20 de març 2014

Penev: El teatro es así

Lubo llegó al Valencia cuando yo tenía catorce o quince años. Desde la ventana de mi clase, en el colegio del Pilar, veía todas las tardes como se levantaban las banderas en lo alto de los mástiles que coronaban el fondo norte de la general de pie de Mestalla, al otro lado de Blasco Ibáñez, marcando la clasificación y con ello la disputa con compañeros, muchos del Madrid por aquel entonces. Los curas del colegio eran casi todos de la Real Sociedad. Mestalla tenía su magnetismo discreto hasta que un día no sé qué presidente decidió forrarlo en cemento prometiendo tantas cosas que nunca se cumplen al más puro estilo valenciano, que no valencianista. Yo viví mi sentimiento che con pocas expectativas ya que nunca recordé un título. Mi abuelo me llevó a ver al Matador alguna vez y mi padre al mundial del ochenta y dos en aquel partido contra Honduras. Pero todo eran espaldas y piernas de gente más alta que no me dejaba ver la grandeza de la cancha. La llegada de Penev al Valencia de Hiddink, de Leonardo y de otros pocos astros más, me devolvieron la fe y la ilusión de ver buenas tardes de fútbol tras tediosas jornadas viendo a aquel Tomás pasando el balón hacia detrás una y otra vez. Me saqué el pase y me mezclé entre Yomus primero y entre Gol Gran después. Todo en el fútbol es ilusión. Ilusión y soberbia, pero más ilusión. Y de ahí nace mi texto “Penev”. Yo tenía ilusión por esta ciudad, por aquel equipo, por el teatro, por caminos que empezaban... Pero vivimos en una tierra de paella y zancadillas. Somos una sociedad lesionada de por vida. Con un ligamento cruzado al límite y con una cojera crónica. Mucha gente habla del fútbol como una terapia del desfogue y donde las frustraciones se elevan a la altura de cantos de la hinchada. Pero el teatro no es menos para mi.

Como dice Antonio (personaje de Penev), yo soy un pringao, de mucho nivel, pero un pringao. Y los pringaos necesitamos insultar al árbitro o a la alcaldesa. Necesitamos una diana, una flecha y un arco. Un balón y una portería. En fin, necesitamos jugar y ganar de una puta vez. Ya está bien de perder. El teatro me permite ganar. Jugar y ganar. Y que otros sientan la camiseta que yo me pongo por ellos. El teatro es así, como diría Di Stéfano, o casi. Ha sido Penev porque la obra habla de mi. De mi pasado, de las estanterías de casa de mi madre y de los armarios con recuerdos que un día se olvidan y ya no vuelven. Hay un elemento en la obra que fue importante desde el principio. Son las tiendas de segunda mano, lugar donde transcurre la mayoría de la acción. Cada vez hay más. Cada vez la gente vende su pasado en masa. Esos sitios están repletos de objetos que han sido importantes y que ya dejaron de ser útiles. Por otro lado, no son cementerios, son casas de adopción. Alguien pasa por allí, ve algo que le pueda servir y esa cosa vuelve a tener una segunda oportunidad. En la obra he intentado que se respire en todo momento la angustia y la esperanza. La rabia y la esperanza. La risa y la esperanza. El gol en el último minuto. Como decimos en la nota de prensa, esta es una obra de personas usadas, de segunda mano.

Hay muchos amantes del fútbol en el teatro. El mismo Toni Agustí, mi compañero actor, es un gran jugador de fútbol. Defensa. De hecho, antes de cada función, peloteamos mientras repasamos el texto en escena. Calentamos con la pelota antes del partido. Somos de tener la posesión. Siempre he querido introducir elementos “a priori” ajenos al arte como en este caso son los videojuegos, los juguetes o el fútbol en su mayor medida. Ver a un pobre energúmeno insultando a un africano correr por la banda es un acto teatral que ningún escenario puede explicar. Cuando vas al fútbol el escenario es la grada y el espectador juega al balón. Y así con todo. Cada vez miro más. Cada vez hay más miseria. Eso no lo veo yo, lo vemos todos los que abrimos los ojos un poco. Y la miseria es bella. Siempre ha sido una herramienta mágica para construir historias. Y el fútbol está repleto de miserias. Por eso es tan bello. Hay actores como futbolistas. Está el actor chupón, que no pasa la pelota ni muerto y que siempre quiere figurar en la foto. Esos que estás deseando partirles la tibia en una entrada por detrás. Están los actores goleadores, a lo Romario, que no sabes cómo lo hacen, pero aparecen, rematan y para dentro. Todo les sale bien y ni se despeinan. Están los Iniesta que te hacen grande, que te dan el balón manso, que te abren el campo y te brindan la gloria. Están los sucios, tramposos y maleantes. Esos me encantan. Son los actores que minutos antes de la función están con un cigarro y un quinto y luego rompen la pana. Hay muchos tipos de jugadores y de actores, pero el que más me gusta es el reserva que sabe que va a salir en los últimos minutos y buscará la gloria a toda prisa. ¡¡¡ Cómo Fenoll !!! No tienen presión, no tienen responsabilidad, solo amor por tocar el cielo. Ese me gustaría ser a mi.

