21 de gen. 2014

Pizzi té cosetes


Los tres, ahora los cuatro, parecen sacados de El Gran Lebowski. La corpulencia de Juan Antonio Pizzi casa más con brazos tatuados y chupas de cuero desgastadas a la penumbra de las barras de bar que con trajes; con traje, canta que Pizzi no es un vendedor de seguros, que él ha salido de la calle, de aquella calle en la que vendía helados de chaval y que usaba para montar rifas con las que financiarse la vida. “No es un entrenador demagogo” dicen de él en Argentina, es tan 'así' que le dio por presentar su dimisión tras una mala racha coronada con un doloroso 3-0 en la final de la copa argentina, pero le dijeron que no. Que tenía al 'plantel' tan enamorado que era tontería deshacerse de él. El campeón argentino se une a la colección de técnicos sudamericanos que han vuelto a la LFP tras años de ausencia. Llegados para aportar decencia a un fútbol anclado en la producción en cadena, al todo igual, para aportar ideas a un campeonato carente tanto de ellas como de alternativas, a un fútbol que perdió la autenticidad para mutar en una imitación barata. Y para sobrevivir, deberá enamorar a una plantilla que no se quiere ni a ella misma.

En apenas tres semanas, con la premura de un chico ansioso, ha tirado de libreta modificando dibujos, divirtiendo al Cholo, que se queja siempre de que no ve variantes en sus rivales, que todos hacen lo mismo y que eso aburre. Del Levante a Málaga hubo cambios de jugadores, y también de disposición, pero las ideas se mantuvieron durante el camino, y se mantuvieron bien, lo que dice mucho de todo ello. La mejor virtud demostrada hasta ahora por el nuevo inquilino del banquillo ha sido la rapidez con la que ha inculcado conceptos básicos, mejor desarrollados con más tiempo, pero que ya se reconocen a simple vista. Uno de los más visuales es el cambio de orientación, a las espaldas del enemigo, cuando el rival bascula para presionar tu salida en banda. Casi nunca se ha ejecutado bien; casi siempre, de haberse hecho, se hubiera encontrado la gloria. Pero siempre se intentó. Pizzi soñó toparse con Tino Costa pero ha ido encontrándose con tipos incapaces de poner un balón a 10 metros sin parecer gentes con problemas de nutrición.

Mientras espera que algún día alguno sepa lanzar un córner que llegue a destino se ha preocupado en mejorar los defectos de un grupo que llegó a no saber ni posicionarse en el campo. Hay ciertas similitudes con el VCF de Valverde, pero similitudes nada más. El vasco parió un equipo más junto, y más estrecho, ideal para un juego más directo que elaborado. Pizzi, sin embargo, prefiere ocupar todo el campo, elaborar rápido, dándole movilidad a un estilo que hace participar a más jugadores durante el partido, evitando con ello relajaciones innecesarias. Con Juan Antonio el futbolista está obligado a la concentración durante los 90 minutos. Este equipo ya muestra saber hacer con y sin balón. Aún así todavía es incapaz de aprovechar unas bandas, que nos dicen cuando quieren usarlas, que por ellas se aumenta en mucho la efectividad y el peligro en área rival. Quizá ese es todavía el punto negro que queda por corregir. Y es el problema por el que este equipo siguen sin encontrar la profundidad necesaria cuando cruza el medio campo. Porque además se cuentan con piezas que no pegan en el vals. Para la idea que ha traído el ex de San Lorenzo se necesitan delanteros que generen sus propias ocasiones, y ahí tenemos a Postiga, un tipo que forma parte de esa raza que el fútbol moderno ha puesto en peligro de extinción; un delantero rematador, un 9 de toda la vida, al que le hacen salir del área para jugar con los pies, para generarse él sus chances, cuando su estirpe siempre fue de vivir en el rectángulo, a la espera de que le dieran una pelota que poder empujar a las redes. 

