29 d’oct. 2013

La plantilla interminable

Tras un paradón de César, Bruno corre la banda para darle un pase a Topal, que se la deja franca a Mata, que centra a Aduriz y anota el gol. Podría ser el inicio de cualquier crónica, pero es la constatación de una miseria. El drama en la composición de una plantilla que sufre bajas permanentes todos los años en cantidades excesivas. El relato oficial nos lleva a lamentarnos de pérdidas llamativas, de jugadores de portada, invitándonos a encerrar en el olvido a todo aquel jugador de segunda línea que se ocupaba de hacer equipo desde el fondo del armario. Ya no hay Brunos, ni Dealberts. Solo quedan los restos malheridos de un naufragio.

Echar la vista atrás es experimentar de golpe esa crisis atenuada por el día a día, que engaña a los sentidos con sus muecas matinales para convencerte de que ella es inocente. En el período de tres años y medio el VCF ha sufrido veinte bajas, el doble de operaciones de mercado, que han moldeado un equipo nuevo, más raquítico y menos compensado. En el intervalo en el que la ciencia del fútbol dicta como necesario para construir un grupo nos hemos dedicado a destruir el que teníamos para poder sobrevivir. Sin olvidar los errores cometidos en su confección. Sólo seis jugadores perduran de aquellos días. Guaita, era tercer portero. Ricardo Costa, fuera de las convocatorias por su rango de portugués díscolo. Feghouli, que jugó cedido en el Almería, Banega, Mathieu y Jonas, que llegó en enero. Seis componentes de una plantilla de veintiséis, muchos de ellos secundarios en aquel equipo, son hoy pilares fundamentales.

Si acortamos los tiempos, yéndonos solo dos temporadas atrás, las pérdidas tampoco son escasas, encontrándonos con doce bajas respecto al actual equipo. La mitad de aquella plantilla ya no corretea por Mestalla los fines de semana. La cifra no se aleja demasiado de los ocho cambios que este verano ha sufrido el plantel respecto al último curso. La tendencia, es de suponer – salvo sorpresa – seguirá en cuanto se abra el mercado invernal y adquirirá velocidad de crucero con los primeros calores del nuevo año para no perder el ritmo en esta eterna y radical transformación. En todo este maremágnum de altas y bajas hay que sumar a los jugadores 'presenciales', aquellos que apenas han tenido minutos, como Barragán o Piatti, así la reducción de efectivos útiles nos lleva mucho más allá del simple mercadeo de entradas y salidas. Muchas de ellas rompiendo con la razón, como la de Cissokho, único lateral izquierdo en nómina traspasado para fichar un delantero que acaba jugando de extremo, obligando con ello a dos interiores a reconvertirse en lateral, con tan poca estabilidad, que no tienen tiempo para hacerse al puesto ni adquirir conceptos asociados al mismo, condenados a vivir en una incesante ambigüedad.

En el pasado, una plaga de lesiones te permitió fabricar un Jordi Alba en el carril, ahora, es la necesidad – y la mala planificación – la que obliga a ello. Las diferencias son sustanciales. El gran drama de estas pérdidas no llevan el nombre de Villa o Silva, sino de jugadores de trabajo y cohesión, como el del Tino Costa. Un futbolista que no gustaba a nadie, pero que siempre se retiraba del terreno de juego entre aplausos, siendo el segundo máximo asistente, por detrás de Jonas, el que más balones recuperaba y el que más kilómetros recorría. Y lo más importante, era pieza clave en la transición ofensiva, el referente en las jugadas de estrategia, parcela que dio muchos de los puntos sumados durante estos años, y que en su ausencia, ha dejado de ser una faceta respetable. Los desequilibrios son tremendos. En ataque se ha perdido calidad y gol, del Soldado - Aduriz al Postiga - Alcácer, en la zona de medias-puntas no hay desborde, no se asiste a los delanteros, ni hay capacidad de trabajo. Los pocos que poseen algunas de estas cualidades se ven relegados al lateral o han desaparecido del mapa tras un alarmante descenso en su rendimiento.

