26 de set. 2013

El club que quería ser serio

Tras una de las muchas que protagonizó el portugués Miguel Brito el entrenador de aquellos días, Unai Emery, le castigó dejándolo fuera de la convocatoria, y lo hizo delante de todos sus compañeros, advirtiendo al grupo de las líneas rojas que no debían cruzar. En una entidad donde se televisa todo en modo reality la noticia llegó al otro lado de la Avenida de Suecia, raudo y veloz se presentó aquel presidente de calvicie pronunciada para mantener húmedo su huerto de intereses y amistades, desacreditando al entrenador delante del mundo, haciéndole entender que Miguel debía no solo entrar en el equipo, sino jugar por el interés deportivo de todos. Obediente como pocos, Unai cumplió las ordenes, y desde entonces no dejó de aplaudir en la banda.

En aquel instante de presentaciones el VCF empezó a perder el norte, a tirar por el sumidero la dignidad para poner a los pies de los caballos a un técnico recién aterrizado en un grupo resabiado para su nula experiencia en el mundo de los banquillos. Aquel gesto de un presidente poco avispado en la mayoría de materias fue una carta blanca a sus jugadores, malcriados por éste con pasión, para poder campar sin restricciones por donde les placiera. El Llorentismo se encargó de dinamitar cualquier rastro de valores en una institución que siempre presumió de orgullo y amor propio, institucionalizando el albedrío en casi todos sus estamentos, vendiéndose a una plantilla caprichosa que vio caer ante sus ojos toda frontera anteriormente marcada.

Los restos de aquél régimen estulto todavía ensucian los estantes del club, las malas costumbres y la sensación de poder que experimentaron durante tanto tiempo unos futbolistas que veían un cómplice a sus desmadres sentado en la poltrona es difícil de erradicar en cuatro meses y medio. Aunque detectado el problema, podía haberse utilizado la ventanilla del verano para limpiar la casa, algo, que con sumo terror, sigue sin hacerse año tras año, como si una extraña conciencia impuesta nos hiciera creer que poseemos esquilmadas reservas de Pelés y Messis que hay que conservar como si nos fuera la vida en ello. Esa sensación de impunidad con la que se han acostumbrado a vivir algunos es la que espoleó primero a Mathieu, luego a Guaita y después a Rami a ensuciar sus bocas con palabras que atentan contra el normal comportamiento de una plantilla.

Con Djukic parecía seguir todo en su sitio, con un club de espaldas a su entrenador, con un técnico obligado a pelear con una plantilla sin más ayuda que la de su sombra, y unos jugadores acostumbrados a las no restricciones... hasta que una serie de malos resultados y unas declaraciones en una radio revirtieron esa condescendencia con la que se volvió a bautizar al roster en la rueda de prensa previa a Granada. Alumbrando el punto diferenciador. Con un presidente que en lugar de desaparecer baja al barro para anteponer la figura del míster sobre la de los jugadores, y lo hace en su peor momento, dando luz verde a la petición del mismo para apartar del grupo al central francés en lugar de hacerle ver la conveniencia de privilegiar lo deportivo a todo lo demás.

Por eso la expulsión de Rami se convierte en necesaria, no hay otra opción más que dejar fuera para siempre al jugador, levantando sobre esa piedra las viejas líneas rojas que una vez fueron dinamitadas sin contemplaciones. En medio del caos el VCF se ha encontrado, sin pretenderlo, con una espiral positiva a la que debe saber subirse para escribir sobre sus lomos una nueva historia, trasformando un agujero negro que amenaza con engullirlo todo en un punto de inflexión de gigantescas proporciones. Desaprovechar esta oportunidad nos haría merecedores de sufrir hasta el fin de los tiempos el peor de los males existentes en el universo.

Acostumbrados a la impunidad se han visto solos, señalados por público y crítica, desposeídos del hombro presidencial en el que apoyarse y ver cumplidos sus caprichos, únicamente les queda un ínfimo elemento dentro del staff técnico que sigue reproduciendo los malos vicios del pasado, y está tan señalado y debilitado como ellos mismos. Súbitamente el VCF ha repintado su difuminada dignidad como entidad, resituando a la institución por encima de los jugadores, y todo ello en mitad de una crisis que amenaza muerte. De ahí sólo pueden salir cosas buenas. Úsense para hacer club.

24 de set. 2013

El error de Miroslav

Djukic despertó mientras Rami decía adiós y se le clavaba en la espalda aquel – humillante – gesto de Michu pidiendo perdón. Venía a decirnos, que de querer, aquello hubiera acabado en orgía galesa por incomparecencia del rival. En pleno shock el serbio se presentó en rueda de prensa con la capitulación redactada a dos espacios y en sobre blanco, entregándola a los allí presentes como quien despista un christmas navideño. Fue durante el transcurso de todos esos acontecimientos cuando adquirió conciencia por vez primera de su no aterrizaje en este equipo. Y cuando entiendes esas cosas duelen más que el mismo fracaso, porque sabes que nadie te está ganando, sino que eres tú el que te has dejado perder.