Pero el rasgo más inteligente, puede que el más destacado, que se le ve al entrenador es su actitud. Pizzi ha sabido mantener las distancias, delegar en un cuerpo técnico que no solo se reparte el trabajo sino que también sabe compensarse en los caracteres, en los tratos con el vestuario. Todos saben qué son y cuál es su papel, quien ejerce de motivador, quien es el poli malo, quien es psicólogo, y sobre todo, quien manda y hace notar su mando. Porque todo esto, más allá de trabajar un sistema, va más de saber llevar un vestuario; y no un vestuario cualquiera, sino un vestuario que ya se ha cargado a dos entrenadores y medio. Sobre ese punto es sobre el que los nuevos jefes del banquillo van a edificar su imperio, porque no solo han sabido ordenar los roles y las cadenas de mando en la caseta, también les están haciendo ver que su trabajo da resultados sobre el campo, que les permite salir a jugar los partidos sabiendo lo que hacer y cómo hacerlo. A poco que se ganen dos encuentros más Pizzi ya será un líder ahí dentro. Y lo será porque ya ha aprendido de la vida, supo de la ingratitud del fútbol cuando dos partidos con Rosario Central echaron por la borda toda una temporada, llevándoselo por delante a él también; sobrevivió en Boedo al caso Aguilar y a la detención de su portero Migliore, sobrevivió en el Gasómetro al hijoptismo más caníbal domándolo con más hijoputismo canibal; Pizzi viene aquí tras ganar la guerra del Vietnam,  y la ganó convirtiendo a sus enemigos en correligionarios de su fe.

Pero hasta que se gane este trono hay cosas por mejorar. Estas tres semanas han dejado la sensación de que este, de momento, es un equipo más local que visitante. Hasta ahora las sustituciones en pleno partido, salvo ante el Atlético en Mestalla, no han servido para cambiar casi nada; a diferencia de lo visto durante la interinidad del vasco de Extremadura, que a golpe de sustituciones cargadas de ideas era capaz de arreglar el partido hasta ganarlo. Es más local que visitante porque de visitante no ha sabido mantener su propuesta durante 90 minutos. Tanto en Vigo como en el Calderón la línea de presión, el eje sobre el que se ha sustentado este cambio, la que le ha permitido robar más balones y robarlos mejor para ser superior al contrario, ha ido subiendo y bajando para cambiarte la cara durante el proceso. El VCF visitante de Pizzi siempre fue mejor cuando mantuvo la presión alta, y empezó a sufrir cuando, vaya usted a saber por qué, la retrasó unos cuantos metros. Ahí, nunca supo cómo quitarse de encima el dominio rival para recuperar el protagonismo en el juego; evidenciándose ahí las carencias de un grupo que todavía no está preparado para ganar sufriendo.

Pizzi exige intensidad, la misma que le pone él a sus estripties en la banda, porque sabe que sin ella no hay rival vencible. Quizá llegue tarde, hace mucho que sus pupilos perdieron la costumbre de jugar junto a ella, pero a cuentagotas se le va viendo, se le va viendo y nos va dejando ver cuando se hace uso, que el nivel del equipo aumenta en mucho, tanto, que es capaz de merendarse a un Atlético superior hasta en las ventosidades a este VCF. En Málaga dio una vuelta más a su manual liquido, introduciendo un nuevo centro del campo con Banega, Parejo y Romeu, un tridente en la medular que elevó el nivel del grupo varios puntos mientras les duró el fuelle, sin gasolina, el centrocampismo desapareció y el partido se convirtió en un correcalle que no se ganó porque en los metros finales sigues sin ser nadie. En estas tres semanas Pizzi no es que haya inventado la pólvora, ni haya revolucionado el fútbol, solo aplicó trabajo, constancia y coherencia, tres simples ingredientes capaces de resucitar a un muerto, tan valiosos en el fútbol porque no siempre son bienes fáciles de encontrar. Pizzi té cosetes, ahora falta que pase de promesa a realidad.

3 comentaris:

Anònim ha dit...

La part positiva del procés de venda, es que les mirades estan lluny del entrenador i pot tindre temps per a treballar amb tranquil·litat.

THB ha dit...

La part negativa del procés de venda, es que quan el venguen el que vinga igual no el vol i ja pot resultar un gran entrenador, que no tindrà continuïtat... i altre canvi...

Anònim ha dit...

me la pela el estilo que quiera implantar con tal de que haga las cosas lógicas. Si quiere jugar al toque y tener la posesión, cojonudo, pero eso significa que los jugadores han de saber cómo pasar la pelota, adónde pasarla y cómo moverse y desmarcarse. Y que hay que presionar duro arriba para recuperar rápido.

La verdad es que mola escucharlo hablar porque dice las cosas bastante claras y al mismo tiempo explica todo bastante fácil. Y mejor así, que los jugadores son tontetes y es preferible que el entrenador sepa explicarse y hacer fácil lo que quiere conseguir sobre el campo.

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