18 de febr. 2014

De Laurentis: 'A italian sheikh'


A De Laurentis le va el show, tanto como presentar a un jugador disfrazado con máscara de león para no revelar su identidad hasta el último segundo de una multitudinaria rueda de prensa. Tanto, como convocar a los medios para anunciar que Cavani estaba cogiendo un vuelo hacia Manchester – burlándose de la rumorología de aquellos tiempos – para acto seguido irrumpir el jugador en la sala anunciando a gritos su renovación. Es la estrategia amable de un presidente que sabe utilizar su faceta de showman en beneficio propio, una estrategia de marketing personal que esconde un cuidado plan que ha llevado al Nápoles de la miseria más absoluta a la abundancia deportiva y económica. Su inversión de 100 millones en jugadores el pasado verano – la cifra más alta invertida por un club italiano en más de 10 años –  le valió el titular de 'A italian sheikh', una afirmación que no por exagerada deja de tener su fundamento. La evolución del club napolitano ha sido muy similar a las sufridas por las entidades agraciadas con el abundante capital árabe. Aunque ésta ha resultado más pausada, e inteligente.

Mientras el sur celebra su reciente clasificación para la final de la Copa de Italia – segunda final en 3 años – los tiempos grises se van difuminando en la memoria colectiva del aficionado napolitano. Ya nadie recuerda que en 2004 el Nápoles entró en quiebra tras el nefasto paso por la entidad de Luciano Gaucci – ex propietario del estrambótico Perugia de principios de siglo – , quien situó la deuda del club en algo más de 100 millones desencadenando una intervención judicial que dejó a la institución sin más salida que la liquidación. No sin antes embarrarse en turbulentos e infructuosos intentos de venta como última escapatoria. Y todo en un club hundido en la segunda división durante años, alejado de glorias pasadas y sin futuro aparente. En ese escenario fue Aurelio De Laurentis, productor cinematográfico, quien depositó en el juzgado los 30 millones de euros que valían los restos del Nápoles. El viejo club de Maradona ya era un recuerdo, un cadáver momificado al que visitar desde la nostalgia. La nueva entidad empezó su andadura en la Serie C1 sin poder utilizar su tradicional nomenclatura. La Società Sportiva Calcio Napoli había desaparecido y sus derechos históricos saldrían a subasta pública dos años más tarde, el tiempo que tardó De Laurentis en comprarlos para poder rebautizar – y vestir – a su nuevo ente con la vieja marca. Un caso idéntico al que sufrió la Fiorentina a principios del siglo XXI. 

Con 'De La' nada está sujeto al azar. Los primeros caminares de la nueva aventura no resultaron fáciles, el club no disponía de solar dónde entrenarse, ni siquiera estadio, ni un triste acuerdo con el ayuntamiento para utilizar el municipal de San Paolo. Por no tener, no tenía ni jugadores. Y a pesar de todo el primer fichaje fue el de Pierpaolo Marino, hombre clave en el Udinese de los Pozzo, el gurú que consiguió montar, primer en el norte y luego en el sur, una de las mejores secretarías técnicas del mundo. Enseguida los nuevos planes del jeque italiano fueron publicitados a los cuatro vientos: “En cinco años estaremos en la Serie A”. La maquinaria de Marino, con Reja al frente del primer equipo, empezó a funcionar con fichajes de saldo como el de Hamsik y Lavezzi. Y alcanzó su zenit con Cavani, conformando una tripleta ofensiva conocida por 'los tres tenores'. De repente, la promesa de volver a primera en cinco años se quedó en solo tres, con una octava posición en su estreno en la máxima categoría a modo de guinda a un resurgir fulgurante. 

En el proyecto del cineasta siempre te topas con la misma constante: renovación y evolución. Actualmente el Nápoles está sumido en la versión 3.0 del proyecto, con la conquista de la Serie A en el horizonte. El 1.0, el inicial, el de instaurar las bases de un modelo y un estilo, acabó con la salida de Reja de la institución y la no renovación - a petición de éste - de Marino, los padres de la criatura. Una decisión que el propio De Laurentis, todavía hoy, sigue lamentando. Mazzarri sería el hombre encargado de apuntalar la nueva versión del Nápoles, el de estabilizarlo en primera y devolverlo a Europa. Objetivos que se cumplieron con suficiencia para dejar paso a un nuevo giro en las estructuras. Por eso la llegada de Benítez no es casualidad, sino la culminación a un proyecto que busca recuperar los viejos días de gloria. Todos los cambios son vendidos por el propietario con la misma frase: “Necesitamos nuevos estímulos para seguir creciendo”. En 2012 ganaron su primer título en 21 años con el que cerrar la segunda etapa de su evolución, el primer título de su historia ganado sin Maradona, algo que siempre pareció imposible en el sur. Ahora, el próximo mayo, pueden ganar su segundo trofeo como vía para catapultar la tercera fase. 