Como presentarse disfrazado de Bob Esponja en una fiesta de etiqueta Miroslav anduvo desubicado por Paterna. Sus métodos importados del decimocuarto de la pasada liga a un vestuario con internacionales, en año mundialista, pronto se convirtieron en el primer punto de fricción, en la chispa que acabó originando un incendio incontrolado al que nadie quiso prestar atención hasta que alcanzó dimensiones imposibles de ocultar. No empezó la liga y ya eran evidentes los nervios, con jugadores exigiendo titularidades, con otros maldiciendo el color del peto que le tocaba portar, y el de más allá, escapando al Rayo en el último minuto para zafarse de todo ello. Djukic, en su papel de entrenador novato, no vio nada a tiempo para saber gestionarlo en su favor.

Porque el problema que nos ocupa es un problema de feeling entre vestuario y cuerpo técnico, de unos jugadores que no entienden el discurso de su jefe y que salen a jugar con inseguridades por no saberse la lección, con un entrenador que perdió la confianza en sí mismo, zozobrando ante un grupo en ebullición. Tal es así que en mitad de un gabinete de crisis los propios futbolistas le pidieron al técnico que fuera más duro y exigente con ellos, una petición que nunca nacería de boca de un vestuario insurrecto que busca sin condiciones la cabeza del técnico, sino más bien de uno, que como su míster, se encuentra perdido porque no entiende nada de lo que le están pidiendo.

La falta de confianza mutua se refleja en un gesto que se pudo ver ante el Sevilla. Se acerca Joao Pereira a la banda para beber y tratarse un golpe aprovechando un parón del juego. Djukic, en su puesto de entrenador, le mira con cara de padre orgulloso, sus ojos irradian felicidad, e intenta acercarse a él; temeroso, apenas da un paso adelante y vuelve a su sitio un segundo después, quedándose a mitad de todo, perdiéndose Joao en la inmensidad del césped sin haber recibido el gesto de confianza que pretendía entregarle un cohibido entrenador.

El fútbol llega a ser tan generoso que actitud y compromiso hacen buena cualquier propuesta, como la del pasado domingo, donde se volvieron a ver lagunas y fallas que a diferencia de lo vivido hasta entonces fueron suplidas con sacrificio y trabajo, ejerciendo el pequeño Fede de punto diferenciador, dotando al centro del campo con su movilidad de opciones de pase de las que había carecido durante toda la liga. Incluso la enfermería se llenó un lunes por la mañana de contusiones por haber metido piernas que hacía lustros que no iban al choque con ningún rival.

Sería un error extraer conclusiones del partido del domingo, si el ruido externo ha ayudado a restablecer las vías de comunicación perdidas entre técnico y jugadores lo determinarán Granada y Rayo Vallecano y no el equipo de Emery, que fue derrotado por un grupo en plena reacción tras verse señalado, y lo hizo a base de testosterona, que es como descorchar una botella de cava tras agitarla violentamente. Si todo esto sirvió de algo ya hay una estampa que ilustrará para la historia la reacción del equipo de Djukic, y es la que colgó Pereira en su Instagram el pasado domingo, en ella se identificarán a los líderes de este VCF, los que tiraron del carro cuando todo el mundo miraba para otro lado mientras el barco se hundía. Si no, quedará como una bonita foto de una noche dominguera en la que nos hicimos trampas jugando al solitario.

19 de set. 2013

El Swansea que salvaron dos amigos

El último gesto de una tediosa negociación fue lanzar un par de monedas a los pies de aquel australiano loco, una acción que plasmaba el desprecio generalizado hacia un personaje que amenazó con hundir en la miseria al Swansea. Era una habitación muy similar a la del modesto The Dragon Hotel en la que John Van Zweden pernoctó durante más de 30 años en vísperas de partido. Entre latas de cerveza y humo de tabaco un grupo de amigos depositaron las 25.001 libras que desposeían a Tony Petty de su título de propietario. Los cisnes, desde aquel momento, eran cosa de un par de amigos.

“Fuck you very much” responden David Morgan y Van Zweden cuando les preguntan si hoy venderían el Swansea City a un inversor. La entidad que adquirieron hace 11 años, rebanando hasta el último penique de sus cartillas de ahorro, se ha revalorizado alcanzando los 60 millones de libras, 2400 veces su valor de compra. Una suma considerable que podría hacer ricos a dos simples mortales. “¿Cómo vamos a vender algo que amamos y que nos ha costado tantos sacrificios? El Swansea es el dedo en el ojo de la capitalista Premier League y eso no hay dinero que lo pague”.