Hay un elemento que hace que la obra se ponga en marcha. Una simple transacción de cromos como lo hacíamos en el colegio. Deseabas llegar al patio y empezar a pasar los cromos como si estuvieras en la bolsa de Nueva York. Si te enterabas de que alguien tenía a Tendillo, a Sempere o cualquier otro no dejabas de acosarlo. Yo era capaz de cambiar a Maradona por un Giner o por un Arias. Dos personas adultas empiezan la obra con un cambio de cromos que no es otra cosa que convertir en cartas de la partida esos cromos deseados. Y es que cada vez más el teatro se convierte en un juego. Es la única manera de que el espectador se sienta parte de la partida. Intento en esta obra que el espectador entre a tocar el balón con nosotros, aunque sea de una manera distante y observadora. Hay varias claves que se van despejando en el juego hasta llegar a un final que yo creo que es un buen final. Un gol en el último minuto y con la mano. Como el de Diego.

Hace mucho que no voy al fútbol porque creo que se ha convertido en un acontecimiento del glamour. El otro día escuchaba a Mourinho decir que los jugadores del Madrid, en su etapa, se pasaban más tiempo en el espejo que estirando en el vestuario. Pasa lo mismo con la prensa deportiva que cada vez más es prensa rosa, o verde por el pasto. En la radio se montan tertulias chabacanas de gente que no pisó un balón ni en un pelotero. El fútbol me parece de los deportes más complejos que existen y por eso lo cuido tanto. No puedo ver un partido en un bar o en una grada donde la mayoría de la gente lo simplifica a un “qué malo es ese tío”. Con el teatro son tantas las similitudes que me asombra. Cuesta mucho poner en pie una producción. Ni me imagino lo que debe costar llegar a jugar en un equipo de primera. Es un sueño para elegidos. Ya lo apunto en la obra y ahora lo recalco aquí. En el fútbol si un jugador es malo no tiene futuro. En el teatro o en el cine si un actor es malo le dan un papel.

Os invito a ver “Penev”, una obra de fútbol para los que odian el teatro y una obra de teatro para los que odian el fútbol. Fue Penev el ídolo de mis quince años como podría haber sido otro. Cada uno tiene el suyo. Ídolos que nos hacían creer en remontadas, que nos hacían jugar en el patio o los sábados por la mañana con espíritu guerrero y con agujetas en el corazón. Ahora más que nunca necesitamos de esa casta para tirar del carro en una época jodida para todos. El fútbol de hoy, por todo lo que lo rodea, es un noventa por cien de mentira y un diez por cien de arte puro. Yo me quedo con el diez por cien. Con la pelota dando tumbos por el césped y con el ruido del balón en la bota. No es más de lo que es y al mismo tiempo lo es todo. ¡ Amunt !

(*) Xavo Giménez es actor, y director de la estupenda obra teatral "Penev". Que estará en cartel hasta el 23 de marzo en Sala Ultramar, C/ Alzira, 9 (Valencia). Más info aquí

4 comentaris:

Anònim ha dit...

ire a verla. si no fuera porque yo acabé COU un año antes de que viniera Lubo juraría que habla de mi.

BT

hoeman ha dit...

Qué lujo tener unos colaboradores de nivel tal que no desentonan con tus artículos.

Me ha hecho acordarme de mi infancia, cuando coleccionaba cromos (alguna vez tuve que recurrir a La Plaza Redonda a que me pegaran un sablazo -más bien a mis padres- por consguir un cromo que quería a toda costa...

¿Aún se sigue haciendo, lo de coleccionar cromos?

THB ha dit...

Lo desconozco, con eso de los cromos virtuales y tal. Yo todavía conservo dos cajas de zapatos llenas de cromos de la época. De vez en cuando las destapo y me encuentro a Spajic en el Madrid, a Escaig en el Barça y a Gálvez en el VCF. Además de otros monstruos como Toribio del Mérida o un tipo feísimo del logroñés , serbio, de nombre inpronunciable.

hoeman ha dit...

Había cada uno que es mítico. Yo, si no me los han tirado, también tendría que tener algún álbum de estos...

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