3 d’oct. 2013

San Mamés, primera vez

Y resultó que aquéllo era San Mamés. Un recinto de grada baja, alguna, en apariencia, a medio construir. Pero ella era así de nacimiento. Un stadium tan abierto que el frío de las rías jugaba su partido a conveniencia, incluso regateándose a algún rival para quedarse cara a cara con el portero. Era la residencia del temido Athletic, ganador de dos dobletes consecutivos de liga y copa, respetado en el orbe balompédico por su empeño en instaurar una dictadura bajo su manto. Pero el escenario resultó algo decepcionante para aquellos chicos de barrio acostumbrados a jugar en un Mestalla más majestuoso, más grande y bullicioso que aquellos cuatro tablones mal colocados que la literatura se encargó de transformar en monstruosos enemigos.

A pesar de la primera decepción el asunto escondía entre sus pliegos algo especial, ese sabor a las primeras ocasiones, a reto, a esos nervios cogidos en la boca del estómago que todo lo aceleran ante un compromiso exigente. Eran tiempos de amistosos interregionales elevados a categoría de evento para que equipos como el VCF salieran de su madriguera, enfrascándose en uno de esos viajes que en 1931 conservaban sabor a aventura, prometiendo desde sus ventanillas baños de gloria a los valientes. Tres años atrás el veto de Barça y Espanyol excluyó al club de entre los fundadores de Primera División – o liga máxima como se conoció en un principio – condenándole a jugar una promoción que perdería de la forma más tonta, frenándose con ella su disparada carrera hacia la élite. Aquéllo, a modo de primera desgracia, ya nos advertía de que sí pero no.

Del equipo de pantalón negro, cabaret y alirones de los años 20 sobrevivían apenas un par de jugadores. Enrique Molina, veterano, dejó de doblarse como un plátano para asistir con el pecho. Tan harto quedó de romperse la nariz chocando con el rival que decidió convertirse en un jugador más estático, pero igual de efectivo, por orden de un físico que le impedía alcanzar la velocidad punta que tanto había entusiasmado al público no mucho tiempo atrás. Rino era el único hijo de Algirós que portaba la elástica del murciélago, y sobre ambos, se asentaba un equipo de jóvenes y aguerridos futbolistas que ganaban sus partidos como se vengan las afrentas históricas. Porque era más que fútbol, era sacar una cabeza, que a golpes, te la habían hundido en una categoría que no correspondía a la razón.

Retorciéndose como se retuerce una vieja cansada en su mecedora San Mamés cambió el gesto ante el gol de Picolín, que acto seguido, viró la vista a diestra y siniestra vigilando si Sarasqueta, quien  le persiguió por las calles de Vigo tras un partido, aprovechaba el impasse para finalizar empresas inconclusas. En una tarde de público protestón Juan Costa reventó las redes, el partido, y la paciencia, para parir el tercer gol del VCF desatando con ello una oleada de suicidios bilbaínos. Su pañuelo en la cabeza y su aspecto de huesudo fibrado dibujaban al equipo del ascenso con pintas de forajidos con calzones cortos.

Un año antes la misma troupe con dejes de asaltador había dejado plantado en Chamartín al Real Madrid, remontando una eliminatoria de copa que el colegiado nunca quiso certificar. Plantándose ahora en Bilbao para más tarde derrotar al Barça en octavos de copa, gritándoles así que habíamos llegado, a pesar de todas las trabas que los vencidos pusieron, a la fiesta final. Aquél paréntesis lo aprovechó el VCF para redefinir su identidad basándose en la lucha sin cuartel de tipos como Pepe Vilanova, capaces de responder a un «Xiquet, tú jugar de interior» de Fivber con un «Xiquet no jugar de interior» con el que defender su posición en el campo y anotar el gol que aniquilaría al los culés. En esos años de blanco y segunda no quedaron olvidadas las épicas ni las gestas que enloquecieron una ciudad que se alimentó de ellas hasta encumbrar al último en llegar.

Al subirse al tren en la estación del norte, aprovechándo el parón de enero, el ascenso era ya un trámite y aquél encuentro un premio del que disfrutar. Un estadio moldeado por el viento solo ofrecía protestas y malos modos. El gran Athletic estaba siendo vapuleado en su inexpugnable feudo por un equipo de muchachos que venían de una categoría inferior. Una escuadra acostumbrada a ganar sin perder recortó distancias con uno de esos gestos que la historia te regala para dejarte el culo torcido, poniendo en manos de Gorostiza el maquillaje al desastre con un gol y un par de internadas que dejaron ver que su destino era cambiar el norte por el este y trascender con ello.

La toma de San Mamés se antojaba ínfima con un 2-4, de marcador indecente para lo visto sobre el césped. Quizá por eso Jesús Navarro quiso escribir unas líneas más en su epopeya valenciana antes de pedir la baja y estudiar odontología. Canario él, de una técnica tan avanzada a su tiempo que el respetable no entendía que no le hiciera falta entrar al choque para robar balones, no le sirvió siquiera ser el primer valencianista de la historia en anotar un hat-trick en primera división. Su aparente parsimonia – que no era tal – no solo desesperó al mestallero medio, sus propios compañeros llegaron a amenazar con un motín si volvían a alinearlo. Todavía ignorante de los avatares que le esperaban decidió vivir el momento y marcar el quinto y definitivo tanto que confirmaba el bautismo del VCF en un Bilbao en pie de guerra.

Y resultó que aquéllo era San Mamés. La plaza que consagraría un equipo de 'xiquets de poble' recibidos con entusiasmo por una marabunta que los llevaría en hombros de la estación al club, como era costumbre en unos tiempos en los que cualquier cosa vestía ropajes de acontecimiento. El recinto de grada baja con alguna de ellas, en apariencia, a medio construir, no olvidaría esa tarde hasta alumbrar una cruenta venganza. Pero primero esperaban Les Corts y el gol de Vilanova para abrochar en oro un año que avanzó mucho de lo que vendría después. Ya todo había empezado con la primera vez en San Mamés

3 comentaris:

cheblogvalencia ha dit...

Gran historia, de esas que el común aficionado como yo no tenemos ni pajolera y que nos sirve para imaginar el lejano pasado valencianista. Esperemos que tal gesta se repita este domingo cono otro grupo de xiquets malcriados que pueden convertirse en un equipo de hombretones o morir en el intento.

Ximo Sounds ha dit...

Simplemente espectacular. Fotaza !!! y articulazo..Siempre podre decir que vi al Valencia con mi hijo la última vez que visitó la Catedral. Gracias!!!

Anònim ha dit...

1- El artículo (por llamarlo algo) es una puta mierda

2- No tienes ni idea de jerarquizar ni de estructurar una historia , te pasas dando tumbos en todos tus textos

3- Casi nunca sabemos que quieres decir, y menos en este, que es de risa ya.

4- Tienes problemas con los pronombres.. un día te da por ir de guay y los acentúas y otro no porque.. que te miren la personalidad.

5- No tienes gracia para decir las cosas, eres un poco como leer a kafka , infumable. Tú vida personal debe ser un drama. ¿te ríes alguna vez?

6- Valoro mucho la gente que intenta no hacer artículos made in wikipedia, pero chato, no es lo tuyo relatar. Igual deberías hacerlos wikipedia, al menos nos enteraríamos de algo.

Y bueno, no pretendo ofender, pero es que llega un punto que al primer tarado se abre un blog y se cree que sabe escribir. Vuelve a la escuela que te hace falta que te afinen las cuerdas.

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