John y David tienen ese brillo especial en los ojos, el mismo que identifica a un niño abriendo su regalo de navidad, la misma mirada que ilumina el rostro de un pequeño entrando por primera vez al estadio de la mano de su padre. La Premier visitó País de Gales hace dos años, Swansea fue la primera ciudad galesa en competir en la mejor liga del mundo. Pero también es una tierra de pocos recursos, de marismas y recurrentes nieblas que cubren la urbe con demasiada frecuencia. Un espacio abrupto y cautivador definido por el poeta Dylan Thomas como 'encantador y repulsivo al mismo tiempo' en el que se esconde una increíble historia de amistad gestada hace 35 años.

Invierno de 1977

En el viejo Vetch Field, como tantas otras veces, David se preguntaba que hacía allí. Escapar de la fina lluvia era lo más emocionante de aquellas tardes de sábado contemplando partidos de la Fourth Division. Ella y un viejo programa de partido ejercían de evasores de dramas para aquel adolescente de 14 años. Sin ya nada que importara sobre el verde, ojeando un magullado y arrugado trozo de papel, intentaba poner fin antes de hora a un encuentro sin demasiada historia. 'Pen Pal Wanted'. En aquella cuartilla había un anuncio que le llamó la atención... un tipo de Holanda buscaba amigos por correspondencia. ¿Qué era aquel cisne negro en la camiseta de un equipo de fútbol? Preguntaba.

John Van Zweden nunca fue un estudiante brillante. Aunque siempre tuvo ideas geniales. Su bajo nivel de inglés amenazaban sus posibilidades de promocionar de curso, llevándole a buscar un nativo con el que cartearse para avanzar en su gramática, huyendo así del gasto que suponía un profesor particular con el que reforzar sus clases en La Haya. Morgan arrancó aquel anuncio, guardándoselo en la cartera, para aquella misma noche describir con furiosa precisión la enésima derrota del Swansea . “Tuve que hacerlo, aunque sólo fuera para explicar el significado del cisne” confiesa reclamado por la fama del momento. Apenas bastaron dos años de misivas para arrastrar a Van Zweden a la ciudad, presentándose con un destartalado Opel color naranja. “El coche más feo que he visto en mi vida” recuerda Morgan.

Los focos del viejo recinto emitían una luz amarillenta en contraste con el ocaso rojizo de la atmósfera, en las calles que rodeaban aquel estadio retumbaban cánticos abrumadores, pubs humeantes salían al paso de una especie de comitiva rumbo a las puertas del Vetch Field. Con la brisa del mar atormentando su ser, el holandés con problemas de inglés, acabó maldiciendo no haber nacido en aquel rincón del mundo.

Tras aquella iniciática visita viajaría semanalmente durante décadas hasta acabar convertido en un inquebrantable supporter, adquiriendo lentamente las inconfundibles pintas de hooligan borracho a punto de ser juzgado por un tribunal de orden público. Su refugio en el modesto The Dragon sería el lugar perfecto en el que construir su historia, donde ahogar penas en alcohol y vivir momentos de euforia colectiva con desatada pasión. Entre el ambiente del Vetch Field y las sábanas de una habitación polvorienta se gestaría a fuego lento la edad de oro de un club en decadencia.

Invierno de 2002

Los ánimos en la ciudad pintaban de gris depresión las entrañas de sus gentes. Aquel australiano esperpéntico que había llegado nadie sabía cómo seguía haciendo de las suyas. Los despidos de jugadores de forma despótica era su intento de arengar a una plantilla descabezada, abandonada frente al desastre y ya sin rumbo. Las noticias de impuestos impagados copaban los titulares de una prensa local que sólo restaba espacio al rugby para airear situaciones funestas del equipo de fútbol. Todo aquello junto, con el farolillo rojo en la League Two cosechado aquel fin de semana, amenazaba ruina.

Sentados en aquel tugurio, los murmullos que se escuchaban de fondo ponían banda sonora a las discusiones en torno a una mesa repleta de botellines y malos humos. Cinco amigos frustrados, cansados de la situación, no veían ante aquellas circunstancias solución alguna a una entidad ya de por sí poco atractiva. “Yo podría juntar hasta 50 mil libras” dijo Van Zweden. Fue un comentario suelto, un pensamiento en alto como intento de calmarse en mitad de aquel llorar las penas entre amigos y cervezas. “Yo puedo juntar 20 mil libras con un poco de suerte” le acompaño Morgan. Las miradas empezaron a cruzarse, las ideas a brollar sin control contagiando a todo el pub, tras el cual, llegaría una ciudad entera.

