o no en la máxima competición continental –. 

Pero la ambición del Nápoles parece no tener fin, De Laurentins quiere apuntarse a la nueva moda de los clubes satélite y ya anunció el pasado año su intención de abrir en 2020 una franquicia en la Major League Soccer, fecha en la cual la liga americana concederá nuevas licencias para ampliar el campeonato. El potente mercado italoamericano en la costa este de Estados Unidos, unido al auge del soccer en el país del béisbol, puede suponer un espaldarazo comercial a los intereses globales del club. También apuntó a la posibilidad de seguir los pasos de los Pozzo y hacerse con un pequeño club de la segunda división inglesa; en un intento de resarcirse de su mala conciencia 'De La' afirmó que Reja será el mánager de sus nuevos filiales internacionales. Pero el próximo, y más cercano, paso evolutivo del proyecto napolitano se basará en la adquisición en propiedad del San Paolo y su posterior reforma en un moderno arena. Uno de los puntos que ha llevado al jeque italiano a tomar esta decisión fue la advertencia de la UEFA el pasado año sobre el estado de abandono y deterioro en el que se encontraba el recinto. Sólo una urgente y superficial remodelación libró al club del bochorno de tener que jugar sus partidos internacionales en otra ciudad. "Un Nápoles grande necesita un estadio moderno" concluyó el productor. 

Puede parecer demasiado para una ciudad de apenas 900 mil habitantes, pero el Nápoles de De Laurentis cuenta con la ventaja de la anticipación. Es el único club moderno, junto a la Juventus, en un Calcio anclado en el pasado, basándose en una sólida estrategia apoyada en la explotación de recursos comerciales en un fútbol que vive exclusivamente de la televisión, pretendiendo reforzar las finanzas de la institución con un estadio moderno en un país que abandonó sus recintos, en los que todos, salvo uno, son de titularidad pública y donde muchos de ellos tienen gradas cerradas al público por su deplorable estado de conservación. Este Nápoles de títulos y Champions al que ahora todos temen, y que pretende conquistar el mundo, empezó su andadura no hace mucho sin jugadores, sin un triste solar sobre el que entrenar, de la mano de un productor de cine con dejes de cómico. Pero con un plan. Con un plan que le permite crecer sin dar pérdidas y ganar dinero gracias a la pericia comercial de un jeque a la italiana.

13 de febr. 2014

Farinós nos molaba a todos

Fue de aquellas cosas que no te esperas, porque de él, eso nadie se lo esperaba. Un tipo de barrio, que seguía pegado a sus calles, frecuentando su recreativos para echarse unas partidas con los amigos; que dejaba que una tienda de fotos regentada por un conocido luciera a modo de reclamo las estampas de su boda; que fue a Mestalla siempre que pudo y se metía allí arriba, en General de Pie, a ser un Ultra más antes de que eso del fútbol le obligara a ser profesional. La marcha de Farinós jodió, quizá más que otras mucho más relevantes, pero salió y lo explicó dejando a un lado recursos manidos como “fin de ciclo”; ni siquiera quiso esconderse tras las sombras de títulos imaginarios para justificar la emigración. Se sentó en una sala de prensa y soltó que se iba por dinero, que eran 3 kilos limpios y eso el VCF no se lo podía pagar en la vida. Fue auténtico hasta para marcharse.