Si bien es cierto que los cimientos del Nápoles se han sustentado en una inteligente estrategia deportiva, basada en una potente secretaría técnica capaz de contratar jugadores a precios bajos para obtener una gran rentabilidad a medio plazo hasta que las estructuras financieras pudieran aguantar mejores envites, también es cierto que el proyecto va mucho más allá. El caso del Nápoles es toda una rareza en el Calcio al tratarse del único club que da beneficios anualmente – 15 millones el pasado curso  – además de concatenar ocho ejercicios sin dar pérdidas a pesar de venir de tercera división. Otro de los aspectos que lo hacen distinto al resto de sus competidores es su diversificación de ingresos. Mientras clubes como el Inter o la Juventus dependen entre un 50% y un 60% de la televisión el Nápoles es el la institución italiana cuyos ingresos comerciales suponen un mayor porcentaje en sus finanzas, permitiéndole no ser esclavo del pastel audiovisual. Sus ingresos en 2013 – gracias a la Champions – alcanzaron los 150 millones, a tiro de piedra de los 185 declarados por el Inter de Milán o los 195 de la Juventus. Su evolución financiera ha sido tan firme que desde hace dos años supera a entidades como el VCF en ingresos básicos – independientemente de su participación o no en la máxima competición continental –. 

Pero la ambición del Nápoles parece no tener fin, De Laurentins quiere apuntarse a la nueva moda de los clubes satélite y ya anunció el pasado año su intención de abrir en 2020 una franquicia en la Major League Soccer, fecha en la cual la liga americana concederá nuevas licencias para ampliar el campeonato. El potente mercado italoamericano en la costa este de Estados Unidos, unido al auge del soccer en el país del béisbol, puede suponer un espaldarazo comercial a los intereses globales del club. También apuntó a la posibilidad de seguir los pasos de los Pozzo y hacerse con un pequeño club de la segunda división inglesa; en un intento de resarcirse de su mala conciencia 'De La' afirmó que Reja será el mánager de sus nuevos filiales internacionales. Pero el próximo, y más cercano, paso evolutivo del proyecto napolitano se basará en la adquisición en propiedad del San Paolo y su posterior reforma en un moderno arena. Uno de los puntos que ha llevado al jeque italiano a tomar esta decisión fue la advertencia de la UEFA el pasado año sobre el estado de abandono y deterioro en el que se encontraba el recinto. Sólo una urgente y superficial remodelación libró al club del bochorno de tener que jugar sus partidos internacionales en otra ciudad. "Un Nápoles grande necesita un estadio moderno" concluyó el productor. 

Puede parecer demasiado para una ciudad de apenas 900 mil habitantes, pero el Nápoles de De Laurentis cuenta con la ventaja de la anticipación. Es el único club moderno, junto a la Juventus, en un Calcio anclado en el pasado, basándose en una sólida estrategia apoyada en la explotación de recursos comerciales en un fútbol que vive exclusivamente de la televisión, pretendiendo reforzar las finanzas de la institución con un estadio moderno en un país que abandonó sus recintos, en los que todos, salvo uno, son de titularidad pública y donde muchos de ellos tienen gradas cerradas al público por su deplorable estado de conservación. Este Nápoles de títulos y Champions al que ahora todos temen, y que pretende conquistar el mundo, empezó su andadura no hace mucho sin jugadores, sin un triste solar sobre el que entrenar, de la mano de un productor de cine con dejes de cómico. Pero con un plan. Con un plan que le permite crecer sin dar pérdidas y ganar dinero gracias a la pericia comercial de un jeque a la italiana.

1 comentari:

Anònim ha dit...

sin el tema de la desaparición y demás, sí. Porque lo que cuentan sobre la quiebra del nápoles y los intentos a la desesperada del club, me recuerdan un montón a lo que estamos pasando.

Por cierto, me gusta que sobretodo su economía se base en el márketing más que en el dinero de las televisiones.

Es algo primordial aumentar esos ingresos un 300% si queremos empezar a ser un valencia rentable.

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