De repente las derrotas dejaron de verse como clavos asegurando la tapa del ataúd transformándose en autopistas hacia la libertad. Aquellos dos locos que empezaron a cartearse en su adolescencia habían parido un Supporters' Trust tras una melancólica conversación en la mesa de un bar, pasando por una arenga en las puertas del estadio transcrita en un par de fanzines, implicando por reacción a una masa social que acabó evitando una desaparición inminente. Fueron las bases las que recaudaron las 300 mil libras necesarias para pasar de rojo a negro la deuda con el fisco, un triunfo de tal magnitud que obligó al infausto Tony Petty a sentarse en una habitación de hotel para escuchar aquella oferta.

Un equipo de pueblo

Hace tres décadas y media el Swansea era víctima de su propio anonimato, una aguja en un pajar tan perdido que sólo un loco podría fijarse en él. “Pensé que cuanto más pequeño fuera el club más posibilidades tendría de encontrar respuesta, de que se alegraran de que alguien quisiera ser su amigo” dice un Van Zweden que más que mejorar su inglés aprovechó aquel anuncio para dar rienda suelta a su pasión por el fútbol. Hoy en día ambos rozan los cincuenta años. El rubio holandés en su pequeño negocio de alquiler y venta de coches viste a sus empleados con el cisne bordado junto al logo de la empresa. Incluso en el almacén esconde un pequeño museo del Swansea, atesorando un ejemplar del primer programa que se editó hace un siglo, comprado por 1000 libras a un librero quejoso.

Aquella pareja de amigos que se veían en la cantina del The Dragon para iniciar su pequeña caminata al estadio, vestidos con camisetas y vaqueros desgarrados por ilusiones y entusiasmos, han dejado la vestimenta casual para entrar en el moderno Liberty Stadium ataviados con trajes y corbatas manchados por responsabilidad y nervios al sustituir el viejo fondo por la comodidad de la tribuna. Es el precio que han tenido que pagar por vaciar sus cuentas corrientes y hacer frente al problema que amenazó al club con llevárselo por delante. Morgan y Van Zweden controlan un pequeño paquete accionarial, repartido a partes iguales entre otros tres amigos, el 24% restante, queda en manos del Supporters' Trust, agrupándose tras él todas las sensibilidades sociales que despierta la entidad.

Hoy en día los cisnes son una institución revitalizada, sumergida en el mejor momento de su historia, cimentado en aquella salvación milagrosa de 2002 que se presenta ya como el trampolín desde el cual han alcanzado las alturas con las que han conquistado el primer gran título – más allá de las copas de Gales – en cien años. En todo este tiempo muchas cosas cambiaron en Swansea. El viejo Vetch Field es ahora un bloque de apartamentos, el polvoriento y mugriento The Dragon se transformó hace tres años en un hotel de cuatro estrellas, pero a pesar de todo, el club, sigue ahí, fiel a su autenticidad, con el despacho del manager en el mismo agujero de cuatro metros cuadrados situado en el sótano de un gimnasio, donde Bob Martínez y Brendan Rodgers moldearon sus equipos clavando a la entidad en el mapa del fútbol mundial.

Son los síntomas inequívocos del presupuesto más bajo de la categoría, algo de lo que gusta presumir a su accionariado popular. “La bufanda de cachemir que usa Mancini vale más de lo que cobran al mes la mayoría de nuestros jugadores”, espetan sin rubor. A pesar de sus limitaciones el Swansea es el equipo que mejor trabaja y mejor juega sus bazas. “Fichamos lo que hace falta, nada más, si nos falta un lateral, fichamos un lateral, no un delantero pensando en cuánto valdrá mañana o si pasado se irá de precio y no podremos contratarlo”. Los chicos de Laudrup sumaron el pasado curso 500 pases más por partido que el Arsenal, vinculando para siempre el sobrenombre de Swanselona al del equipo gracias a un reportaje de la revista FourFourTwo en el que se mostró a Leon Britton junto a Xavi bajo el titular “uno de ellos es el mejor pasador de Europa”.

“Tocamos el violín toda la semana hasta que encontramos una nota que suene bien” dice Morgan entre risas, “en realidad no sabemos cómo hemos hecho que esto funcione”. El Swansea se presenta como un insulto a la cara de los grandes clubes y sus exageradas inversiones. Salta a la vista cuando se pretende conocerlos de cerca. De jueves a domingo John Van Zweden se pasea por el campo de entrenamiento ataviado con su inseparable chándal, pintando las vallas, tendiendo la ropa de entrenamiento o dirigiendo con los pocos empleados que tiene el club los trabajos más rudimentarios. “No quiero ser millonario, sólo quiero dirigir el Swansea junto a mis amigos de toda la vida, que es lo que hemos soñado todos desde pequeños. Rescatamos al club de la mierda y lo hemos puesto entre los mejores, todo este trabajo se iría al garete si mañana lo vendemos al primero que venga con la billetera” responde el holandés cuando le insisten con la posibilidad de vender el club.