No es, ni nunca lo pretendió, de esos tipos que orinan Chanel nº4. Probablemente no sepa que es un libro, ni para que se usan, pero formó parte de aquella primavera futbolística que consiguió levantar a un muerto, despertando a una masa social y liberándola de todos sus complejos. Aquel centro del campo formado por Milla, Farinós y Mendieta, al que luego se le unió Gerard, se montó para ser de Copa de Europa, y a las puertas de ganarla se quedaron. Nunca se sabrá ya que hubiera sido de aquello si hubieran tenido más continuidad; formaron, sin quererlo, la mejor media del viejo mundo y luego decidieron irse por donde habían venido, como unos Beatles prematuros que se olieron la gloria y se asustaron, refugiándose en el dinero fácil, poniendo tierra de por medio entre ellos y la trascendencia. La irrupción de Farineli en el primer equipo ya avisó de que aquello prometía: “A Farinós hay que enseñarle que a los entrenadores no se les pega, todo lo demás ya lo sabe” soltó Valdano cuando le subió del filial. Aquella pelea con Balaguer, entrenador del Mestalla, a cualquier otro le hubiera supuesto la expulsión del club, y probablemente el abandono del fútbol de élite; pero para aquel muchacho de La Torre supuso acelerar su ascenso al primer equipo y tener la oportunidad de intentar robarle un penalti al Burrito Ortega el día que el argentino debutó en Mestalla tras su millonario fichaje. "Vivía en una nube, quería meter un gol con el VCF como fuera. Aquello fue un error, aunque la gente lo vio como algo positivo, pero no lo fue", explicaría años más tarde.

Porque él tenía esas cosas, como recorrerse el campo entero para dedicarle su gol a un Cañizares que minutos antes se había comido un balón que ponía en riesgo el triunfo del equipo. Farinós nunca perdió esa pinta de macarra de barrio, ni su espontaneidad, como demostró poniéndose de portero ante el equipo de su vida para acabar eliminándolo. Pero si perdió el fútbol. Sus tiempos en Milán fueron oscuros y estridentes. Sus mejores años se los pasó fuera del terreno de juego por un mal diagnóstico en una pubalgia. Y aprovechó para hacer majaderías, como vaciar tiendas de ropa en la milla de oro milanesa o comprarse coches de lujo, "tuve una vida frívola en el Inter" confesaría. Cuando se recuperó el mundo ya se había olvidado de él. En el Inter ni era nadie ni tenía a nadie; y de la liga, con 27 años, no tenía ni un triste interés. Tuvo que ser otra vez Cúper quien le rescatara del olvido pidiendo su cesión al Mallorca. Pero duró poco. Con 28 años se quedó sin equipo y en el limbo. En una entrevista en El País, de sus años en Alicante, lo dejó así de claro: “Los presidentes de los equipos de primera me decían que venía del Inter y de ganar mucho dinero, que ya no tendría hambre. Y eso me molestaba porque no era verdad”.

Farinós pudo haber sido una leyenda, ser un referente en un equipo referente para mil generaciones, como lo fueron otros, como lo hubieran sido otros si el dinero no hubiera sido una losa ante la que rendirse. Y además, era un chico de la ciudad, como lo fue Cubells, o Molina, algo habitual en otros tiempos y toda una rareza en el fútbol actual. Con todo, no deja de ser un breve recuerdo en una historia cambiante, dejó huella, sí, pero no poso. Por eso corre el riesgo de quedar olvidado para siempre cuando los trovadores del futuro se pongan a cantar las hazañas del pasado. Era habitual encontrárselo corriendo por el río para mantener la forma en esos días de paro, aunque también se puso, en otra de esas muestras del carácter de un chico de barrio, a cargar y descargar camiones ayudando a un amigo "para no pensar, porque cuando tenía un rato para pensar lo pasaba muy mal" le sinceró a Cayetano Ros. Ni siquiera un equipo como el Charlton Athletic le quiso tras tenerle a prueba tres semanas. Como ya hicieran con él en Mallorca, fue otro ex quien le rescataría de la miseria para devolverle al fútbol, en esta ocasión sería Subirats quien se lo llevó al Hércules para que pudiera vivir una segunda juventud, un renacer que incluso llevó a muchos a reclamar su vuelta a un VCF de saldo.

