
No es, ni nunca lo pretendió, de esos tipos que orinan Chanel nº4. Probablemente no sepa que es un libro, ni para que se usan, pero formó parte de aquella primavera futbolística que consiguió levantar a un muerto, despertando a una masa social y liberándola de todos sus complejos. Aquel centro del campo formado por Milla, Farinós y Mendieta, al que luego se le unió Gerard, se montó para ser de Copa de Europa, y a las puertas de ganarla se quedaron. Nunca se sabrá ya que hubiera sido de aquello si hubieran tenido más continuidad; formaron, sin quererlo, la mejor media del viejo mundo y luego decidieron irse por donde habían venido, como unos Beatles prematuros que se olieron la gloria y se asustaron, refugiándose en el dinero fácil, poniendo tierra de por medio entre ellos y la trascendencia. La irrupción de Farineli en el primer equipo ya avisó de que aquello prometía: “A Farinós hay que enseñarle que a los entrenadores no se les pega, todo lo demás ya lo sabe” soltó Valdano cuando le subió del filial. Aquella pelea con Balaguer, entrenador del Mestalla, a cualquier otro le hubiera supuesto la expulsión del club, y probablemente el abandono del fútbol de élite; pero para aquel muchacho de La Torre supuso acelerar su ascenso al primer equipo y tener la oportunidad de intentar robarle un penalti al Burrito Ortega el día que el argentino debutó en Mestalla tras su millonario fichaje. "Vivía en una nube, quería meter un gol con el VCF como fuera. Aquello fue un error, aunque la gente lo vio como algo positivo, pero no lo fue", explicaría años más tarde.
Porque él tenía esas cosas, como recorrerse el campo entero para dedicarle su gol a un Cañizares que minutos antes se había comido un balón que ponía en riesgo el triunfo del equipo. Farinós nunca perdió esa pinta de macarra de barrio, ni su espontaneidad, como demostró poniéndose de portero ante el equipo de su vida para acabar eliminándolo. Pero si perdió el fútbol. Sus tiempos en Milán fueron oscuros y estridentes. Sus mejores años se los pasó fuera del terreno de juego por un mal diagnóstico en una pubalgia. Y aprovechó para hacer majaderías, como vaciar tiendas de ropa en la milla de oro milanesa o comprarse coches de lujo, "tuve una vida frívola en el Inter" confesaría. Cuando se recuperó el mundo ya se había olvidado de él. En el Inter ni era nadie ni tenía a nadie; y de la liga, con 27 años, no tenía ni un triste interés. Tuvo que ser otra vez Cúper quien le rescatara del olvido pidiendo su cesión al Mallorca. Pero duró poco. Con 28 años se quedó sin equipo y en el limbo. En una entrevista en El País, de sus años en Alicante, lo dejó así de claro: “Los presidentes de los equipos de primera me decían que venía del Inter y de ganar mucho dinero, que ya no tendría hambre. Y eso me molestaba porque no era verdad”.
Farinós pudo haber sido una leyenda, ser un referente en un equipo referente para mil generaciones, como lo fueron otros, como lo hubieran sido otros si el dinero no hubiera sido una losa ante la que rendirse. Y además, era un chico de la ciudad, como lo fue Cubells, o Molina, algo habitual en otros tiempos y toda una rareza en el fútbol actual. Con todo, no deja de ser un breve recuerdo en una historia cambiante, dejó huella, sí, pero no poso. Por eso corre el riesgo de quedar olvidado para siempre cuando los trovadores del futuro se pongan a cantar las hazañas del pasado. Era habitual encontrárselo corriendo por el río para mantener la forma en esos días de paro, aunque también se puso, en otra de esas muestras del carácter de un chico de barrio, a cargar y descargar camiones ayudando a un amigo "para no pensar, porque cuando tenía un rato para pensar lo pasaba muy mal" le sinceró a Cayetano Ros. Ni siquiera un equipo como el Charlton Athletic le quiso tras tenerle a prueba tres semanas. Como ya hicieran con él en Mallorca, fue otro ex quien le rescataría de la miseria para devolverle al fútbol, en esta ocasión sería Subirats quien se lo llevó al Hércules para que pudiera vivir una segunda juventud, un renacer que incluso llevó a muchos a reclamar su vuelta a un VCF de saldo.
Ahora, a sus 35 años, es otra lesión puñetera la que le obliga a colgar las botas, a decir adiós a un fútbol que le fue ingrato cuando mejor lo tenía para hacerse un hueco en su hall of fame. El caso de Farinós es uno de esos que se pueden poner de ejemplo a los más jóvenes, de cómo una mala decisión, por querer correr demasiado y no saber esperar, puede cargarse la prometedora carrera de un jugador excepcional. Él era el último de aquel equipo primaveral y revolucionario que quedaba en activo, y su marcha no es más que otro aviso de que nos hacemos mayores, de lo lejos que queda todo ya; como sus lágrimas en San Siro, escondido en la grada con sueldo del Inter, mientras 'su' VCF se despellejaba ante Kahn.
7 comentaris:
Dinero y poder son muy peligrosos. Yo recuerdo ver a Farinós en el B, con una melena "a lo Beckham" en sus inicios, jugando en banda y haciendo unos centros que flipaba... todo ello con 18 ó 19 añitos.
El tío tenía carisma.
Otro de los Mendieta, Piojo, Kily, Gerard... Que salieron del Valencia para comerse el mundo y se comieron una mierda
Fueron muy burros, no supieron ver las cosas con perspectiva, pudiendo haberse ido después, a ganar más dinero, dejar más en caja y haber hecho leyenda aquí... pero mira. Jugadores enormes que han quedado en efímeros y comidos por la historia.
Pero para mí lo estropeo con su salida antes/ durante París. Me voy al Milán, ahora al Inter... en fin que me voy. Muy Soldado
Esas faltitas que ponía desde el lateral del área, con el bote cerca del portero y se le colaban... tenía buena pierna, sabía ponerlas aunque tenga esa pinta de Gattuso.
Siempre tuve la cosa esa de que Farinos volvería al Vcf...era de ese tipo de jugadores que hacen talta falta en un terreno de juego. Caracter.
Pepelu.
Farinós-Mendieta-Gerard aquello fue un centrocampazo , lástima que no tuviera más continuidad, era de copa de europa. Si le añades al 'Kily' por la banda izquierda ya tienes al mejor equipo de Europa. Ese medio del campo nos lo sabemos de memoria, jejeje.
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