Los cisnes salen al campo reuniendo un pequeño grupo de héroes locales para competir entre millonarias estrellas, un agujero en el sótano de un gimnasio público lucha contra lujosos despachos y legiones de secretarias, un vendedor de coches de segunda mano se cruza por los palcos con Mansour... es la fábula de David contra Goliat llevada a un terreno de juego. “Esto no tiene precio, voy a estar dirigiendo el Swansea hasta que me muera” sentencia Van Zweden. Los cisnes ya son el orgullo del fútbol moderno.

17 de set. 2013

Helder Postiga: El mal amado

En las Caxinas, distrito de Vila do Conde, todo el mundo es pescador. Es el futuro más probable que le espera a sus jóvenes, eso, o acabar nutriendo la escuela del Oporto para hacerse un hueco en algún equipo de segunda división. Allí aprendió Helder Postiga sus primeras lecciones sobre el trato con las redes. Extendiéndolas, supo conversar con ellas hasta alcanzar ese punto de intimidad en el que confiesan sus secretos a modo de favor, por ayudarlas a desenredarse tras un día de faena. En aquellas calles dobladas por un urbanismo caótico tuvo que decidir si echarse al mar o marchar con la pelota a otra parte, y afortunadamente, escogió lo segundo.

Entre bigotes poblados y rostros ajados por la brisa y el frío del invierno acabó apreciando el valor de la vida. Conviviendo con la miseria, desgranó el duro tránsito que te lleva a ganar un triste real. Por eso afronta desde la normalidad un mundo tan ficticio como el fútbol. Tal vez ese sea su mérito, vivir como viviría si en lugar de viajar por la lujosa Europa se montara en un barco pesquero con sus cuatro vecinos. Es su forma de honrar a aquellas gentes que conoció en la crudeza, vislumbrado sus penurias y sus virtudes en aquellos ojos que buscaban al final de la semana un paréntesis con el que olvidarse de su penosa existencia. Para Helder el pegarle patadas a un balón se afronta como un trabajo, respetando las reglas del deportista, durmiendo sus horas para ser persona. De otra forma, en Caxinas, no se lo perdonarían.

Por qué Portugal está desencantada con este hombre es todo un misterio. Hablamos del máximo goleador de la selección desde hace cuatro años. Y aun así, su alineación es recibida entre iras y aspavientos, sus goles, silenciados, centrándose la crítica en remates superfluos o jugadas estériles de algunos de sus compañeros. De él sólo se habla para resaltar sus errores. Incluso su llegada al VCF simbolizó para muchos la caída de un club que ya no tiene solución. Pero a pesar de todo, Postiga, que lleva desde los 20 años recorriendo mundo, es mejor delantero de lo que su reputación sugiere.

El pescador tiene la virtud de aparecer cuando más sufren sus equipos, rescatándolos a base de goles, insuflándoles la última esperanza, que es la más grande de todas ellas. Tiene el don de la inteligencia táctica, el de saber leer los partidos antes de que empiecen a jugarse, como se leen las nubes la tarde antes de salir a faenar. Ser un hombre normal, demasiado para los estándares del futbolista moderno, lucir esas pintas de persona común, le pesa en un país más acostumbrado a los divos que a los chicos de barrio.

A pesar, el reconocimiento que le niegan los suyos lo encontró en el piso del vecino. Sus 27 goles en 78 partidos con el Zaragoza completan sus 26 goles en 62 partidos con Portugal, una carta de presentación que le sirvió para recalar en Mestalla y encontrar a sus 31 años la fama que le ha sido esquiva durante toda su carrera. Alejado de la sombra de Almeida y Cristiano Ronaldo por fin es alguien en un lugar donde sus goles adquieren visibilidad. Porque Postiga es una patina de humildad en un deporte grosero, el chico que salió de una barcaza para no olvidar, mientras 50 mil personas jalean sus boleas, que en su pueblo, muchachos como él, sufren ante la ausencia de un futuro más allá de las profundidades del Atlántico.

Acostumbrado a coleccionar abucheos y silbidos podría girarse a la grada, ahora que tiene refugio, para reivindicarse. Pero es demasiado modesto para eso, sabe que sin el balón estaría recogiendo redes y amontonando cajas de pescado en la lonja de Oporto, como sus vecinos de Vila do Conde, y lo haría con la misma normalidad y orgullo con la que se enfunda las botas, mostrándose agradecido a una existencia a la cual supo mirar a los ojos desde bien pequeñito.