Ahora, a sus 35 años, es otra lesión puñetera la que le obliga a colgar las botas, a decir adiós a un fútbol que le fue ingrato cuando mejor lo tenía para hacerse un hueco en su hall of fame. El caso de Farinós es uno de esos que se pueden poner de ejemplo a los más jóvenes, de cómo una mala decisión, por querer correr demasiado y no saber esperar, puede cargarse la prometedora carrera de un jugador excepcional. Él era el último de aquel equipo primaveral y revolucionario que quedaba en activo, y su marcha no es más que otro aviso de que nos hacemos mayores, de lo lejos que queda todo ya; como sus lágrimas en San Siro, escondido en la grada con sueldo del Inter, mientras 'su' VCF se despellejaba ante Kahn.

11 de febr. 2014

El niño que se imaginó el VCF

Aquello era pura rutina. Salir corriendo un domingo por la tarde con la panza llena, y aún con las ganas en plena capitulación, para aferrarse al transistor y poder escuchar la jornada liguera. Un ritual que no es ajeno a ninguna latitud, por eso, éste, aunque suene a cosa local, era un ritual lejano, mantenido en plenos calores norteafricanos, entre la tibieza de un fútbol marroquí viviendo ese momento incipiente que parecía traerlo todo pero que pasó de largo sin dejar nada por el camino, ni siquiera un adiós. Entre cautivadora y decadente, Fez vive dividida por el MAS y el WAZ, el Fla-Flu africano, que a diferencia del brasilero enfrenta a uno que lo fue todo y a otro que lo pudo ser y nunca se atrevió. Entre esa división desigual vivían dos hermanos, que dicha tarde, se sentaron ante el aparato para saber del balón y sus cosas y que entre giros de ruedecilla y movimientos de antena acabaron descubriendo un mundo nuevo en blanco y negro, un mundo lleno de abuelas de Rinaldi con los coglioni colgándoles de los bajos.

Debió ser cosa de un repetidor disparado en Ceuta, puede que ayudado desde Melilla, o de una antena pirata en Tetúan, la cosa es “que intentando mejorar la señal acabamos sintonizando la radio española” narra Alem. Aquellos dos enanos de medio metro se quedaron enganchados a aquellas voces  extrañas que hablaban en raro idioma, aunque familiar a los oídos de un enclave como ese. Cautivados por la sobriedad de las retransmisiones noventeras, en detrimento de la estridente narración árabe, se quedaron allí, repitiendo de vez en cuando aquella experiencia de sintonizar voces lejanas que hablaban de otro fútbol, de otras peripecias, con la que ir captando y aprendiendo alguna que otra palabra gracias a la similitud de muchas de ellas con el francés. Como la vida misma en este mundo, aquel accidente acabó desarrollando complejidades nuevas. Magrebíes de 7 u 8 años aprendiendo castellano a través de la radio, niños sin militancia definida descubriendo un fútbol lejano y desconocido que tenían que imaginar, y que de tanto imaginar, acabaron por enamorarse de él.

“En 1997 apareció el VCF, un equipo que nunca pierde en su casa, con características extraordinarias, que nunca se rinde, que de la vuelta a los partidos ya dados por perdidos en un cuarto de hora... caímos enamorados nosotros dos”.  Y más cuando el poder de la mente les llevó a construir épicas inenarrables, erigiendo el gol de Mendieta en San Mamés en obra de arte que cuelga del Louvre; las remontadas y las series ante el Barça disputándose en el corazón de las Termópilas. Lo más sorprendente de este asunto, es que a diferencia de lo que pasa en otros lugares, aquella señal no llegaba procedente de Radio Exterior de España, una especie de canal internacional de RNE, sino de Onda Cero y su butanito, lo que hace más sorprendente que dos chavales a tan temprana edad acabaran contagiados con la fiebre blanquinegra en lugar de quedarse en La Castellana, o acabar como acaban todos en el mundo árabe, infectados 'pels valors' del Barça. Máxime en un Marruecos que se echa a la calle cada vez que a los del Camp Nou les da por ganar algo; que últimamente es siempre.