Una de las zonas más castigadas es la partida de centrocampistas con su falta de versatilidad, sin alternativas para jugar diferente incluso durante un mismo encuentro. Javi Fuego ha quedado como el único medio defensivo natural, para quemar en defensa un lateral en la posición de central izquierdo. Esta apuesta talibán por la exquisitez esconde otra TARA que condiciona cualquier propuesta. No hay jugadores de fútbol directo, de primer toque ni transición rápida. No hay nadie capaz de imprimir intensidad o ritmo. Es habitual observar en el VCF como los contragolpes son frenados en seco por preferir un regate a un pase de primeras, desperdiciando con ello opciones de ataque con una facilidad insultante. Nadie está capacitado para enviar un balón con la precisión y la potencia requerida. Cuando no, intentan regatearse a tres defensores en el corazón del área en lugar de elegir el chut o enviar el balón a un compañero mejor posicionado, y lo hacen buscando el lucimiento personal, para buscar lo imposible sacrificando lo colectivo. La inteligencia táctica brilla por su ausencia como brillan por su ausencia esa estirpe de jugadores alejados del glamour que aportan equilibrio, solidaridad, trabajo y sencillez a todo equipo que se precie de serlo. Se han ido perdiendo por el camino jugadores 'comodín' y alternativas que te permitían recomponerte durante el trayecto.

La locura no solo reside en un roster descompuesto, la elección de entrenadores ha seguido la misma tónica. De Emery se pasó a Pellegrino, enfrentándose a cuatro años de automatismos y formas de hacer para imponer otras radicalmente opuestas, solucionándolo con Valverde y volviendo al extremo con un Djukic que un día fue abducido por esa moda snob del guardiolismo, traicionándose sobre la marcha al ver que el barco hacía aguas por todas partes. Al drama se le une un trabajo inexistente por parte del técnico, una pretemporada que no ha servido para nada y una preparación que no ha dejado un triste concepto adquirido en una plantilla que ya sale ante los micrófonos clamando por el final de una forma de jugar que consideran estúpida. Tan pocas cosas hay, que no hay ni discurso.

Este frenesí parece no tener fin cuando en lugar de preocuparse en hacer un equipo, equilibrar una plantilla y poner coherencia a un grupo de retales inconexos de lo único que se habla es de encontrar fórmulas mágicas para contratar un jugador 'mediático', de esos que no han triunfado jamás en el VCF y que han acabado generando problemas terribles. Hace demasiado tiempo que somos víctimas de un equipo desprovisto de columna vertebral, sin una base sobre la que ir levantando un camino nuevo, sin clase obrera sobre la que cimentar un proyecto medianamente decente. En dichas condiciones es imposible implantar ningún tipo de mentalidad, trazar un camino a largo plazo que te de un rumbo fijo que seguir en medio del caos. El único plan existente sigue siendo vender a diez y fichar a doce que poco o nada tengan que ver con los que se fueron.

2 comentaris:

Anònim ha dit...

Hay poco mas que aportar.

Quique, Koeman, Emery, Pellegrino, Djukic.... pedazo invento la gaseosa.

Experimentar con entrenadores que hacen el Máster en Mestalla, no me parece la mejor manera de dar forma a un equipo.

Braulio.... que decir... que no se haya dicho ya. Bueno si, podemos decirle que deje de fichar mediapuntas.

Una idea tampoco evoluciona en 10 jornadas, igual hacen falta varias temporadas.

THB ha dit...

Cuando uno es un inútil necesita un infumable texto donde no se acaba de decir nada como ese de arriba para vender una idea loca. Cuando uno sabe, resume lo que tu has intentando trasmitir torpemente en tocho en un par de líneas.

By Guillermo Ortíz:

"Uno sabe que un equipo funciona cuando sus jugadores más vulgares parecen estrellas. Parte del error que asoló al fútbol europeo después —y en eso destacó el Barcelona— fue pensar que bastaba con llevarse a los individuos sueltos por millones de euros para repetir los triunfos del colectivo."

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