10 de set. 2013

Las mentiras del Financial Fair Play

«Cada vez que se menciona el Financial Fair Play (FFP) se usa como pretexto que aquello que hacen Abramovic o Mansour es injusto, pero en realidad, son los chivos expiatorios para justificar el acuerdo político que alcanzó la UEFA con las élites del fútbol europeo». Decía el economista Stefan Szymanski hace un par de meses en una de sus columnas - escribe en Forbes y The Guardian entre otros -. Catedrático en economía es una de las muchas voces - y quizá la más autorizada - que le han salido respondonas a Platini en contra de su sistema de limpieza financiera.

En ocasiones da la sensación que el único trabajo que tiene el presidente del máximo organismo europeo es hacer entrevistas y cenar con Rummenigge o Florentino Pérez en alguna lujosa capital. Platini, que acepta con exquisito gusto francés someterse al micrófono cada vez que le solicitan, palidece sin saber dar una respuesta convincente siempre que es abordado por el asunto del FFP. En una de sus últimas apariciones, el periodista del Daily Mail, Martin Samuel (otro gran crítico de la norma), dejó en ridículo al presidente de la UEFA en la mayoría de asuntos que le expuso sobre el gran perjuicio de un sistema que es vendido por la federación europea como «el único modo de salvar a los clubes de sí mismos».

Entre el sector crítico también se encuentra Simon Kuper, que relató hace un año en el Financial Times, con todo lujo de detalles, el nacimiento de la regla tras una reunión informal mantenida entre los presidentes del Bayern, Real Madrid, Milán y el máximo mandatario continental, donde éstos, le expusieron el temor a perder su estatus ante las continuas llegadas de grandes inversores al mundo del fútbol. «No podemos competir con ellos, hay que hacer algo» le dijeron. Pocos meses después aquellos temores se plasmarían en un borrador que daría el pistoletazo de salida al juego limpio financiero. 'El acuerdo político con las élites'.

UEFA expone una serie de datos, en apariencia, irrefutables. El 55% de los clubes europeos dieron pérdidas en 2011, el 38% presenta un patrimonio neto en negativo y el 16%, según sus propios auditores, no son viables. Eso no deja en buen lugar al organismo en su papel de ama de casa, por lo que intenta justificarse planteando medidas más estrictas. Sin embargo, cuando se mira detrás de esos números sólo aparecen pequeñas y medianas entidades situadas entre la permanencia y la zona media. «La UEFA no se atrevería a restringir la libertad de los poderes establecidos. Centrándose en los medianos y pequeños clubes lo que hace el FFP es asegurarse de que ninguno de ellos vuelva a ser un estorbo para las élites» Dice Szymanski. Algo que en cierta medida justificó Platini ante el interrogatorio de Samuel: «El Mónaco no es un caso de FFP, no lo es porque no juega en Europa. No tenemos potestad en los campeonatos nacionales».

Pero Szymanski va más allá en su crítica: «UEFA quiere hacernos usar frases vacías de significado como camuflaje para no hurgar en una agenda que tiene poco que ver con el juego limpio financiero y mucho con el ejercicio abusivo del poder. La medida no busca la igualdad, la regla fijará a perpetuidad las diferencias actuales». Y añade: «¿Por qué es justo que el Milán haya construido su hegemonía en Italia gracias a la inyección de capital de Berlusconi y es injusto que lo haga Abramovic en el Chelsea?» A dicha cuestión respondió así Platini: «El FFP trata de proteger al club de la ruina, no hacerlo más competitivo».

- Martin Samuel: Señor Platini, ¿si en 2014 cinco de los diez principales clubes incumplen con el FFP, les sancionaría expulsándoles de la competición?

- Platini: No. Eso sería ir en contra de nuestros propios intereses. Les advertiríamos, y si son reincidentes, pensaríamos en tomar medidas más severas.

En otra de sus respuestas el dirigente deja todavía más claro la debilidad del FFP: «Somos conscientes de que muchas de las sanciones que impongamos pueden acabar en los tribunales, no tenemos la seguridad de poder ganar». Entonces, ¿de qué sirve el FFP?

¿Quién está detrás del Fair Play Financiero?

El presidente de la UEFA vende como un triunfo personal haber desmantelado el G-18, llevando a los rebeldes a integrarse en ese engendro oficial llamado ECA – European Club Association – , algo que consiguió tras alcanzar un pacto de no agresión y dar una serie de concesiones a las élites del fútbol. Michel Platini va camino de pasar a la historia como el único mandatario UEFA que no ha tenido ningún enfrentamiento con los grandes clubes, y no lo ha tenido porque siempre ha estado alineado con sus intereses en lugar de hacerlo con el bien común del fútbol continental, como así hicieron sus antecesores.