A través de la radio se narraban partidos, pero no los detalles del escenario. Alem creció en esta militancia sin saber siquiera el color de la camiseta que vestía el VCF, ni las caras de los jugadores, ni la arquitectura de un Mestalla retorcido por sus años de fútbol y vivencias. Apenas le llegaban gotas de realidad. Conociendo a través de un aparato la mejor de las adhesiones, aquella que no necesita colorantes, las vividas con el desgarro del querer saber y no tener más que unos minutos pintados con la imaginación de un chaval. Pura fe. Tuvieron que pasar años hasta que la televisión marroquí escupió un partido valencianista, y no pudo ser otro mejor que aquella Super Copa de 1999 con un 3-3 final en feudo culé. El choque cromático debió alcanzar una magnitud similar a los triunfos imposibles de aquel equipo; descubrió que Mendieta era rubio, que Cláudio López tenía pinta de haberse escapado de un farwest de Clint Eastwood, y que esos, lejos de parar en su conquista no habían hecho más que comenzar en ella.

Aquella tarde perdida en el tiempo, en la que trastear con una ruedecilla y una antena de un vetusto aparato de radio, acabó influenciando las vidas de aquellos dos petanos. Alem, gracias a 'sus clases radiofónicas de castellano' eligió la carrera de filología hispánica, además de ser una de las llamas que mantiene viva la fe del VCF en el mundo árabe, como ya contamos aquí. Aquel chaval que pasaba las tardes del domingo pegado a las mamarrachadas de José María García en Onda Cero se pasea ahora por los emiratos o por cualquier otro país vestido del Valencia, reuniendo en algún lugar a un grupo de militantes locales para pegarles juntos cuatro patadas a un balón y seguir difundiendo por la red las desventuras de una institución atrapada en su propia decadencia. Al final, tendremos algo que agradecerle a Madrid, que nos regalara a través de las ondas un pilar más con el que sustentar este invento hoy tan golpeado.

6 de febr. 2014

Con Rufete vuelve el Rock


Sólo falta que alguien les pregunte “¿vienen ustedes a retirarse en el VCF?” para que todo sea igual. El primer golpe ya se dio importando a Pizzi y su ajado carácter de pub nocturno. La reestructuración de la plantilla en estos dos meses se hizo desempolvando ese viejo libro de estilo que en plena orgía de la insensatez nos dio por lanzar al olvido, haciendo a golpe de plumero que el Rock suene otra vez en Paterna tras años de arrastrarnos por el absurdo más gigantesco. Quizá no tenga tiempo, y a mitad camino sea engullido por esta locura accionarial y bancaria que nos turba la realidad, pero Rufete, en tres ratos, ha trazado un plan y nos ha dejado verle la patita al mismo, llevándonos otra vez por el viejo sendero de la identidad. Identidad que nos robó un gallego que podría haber vivido 100 años aquí y seguiría sin saber dónde estaba y qué tenía entre manos.

Al diablillo de Benejúzar lo convirtieron nada más llegar - y en ello siguen - en una de esas armas arrojadizas contra Salvo, como las sillas naranjas o el proyecto GloVal, pero como toda crítica ridícula el mánager general ha ido haciendo vida para erigirse en el gran triunfo de un presidente que parece haberse quedado sin aliados; ni siquiera más allá de Requena. Le bastaron unos meses para que Paterna volviera a tener la personalidad y la decencia que le negaron, y en su ascenso, el primer equipo parece que está siguiendo el mismo camino. Aunque no sería justo hablar solo de él, porque junto a él trabaja en la sombra un veterano de los despachos como Joan Salvans, el gurú que esconde Rufete en su tripa y muestra cuando se levanta la camisola para celebrar un gol. Salvans, es uno de esos hombres de confianza que tienen pinta de mandar tanto como el jefe porque el jefe quiere que mande tanto como él. Ahí dentro se han juntado unos cuantos que saben lo que quieren, y saben cómo conseguirlo, pero lo más importante, es que saben dónde están y qué tiene que ser esto. Y esa, es la verdadera diferencia.