Detrás del pacto con la ECA se esconden dos personajes vinculados al mundo de las finanzas, de estrecha relación con las grandes entidades futbolísticas. En la redacción y elaboración del FFP tiene mucho que ver el belga Jean-Luc Dehane, expresidente de Dexia Bank, entidad rescatada en dos ocasiones con 15 mil y 11 mil millones de euros. El segundo hombre es el millonario holandés Johann Lockhorst, que abandonó su grupo tras ocasionar un agujero económico de 25 mil millones de euros. Ambos están pendientes de acudir a la justicia por su responsabilidad en la quiebra de las empresas que dirigieron. Ante el sonrojo y el descrédito de que estos dos personajes – que han hecho negocios con tipos como Abramovic o Pérez – estén detrás del reglaje de la norma, Platini responde con sorna: «No es justo matar a un gran delantero por errar una ocasión de gol».

Otro de los puntos surrealistas es que el dueño del Chelsea, la justificación por la cual se crea el FFP, es una de las voces autorizadas que han dado su bendición al asunto. ¿No es extraño que uno de los nombres que son señalados como justificante a una ley que viene a poner fin a esas prácticas se muestre satisfecho con algo que en teoría le va a perjudicar? Es una más de las grandes perversiones que se esconden tras la ley del juego limpio financiero. En apariencia obliga a todos a actuar por igual, pero en la forma en la que está articulada protege de facto a los grandes clubes – en realidad a todo aquel que tenga dinero – para penalizar a los pequeños – o aquellos que tengan problemas –. «Se trata, por lo tanto, de un club privado montado entre unos pocos ricos en el que no se aceptan más socios» finaliza Szymanski.

En su árdua lucha contra el dóping económico la UEFA parece no tener en cuenta un dato demoledor: De los 5600 millones de euros repartidos en premios UEFA durante la última década el 53% han recalado en apenas 10 clubes. Algo que está teniendo un efecto devastador en las pequeñas ligas, trasformando en dominadores absolutos a un reducido grupo de entidades. A pesar de que Platini advierte de que «en el futuro habrán más leyes como el juego limpio financiero» el FFP institucionalizará las diferencias entre grandes y pequeños por restringir al máximo las vías de crecimiento que hasta hoy podía tomar una entidad con vistas a mejorar su estatus. Dicho de otro modo, si los gobiernos occidentales impulsaran una ley que dijera que solamente aquellos que tengan ahorrado el valor total de una vivienda podrán acceder a ella, prohibiendo la financiación hipotecaria, dejarían a las clases trabajadoras sin la posibilidad de tener un hogar, y por lo tanto, de prosperar. Como no se cansa de advertir Szymanski, estamos ante la institucionalización de las élites imperantes, ante una ley que favorece a los ricos y penaliza a los pobres. ¿Es justo el FFP?

5 de set. 2013

Tomás, simplemente Tomás

Pensar en Tomás es imaginártelo atrapado en algún cubículo de oficina haciendo horas, con un cargamento de bolígrafos lastrando el bolsillo izquierdo de la camiseta, dirigiendo con fina parsimonia cualquier empresa de extrarradio mientras lee "ElJueves” en el WC. Esas pintas de administrativo con botas no se pierden ni pasando mil años. Quizá por eso haya sido uno de los grandes incomprendidos de la historia, el jugador más cruelmente tratado por una grada que a modo de pasatiempo acabó haciendo chistes sobre su figura, trascendiendo en gag nostálgico con el que echarse unas risas.

Tomás siempre será especial, él es Mestalla de pequeño, ese caminar entre gigantes por la Avenida de Suecia inmerso en el rito de ir a ver a tu equipo sin más pretensiones. Entre aquellas sillas de plástico y cogotes hinchados, en mitad de una lluvia de improperios y voceríos, se aprendía a querer a tipos como él a modo de reacción salvaje ante la vida. En aquellos tiempos idolatrar a Tomás era tan heavy como hacerlo hoy en día con Barragán, demasiado subversivo para ir contándolo por las esquinas. Ni siquiera Telecinco ha podido batir la cantidad de exabruptos por segundo que salían volando a cada balón que el 'todocampista' ponía en órbita. Era el típico hombre de la calle jugando en el equipo de su vida. Imposible no quererlo.

Se mostraba inteligente tocando la pelota con una precisión tan exquisita como reiterativa. Aprendió eso y jamás intentó otra cosa, no fuera a equivocarse. Supo bailar con oficio en el centro del campo metiendo el cuerpo y robando balones de la misma forma que una aspiradora succiona el polvo, a lo bestia. Fue el primer 6 de la era moderna, un líbero reconvertido que en sus cinco años en Mestalla siempre superó los 40 partidos por temporada. Titular sin discusión. Había días en los que se confundía y creía ser un fino pateador de rugby, sacando el balón del estadio antes de que le añadieran un tercer anillo que lo hiciera imposible. Tras darse por vencido, el público, metido en el papel de espectador galés, acabó celebrando aquello con litúrgico entusiasmo. De vez en cuando adquiría conciencia de futbolista y ponía la pelota en la escuadra. Intentó desarrollar una habilidad para romper cerrojos con su potente disparo desde tres cuartos, pero no supo darle la precisión adecuada.

De Tomás solo han perdurado errores y chistes – «Tomás, ¿hoy has traído las lentillas o las lentejas?» – pero tenía derecha para poner balones milimétricos. De sus botas nacieron muchos de los goles más recordados e idealizados por la grada, desde aquellas remontadas coperas ante el Real Madrid pasando por los duelos a muerte con el Barça de Cruyff. Un héroe anónimo. Sus trazas y su forma de correr le penalizaban por encima de su correcto quehacer. Sobre todo lucir sin tapujos aquellas gafas alimentó una leyenda urbana muy extendida, y es que Tomás era así de malo porque no veía sin ellas. Lo que le sirvió para ganarse algún apoyo, ya que nunca faltaba el tímido defensor de su juego intentando explicarse con un 'com no ha de fallar, ¡ si va cego!'

Era un adelantado a su tiempo, un jugador que le hacía el trabajo sucio a gente como Fernando sin recibir a cambio ningún elogio. Apenas un cromo perdido y su nombre en un papel atestiguan que hubo una época en la que este hombre vistió la camiseta blanca. Seguramente se iría aburrido de tan poco, o quizá, visto como se las gastaba Hiddink, prefirió no suicidarse en el campo huyendo a Santander, con Maguregui, para retirarse apenas una temporada después. Puede que aquel marrullero de los banquillos fuera el responsable de que tras colgar las botas desapareciera para siempre, sin dejar ni rastro, perdiéndose en algún polígono entrenando a equipos de barrio, en alguna escuela que ni siquiera los mapas tienen en cuenta. La cuestión es que de Tomás apenas queda ya nada, más que recuerdos difusos e historias hilarantes. ¿Dónde estás Tomás?

3 de set. 2013

Djukic o morir en una idea

De férrea personalidad, Djukic ha renunciado al balón que Valverde le dejó botando en la línea, prefiriendo construir con sus propias manos un esférico en situación de remate, y lo quiere hacer partiendo de cero, moldeando la revolución total. Le gusta lo difícil porque lo difícil tiene un sabor diferente, como el cambiar a Parejo por Míchel. Y aunque por el camino pierda ese tiempo en el que se conquista Europa, pretende elevarse. Porque él no quiere ganar, sino trascender. Y ese recorrido te lleva a Koeman o a Benítez, pero nunca a Emery.

El éxito ante los culés siempre se presenta a tiro de empate, por eso es mejor laboratorio que cualquier otro. Y en esas, Miro, se sacó del banquillo lo de Canales, dejándonos un regusto a humillación innecesaria. Pidiéndole a Pabón que fuera afilándose para ser el cuchillo con el que cambiarle la hora al despertador. El verde dice que el VCF no sabe qué hacer cuando tiene el balón, pero tampoco cuando no lo tiene. El centro del campo, hasta no hace mucho el motor del equipo, se ha convertido en un perdedor de partidos. Carente de la tensión y la agresividad necesaria para competir, mal acoplado, deja abiertas demasiadas puertas por las que acaban escapándose los puntos, renunciando por el camino a Banega, que es renunciar a demasiadas cosas.

Ese desorden, que empieza en una línea atacante que parece jugar en otro equipo, rompe cualquier propuesta. Y a pesar del aspecto, no es nada inusual en toda nueva idea introducida. Djukic vino para imponer otra cosa, y la quiere imponer a riesgo de morir en ello. Lo verdaderamente preocupante es que en apenas dos jornadas ha tenido que enfrentarse a problemas más propios de proyecto agotado que de nueva etapa. En esa lucha está la verdadera supervivencia, porque sin el mando del vestuario la aventura del serbio no se ganará la noche buena, y desde dentro, desde la caseta, escapan demasiados nervios para tan poco recorrido.

Durante estas semanas el entrenador demostrará al mundo si está preparado para afrontar el reto o si se hunde con el, ya que en las alturas, por desgracia, nadie te deja perder en paz. Y ahí veremos si la idea de Djukic es fija o si sabe recomponerse sobre la marcha por pura necesidad. En esa guerra por el mando no le vendría nada mal la ayuda de los de arriba, para acabar de romper con la vieja costumbre de dejar solo ante el peligro al inquilino del banquillo.
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