Con las incorporaciones de Senderos y Keita, más la postrera y polémica de Otamendi, se recupera la senda de los Carboni, Anglomá o Milla. Gente que impregne con espíritu competitivo, compromiso y experiencia a un grupo de ovejas sin pastor. Tipos que son mucho más que simples futbolistas. Son gotas de carácter y autenticidad en un guiso aguado. Y lo más importante es que se está evolucionado hacia eso cuando menos recursos y más handicaps se tienen, dando por el camino una lección a los teólogos del apocalípsis y a los abogados del diablo. Rufete no necesita espejo en el que mirarse porque el espejo en el que se miraron los demás era nuestro espejo, sólo que nosotros tuvimos la indecencia de romperlo y esconder los trozos bajo un manto de tierra, olvidándonos de él hasta la absurdez de llegar a envidar a aquellos que sólo hicieron que imitarnos. Es lo que tiene traicionarse uno mismo, que se acaba por olvidar lo que fue y cómo lo fue.

Por eso, la sensación generalizada es que da igual ser pobre o rico mientras Rufete esté. Porque a éste no le harán falta 70 millones en caja para montar un equipo, bastarán dos euros y un bote de Coca-Cola para ello. Tal vez no será tan filigranero, pero sí mucho más competitivo que todos de los que hemos 'disfrutado' hasta el momento. Y lo será porque se vuelve a las raíces, o se intenta, al aprovechar las oportunidades que te da el Ayala suplente del suplente en el Milán, del Cañizares marginado en el Real Madrid, los Djukic que acaban contrato y nadie lo sabe, o a esas pequeñas promesas desconocidas que no te dicen nada y que luego se convierten en todo. Aunque al melenudo mánager le vendría bien un curso intensivo de legislación futbolística para evitar algún que otro error; pero incluso a eso ha sabido darle la vuelta anotándose un tanto de cara a la galería. Pero sólo de cara a la galería. Porque romper las viejas formas tiene un precio, y es ver como te maximizan los errores y te esconden las virtudes. Negarse al tour mediático, a la exclusiva al amigo, y poner fin a que se sepan las alineaciones dos horas antes de un partido requiere sacrificios. Pero reconstruir un equipo demolido y devolverle el alma que le robaron lo vale todo, así que pague lo que haga falta, aunque quede en un simple intento y tengamos que imaginar que hubiera sido de ello viajando a un universo paralelo. Total, el día 24 ya está ahí. Mientras llega, los viejos roqueros le esperan dándole a la guitarra y meneando la cabellera.

4 de febr. 2014

El banquillo eléctrico


El fútbol se mueve por tópicos, clichés y san benitos. Pocas veces en la cultura ibérica se pierde el tiempo en mirar las estadísticas para comprobar los hechos. Por eso es difícil deshacer ideas preestablecidas de antemano. Aunque no hace falta irse al pasado para saber que éste nunca fue un fútbol que se caracterizara por la paciencia. La ausencia de proyectos es algo endémico desde su propia fundación, el corto plazo premia, por eso el nivel de entrenadores utilizados es tan exageradamente alto en el mundo de la LFP. Salvo un par de excepciones, que se podrían calificar de rarezas históricas, en las últimas décadas nunca un equipo aguantó a su entrenador más de cinco temporadas. Pero sí es necesario hacer un ejercicio de comparativa para desterrar ciertos mitos e ideas preestablecidas sobre algunos equipos. Es curioso, en contexto, comprobar como el banquillo de Mestalla no sólo es uno de los más estables en la historia de la primera división, sino que no es ni mucho menos el más volátil, como se quiere hacer entender desde muchos sectores. Curiosamente las etapas de más inestabilidad han venido precedidas de épocas con entrenadores asentados en su cargo durante varios años, dejando un vestuario agotado y unas rutinas que siempre se antojan difíciles de superar para el heredero.


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